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Miércoles, 28 de enero de 2009
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ADIOS A JOHN UPDIKE, NOTABLE NARRADOR, CRITICO Y POETA

La voz de una generación

El prolífico escritor, ganador dos veces del premio Pulitzer, cronista erudito del sexo, el divorcio y otros aspectos de la vida de pareja en la posguerra estadounidense, falleció ayer a los 76 años, tras una larga lucha contra un cáncer de pulmón.

Por Silvina Friera
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John Updike fue un eterno candidato al Premio Nobel.

Aunque fuera por una sola vez en la vida, sabía que se tenía que dar el gusto de mirar a los Estados Unidos, “no como alma mater sino como una cloaca obscena, llena de podredumbre y de extravagancias sexuales”. Tal vez el hecho de ser uno de los escritores más célebres y respetados de su país lo habilitaba a abordar el problema del terrorismo después del 11-S. Y lo hizo en su última novela, Terrorista (Tusquets), desde la óptica de un estudiante secundario estadounidense de ascendencia irlandesa y egipcia que está deslumbrado por el Islam. John Updike, conmocionado por la violencia norteamericana, decía que “desde el punto de vista del ciudadano de Medio Oriente, parecemos matones que imponen su modo de vida al mundo islámico”. El prolífico escritor, con más de cincuenta libros publicados, ganador dos veces del premio Pulitzer, cronista erudito del sexo, el divorcio y otros aspectos de la vida de pareja en la posguerra estadounidense, autor de Corre, Conejo, primera parte de su paradigmática saga en la que retrató, con su estilo punzante y sarcástico, a la sociedad burguesa y biempensante norteamericana, y eterno candidato al Premio Nobel de Literatura, murió ayer a los 76 años, tras años de lucha contra un cáncer de pulmón. El triunvirato de las letras estadounidenses, que integraba junto con Norman Mailer (fallecido en 2007) y Philip Roth, ha perdido a un notable narrador, crítico y poeta, que le dio voz a una generación que tuvo que aprender a vivir en un mundo que cambiaba a una velocidad vertiginosa.

Updike, nacido en Shillington, Pennsylvania, el 18 de marzo de 1932, en el seno de una familia protestante, publicó grandes frescos de la sociedad norteamericana contemporánea, como la saga protagonizada por el ciudadano medio Harold Angstrom, alias Conejo, en Conejo es rico y Conejo en paz, para muchos “la gran novela norteamericana” de nuestro tiempo. En más de una entrevista admitió que cuando empezó a escribir estaba influido por el nouveau roman. “Por eso mi primera novela, que publiqué a los 27 años, era bastante experimental, pero mi estilo, por el que mis lectores me reconocen, es esencialmente realista. Aunque en algunas novelas me he apartado de mi modo de hacer fundamental, siempre vuelvo a mis raíces e intento darle al lector un pedazo de la realidad. Creo que fue Nathalie Sarraute quien dijo que el sustrato que hace que todo se mueva es la realidad”, recordó el escritor, confeso admirador de la narrativa de Salinger, Proust y Nabokov. A pesar de los prestigiosos premios que obtuvo Updike, ante la falta del Nobel, apeló al “tribunal de justicia” de la ficción. Uno de sus personajes más recordados, el novelista Henry Bech, egocéntrico y mujeriego, recogió el galardón en 1999.

El conjunto de su obra de ficción constituye quizá la mejor y más completa radiografía de la clase media de Estados Unidos. Nadie como él parece haber sometido a examen con tanto rigor la fibra medular de la democracia norteamericana. En sus narraciones, Updike registra las frustraciones, pasiones y ansiedades de los hombres y mujeres que tratan de sobrevivir en la lucha del día a día, dando forma a frisos corales que logran rescatar de lo más hondo de unas existencias en apariencia anodinas, atisbos de grandeza, el fondo anhelante que da sentido a la vida. De la desolación de la Gran Depresión al optimismo de los cincuenta, Updike tomó el pulso a la sociedad estadounidense. A menudo fue tachado de machista, misógino, racista y apologista de lo peor del sistema. Su extraordinaria popularidad lo convirtió además en la víctima predilecta de Norman Mailer, que llegó a decir que era el escritor preferido de los que no sabían nada de literatura. Sin embargo, a menudo la crítica celebró su estilo poético y su sensibilidad para retratar la realidad.

Una novelista tan exigente y tan alejada de su estética como Margaret Atwood, decana de las letras canadienses, ha dicho de él: “Ningún escritor norteamericano ha escrito tantas obras de tanta calidad durante tanto tiempo”. Autor de más de medio centenar de libros, entre sus obras cabe mencionar La feria del asilo (1959), Corre, Conejo (1960), El centauro (1963), En torno a la granja (1965), Cásate conmigo (1976), Golpe de Estado (1980), Las brujas de Eastwick (1984), que fue llevada al cine, en 1987, con Jack Nicholson, Susan Sarandon, Cher y Michelle Pfeiffer; La versión de Roger (1989), La belleza de los lirios (1998), Gertrudis y Claudio (2000), Busca mi rostro (2004), Sueños de golf (2002), Pueblos (2004), Aún mirando (2005) y Terrorista (2006), su última novela en la que explora cómo se genera el odio para que un hombre llegue a inmolarse. “A veces pienso que quizá debiera haber escrito menos y entonces no puedo evitar sentir cierta repugnancia, como si fuera un elefante delante de una montaña de excremento”, ironizaba Updike, que desde el principio de su carrera procuró vivir de la escritura. “Jamás he ejercido ningún otro oficio, ni siquiera la enseñanza, como hacen tantos escritores. Así que no tengo ninguna excusa, estoy condenado a escribir.”

“La literatura produce modelos de seres humanos vivos que no tienen por qué estar de acuerdo con nosotros y pueden incluso ser nuestros enemigos”, explicó el escritor su decisión de escribir Terrorista, parábola del siglo XXI que transcurre en el norte de Nueva Jersey, en un paisaje familiar de ciénagas industriales que albergan los restos decadentes de lo que alguna vez fueron ciudades de inmigrantes que prosperaban. “Espero que los lectores puedan pensar en el terrorista como un ser humano, como alguien que atrae nuestra simpatía y que, a su manera, resulta encantador. Estoy intentando expulsar al terrorista de la categoría de ente de ficción para incorporarlo a la categoría de respetable ser humano”, agregó Updike. “La realidad está en la base de nuestros deseos, de nuestros pensamientos, de nuestros recuerdos, y los novelistas no somos sino comentaristas de la realidad. Decimos lo que en ella hay de maravilloso o de terrible o de misterioso. En ningún lugar me siento más cómodo que instalado en la realidad, cerca de la gente normal. Es de ellos acerca de quienes escribo, acerca de la clase media, ni los más ricos y privilegiados, ni los más pobres, sino el ciudadano medio, los hombres y mujeres que tratan de sobrevivir día a día en la lucha diaria que es la vida cotidiana.” Observador de los mínimos detalles del tejido urbano en decadencia, Updike dejó una impactante “comedia humana” en la que supo desplegar las pasiones y sentimientos más profundos del común de los mortales.

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