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Viernes, 20 de febrero de 2009
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FRANCISCO ROMERO Y LA FERIA DEL LIBRO CHAQUEÑO Y REGIONAL

Tierra caliente, literatura valiente

“Hacer cultura en el Chaco fue resistir contra los códigos de barra neoliberales”, señala el subsecretario de Cultura. Para el encuentro que comienza el lunes, que tendrá a Venezuela como país invitado, se esperan más de treinta mil personas.

Por Silvina Friera
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Mempo Giardinelli, chaqueño ilustre presente en la feria.

“Los libros que no leemos son las palabras e ideas que nos faltan” es el lema de la novena Feria del Libro Chaqueño y Regional que comenzará el lunes. Además de varios escritores de la región, con Mempo Giardinelli a la cabeza, durante una semana la ciudad de Resistencia celebrará la publicación de 200 nuevos títulos (el 70 por ciento de autores chaqueños y del nordeste argentino) y recibirá a José Pablo Feinmann, Ana María Shua, Federico Jeanmarie, María Rosa Lojo y el artista plástico Daniel Santoro, entre otros. La Subsecretaría de Cultura de la provincia del Chaco –que a partir del 1º de marzo se constituirá en Instituto de Cultura– estima que más de 30.000 personas acudirán a las actividades del C. C. Nordeste y el Complejo Guido Miranda. Desde 2008, cuando el gobernador Jorge Capitanich dijo que la lectura es una razón de Estado, la difusión y el apoyo a autores chaqueños se aceitaron gracias al trabajo entre organismos culturales y educativos y las editoriales independientes, librerías e imprentas.

El subsecretario de Cultura del Chaco, Francisco “Tete” Romero, profesor en letras y escritor, aclara que no es una provincia pobre, “condenada estructuralmente a la pobreza, sino empobrecida como resultado de políticas que desguazaron su Estado, saquearon sus industrias, montes y tierras públicas, lo que produjo un ecocidio cuya condición de posibilidad fue el sistemático exterminio de los pueblos originarios”. Romero recuerda que la dictadura inició ese proceso de concentración de la riqueza en pocas manos y el neoliberalismo de los ’90 “la concretó hasta colocarnos en los primeros puestos del ranking de índices de pobreza e indigencia”. Frente a un medio percibido muchas veces como hostil, caliente y feroz, “el hambre de la creación cultural caracterizó a los chaqueñeros, expresión acuñada por el poeta Adolfo Cristaldo para definir a quienes sin haber nacido en el Chaco recalaron allí”.

Autor de Culturicidio. Historia de la Educación Argentina (1966-2004), Romero subraya que no fue producto del azar que Horacio Quiroga, después de vivir entre 1903 y 1904 en la provincia, se hiciera cuentista y adoptara la atmósfera rural como clima narrativo por excelencia de sus relatos, antes de internarse a vivir en la selva misionera. “La insolación”, considerado por muchos como su mejor cuento, se desarrolla en tierra chaqueña. “Hacer cultura en el Chaco fue resistir contra los códigos de barras neoliberales que buscaban grabarnos en las mentes y corazones el paradigma del no se puede, que en el fondo es no se quiere porque no se debe. Nuestras memorias e identidades vedadas circularon como contraseñas, tácitas o provocadoras, para recordarnos qué significa ser y estar en el Chaco”, señala el escritor. La Feria del Libro Chaqueño y Regional nació en 2000 con una carpa en la plaza central de Resistencia, donde los escritores hicieron suyo el espacio y tomaron la palabra. La presencia en esta edición de Venezuela como país invitado, con su delegación de escritores, de autores de Uruguay, Bolivia y Paraguay, de importantes escritores nacionales y de todo el Chaco y la región, “están demostrando que nuestra Feria del Libro crece cada vez más como acontecimiento cultural de lo que nosotros llamamos ‘corazón geográfico de la América del Sur’”.

“Leer un buen libro es resistir, abrir las puertas de la imaginación, el pensamiento y la libertad”, dice Romero. Y los buenos libros abundan por el corazón geográfico. La Subsecretaría coeditará junto a diversas editoriales 21 nuevos títulos de autores chaqueños, que serán presentados en la feria y que se suman a otros 14 coeditados y publicados en 2008. La colección Rescate, lanzada en 2005 por Romero, es un emprendimiento conjunto con Librería de la Paz, que vuelve a poner en circulación clásicos de la literatura y la historia chaqueña. Ya cuenta con cinco títulos publicados, a los que se suman otros seis: Vidas trágicas y De la civilización a la barbarie, de Ramón de las Mercedes Tissera; Fulgor del desierto verde, de Guido Miranda; Tanino y Rebelión en la selva, de Crisanto Domínguez, y La lámpara y el leño, de María Eloísa Zamudio. Sobre el lema de esta edición, Romero agrega que se trata de concebir la lectura “como llave maestra de libertad ciudadana contra los flagelos del analfabetismo funcional y los analfabetismos culturales y políticos”.

El subsecretario plantea que una persona que no lee “es un hablante que sólo dispone de entre 300 y 600 palabras para comunicarse cotidianamente, cuando ya sabemos que para leer comprensivamente el diario necesitamos cerca de 2000 palabras y para leer un texto ensayístico, una novela o un texto de educación superior se precisan alrededor de 3000”. ¿Qué le sucede a una sociedad que ha dejado de leer y que ha perdido tantas palabras en tan poco tiempo? “Se transforma en adicta, es decir, en rehén de los discursos ajenos que le dicen qué y cómo hablar, cómo pensar”, responde Romero. Hasta 1975 Argentina era el octavo país más lector del mundo. De casi cinco libros leídos en un año pasó en 1982 a 0,8 libro. “Si bien hoy se lee más –1,7 libro leído por habitante año–, estamos todavía lejos de lo que debemos y necesitamos leer para convertirnos en una nación, en una provincia de lectores”, precisa Romero. “Porque no se puede ser una nación ni una provincia sin ciudadanos y no se puede serlo si no somos lectores. Es imprescindible encarar la madre de todas las batallas culturales: el combate contra nuestra pobreza económica, cultural, educativa y lingüística.”

Romero subraya la profunda inflexión que se dio a comienzos de los ’80 en la literatura chaqueña. “El parteaguas es la escritura y el imaginario de Mempo Giardinelli, sin dudas el más grande escritor que parió el Chaco. Luna caliente y La revolución en bicicleta, escritas y publicadas en el exilio, contribuyeron no sólo a instalar con fuerza la narrativa urbana, sino a reivindicar los materiales con los que se pinta la aldea como decisivos para convertirla en objeto de ficción”, repasa. “Al abandonar los estereotipos de la literatura regional, los chaqueños se suelen situar desde lo urbano, no para negar lo rural, sino para mirar y narrar desde el sitio multicultural en el que para bien y para mal confluyen esas diversidades tan acechadas por políticas globalizadoras. Por eso suele haber más de un narrador para contar historias rotas, desfondadas de memoria. Por eso también se suele elegir el punto de vista del derrotado, de la otredad negada y acechada por los mercaderes y sus mercancías, que a toda hora nos amenazan con tabularnos las mentes, los sexos y corazones. Esto en especial aparece en los textos de los escritores de las dos últimas generaciones, entre los cuales sobresalen, en narrativa, los redactores de la revista Cuna, y en poesía, los del Taller Ananga Ranga. Desde los ’80, también, surge un realismo poético que nos relata las historias vedadas de los condenados u olvidados de esos pequeños pueblos a mitad de camino entre el campo y la ciudad.” Sus mejores exponentes, según Romero, son Enrique Gamarra, Eduardo Gómez Lestani y Miguel Angel Moreyra.

“Ser un escritor que vive y escribe en el Chaco significa aprender a mirar desde nuestras orillas, sin renunciar a leer el libro del universo, en términos borgeanos-saerianos, pero atentos a los sonidos y tonos con que nuestros comprovincianos modulan sus pensamientos”, admite Romero. “Describir y comprender lo que observamos o imaginamos que está del o de los otros lados, sólo puede tener su singularidad, mirada o punto de vista particular, cuando sabemos que el lugar desde el cual miramos es una o varias historias, una o varias lenguas, una o varias culturas, una sintaxis, un tono, un modo de escandir la frase, el estribillo de la canción que es un eco perdido de la infancia; las notas con las que elegimos contarnos y contar una historia con el viento norte detrás.”

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