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Viernes, 13 de marzo de 2009
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ENTREVISTA AL ESCRITOR ESPAÑOL JAVIER MORO

“En toda familia hay algo de folletín y de telenovela”

En El sari rojo cuenta la historia de Sonia Gandhi, una italiana pobre que se casó con Rajiv, el hijo de Indira, y hoy es una de las mujeres más poderosas del mundo. “No es una novela. Aquí no podía inventar”, señala Moro, uno de los best-sellers de la literatura española.

Por Silvina Friera
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Moro estuvo tres años buceando en la historia de Sonia. “La investigación para este libro me la tomé como una campaña militar”, dice.

Aunque tiene los condimentos indispensables para ser un “cuento de hadas” –una joven italiana tan bella como pobre se enamora en Cambridge de Rajiv Gandhi, perteneciente a la estirpe más poderosa de la India–, la historia de Sonia Gandhi sintoniza mejor con el folletín, por las intrigas familiares en las que se vio envuelta, o con la tragedia griega, porque después del asesinato de Rajiv, en mayo de 1991, comprendió que los Gandhi pagan con la sangre de sus miembros un tributo constante al país. A pesar de odiar la política con todas las fibras de su ser, Sonia fue la prenda de un sacrificio mayúsculo: aceptó, presiones mediante, ser la presidenta del Partido del Congreso para liberar al país del peligro de los fundamentalistas religiosos y continuar con el legado político y moral de su familia, víctimas y prisioneros del poder. La tragedia se cierne cuando alguien vislumbra que no puede escapar al destino que otros han escrito. El sari rojo (Seix Barral), de Javier Moro, podría definirse como una “crónica novelada” donde se enlaza el relato de vida de una mujer que acabó ganando las elecciones en el segundo país más poblado de la tierra –vale recordar que votan nada menos que 700 millones de personas–, con la saga familiar de los Nehru-Gandhi y los vaivenes políticos de una nación turbulenta, en permanente proceso de cambio.

Moro (Madrid, 1965) había publicado anteriormente Pasión india (2005), que vendió más de un millón de ejemplares sólo en España y fue traducida a 17 idiomas. Cuenta que cada libro “contiene un misterio que quieres revelar, si no, ¿para qué vas a escribirlo?”. En El sari rojo –que alude al sari que tejió Nehru Gandhi en la cárcel para la boda de su hija Indira, el mismo que Sonia llevó cuando se casó–, la pregunta del millón es cómo fue posible que esta mujer haya ido en contra de su propio ser para asumir un destino que no quería. “Fue dificilísimo hacer este libro, porque Sonia no colaboró. Llegué a estar angustiadísimo porque me faltaba mucha información. Al final conseguí todo, pero me costó mucho. Estuve a punto de largarlo”, confiesa el escritor en la entrevista con Página/12. “De entrada me desanimaron cuando me advirtieron que ninguno de sus amigos iba a hablar de Sonia porque saben que ella no quiere que hablen. ¿Quién se pone mal con la mujer más poderosa del país? Nadie. ¿Qué va a ganar Sonia porque tú hagas un libro de ella?, me preguntaron. Y yo me quedé, no sabía qué responder. Creo que dije que le iba a dar cierta notoriedad fuera de la India. Pero a ella eso no le importa. Entendí entonces por qué ningún otro autor italiano hizo el trabajo que hice yo. Sonia desalentaba a todo el mundo. Pero conozco muy bien la India, y sé que todos acaban por hablar.”

Todo escritor confía en la frase “persevera y triunfarás”. Algo de esto sucedió durante los tres años en que Moro investigó y sacó los trapitos al sol de Sonia. “Me alquilé un apartamento en Nueva Delhi, cogí un chofer y me puse a esperar. La investigación para este libro me la tomé como una campaña militar. Hay una fortaleza que es Sonia Gandhi y hay que asediarla, a ver por dónde encuentro la fisura –explica la estrategia que adoptó ante la “emperatriz esquiva”, como la llamó el Times of India–. Hablé con mucha gente, pero por fin se abrió una fisura cuando Usha Bhagat, secretaria de Indira Gandhi durante veinte años, aceptó hablar conmigo. Y las confidencias de la secretaria de Indira fueron fundamentales para esta historia. Porque no hay como una secretaria para comentarte las intimidades, que era lo que a mí me interesaba, lo personal, lo doméstico. Yo buscaba lo que ella me contó; por ejemplo, que Indira, después de declarar la guerra a Pakistán, llegó al despacho, se sentó frente a Usha y le dijo: ‘Mañana es el cumpleaños de Sonia, hazme una lista de regalos que le puedan gustar’. Además, me dio el nombre de otras personas que estaban cerca, y fui tirando del hilo y pude hablar con la hermana de Sonia y con la hija.”

–¿Por qué es tan difícil escapar de la telaraña de la política india?

–No escapas a tu destino cuando tienes un apellido así en un país como la India. De alguna manera son prisioneros, por eso esta historia tiene un aire de tragedia griega. El destino está marcado y no tiene nada que ver con la elección personal. Eso es lo fabuloso de la historia de Sonia: una mujer que odia ser el centro de atención, que tiene una timidez enfermiza, que no le gusta hablar en público, que detesta la política porque la política se ha llevado la vida de lo que más quería en el mundo, en un momento da el salto y se convierte en la política con más éxito de su país de adopción. Sonia es una mujer tan íntegra que nunca ha olvidado que ha sido la hija de un pastor de vacas. El poder para ella es un sacrificio, un pesar, porque en el fondo le gustaría estar relajada, dedicándose a lo que más le gusta: la rehabilitación de cuadros antiguos; y vivir sin seguridad, poder visitar a sus nietos, a sus padres. Sonia fue secuestrada por el poder. El poder no la sedujo porque siempre ha visto el lado terrible de la política. Por eso es un personaje curioso.

–Aunque con el tiempo fue aceptada, su boda con Rajiv Gandhi generó un escándalo por ser una extranjera...

–Fue un escándalo, claro. Los grandes enemigos de los Nehru, que siempre ha sido la derecha fundamentalista, los acusaron de ser prooccidentales. Toda su vida la han atacado y la siguen atacando por ser extranjera. La campaña que lanzó la derecha fundamentalista contra ella, durante las elecciones de 2004, fue virulenta. Le decían “la zorra extranjera”, alarmaron hasta al Vaticano. Sonia quiere mantener un perfil bajo porque políticamente sabe que todo lo que se sepa de ella, aunque sea bueno, será utilizado en su contra por los adversarios políticos. La política es su peor enemigo. No se mezcla en ningún salado de la capital, no va nunca a ningún cóctel, nadie puede utilizar su poder.

–Aunque Sonia se negó a ser entrevistada, usted la conoció recientemente. ¿Cómo fue ese encuentro?

–La conocí a fines de mayo del año pasado, en Nueva Delhi, cuando ya había terminado de escribir el libro. Me acerqué a ella y le dije: “Señora, llevo tres años viviendo con usted”. Le expliqué quién era y me dijo: “Ah, tú eres el del libro”. Le mandé recuerdos de gente que había entrevistado en su pueblo natal, que no veía hace cuarenta años. “Tú sabes más de mí que yo”, me dijo. Le pedí que le echara un vistazo al libro y me diera su visto bueno. Entonces me miró y me dijo que eso no lo podía hacer. Si me hubiera hecho amigo de Sonia Gandhi, cosa que por otra parte no hubiera sido nada raro, no hubiera podido escribir el libro como lo he hecho, porque me hubiera sentido obligado y cohibido. “Oye, Sonia, ¿contamos o no contamos lo de tu cuñado?” Hubiera sido un horror. No hay mal que por bien no venga. La última pieza que me faltaba fue la historia de amor con Rajiv, porque no tenía a nadie que me contara el romance. Pero conseguí una lista de alumnos de Cambridge y los intenté localizar hasta que di con uno que estaba en España y me contó todo. Este libro no es una novela. Aquí no podía inventar, ni ganas tenía de inventar. ¡Qué vas inventar cuando es una historia real, comprobable, y no hay ningún personaje, ni situación inventada!

–¿Por qué en sus dos últimos libros las protagonistas son mujeres?

–Es una casualidad que sean mujeres, porque si Indira Gandhi hubiera tenido una hija en vez de un hijo y esa hija se hubiera casado con un italiano, hubiera escrito la historia del italiano. Lo que me interesaba era la cultura, no el género. Me interesaba que fueran europeas metidas en esa cultura india, porque el punto de vista de ellas es el del occidental sobre un mundo tan tremendamente complicado, diverso e inabarcable, que necesitas ese punto de vista para poder contarlo mejor. Es verdad que la psicología femenina ofrece para el escritor una gama y unos matices que no tienen los tíos. Es cierto que me gusta más escribir sobre mujeres, pero ésa no es la razón primera.

–¿Se identificó con el impacto que significó para Sonia tener que zambullirse en una cultura que, al principio, le resultaba ajena?

–Sí; es que la India da miedo porque las costumbres son tan distintas que ese miedo te tiene que pasar. Si acabas sabiendo algo de la India es porque te has metido ahí. Y meterse es pasar por los ritos de iniciación de una cultura que es tan distinta, tan arcaica, que da miedo. Lo que significa Sonia, su aportación a la historia moderna de la India, pero también al mundo, no se entiende si no te remontas a Nehru y a los valores por los que luchaba Nehru, que son los valores por los que luchó Indira y luego el marido de Sonia. Si no entiendes todo eso, si no vas al origen, ¿qué vas a contar? ¿La historia de una europea que se casa con un indio? No tiene mayor interés, por eso esta historia sólo se podía contar dentro de una saga familiar. Por eso hay tres hilos necesarios: la historia de Sonia, contra la historia de la familia, contra la historia del país. Son estos tres hilos que te dan realmente una idea de lo que fue su vida.

–La India se puso de moda, lo prueba la película Slumdog Millonaire, que obtuvo recientemente el Oscar. ¿A qué atribuye esta suerte de boom de lo indio?

–Es un país que está saliendo de su letargo histórico porque produce un millón de ingenieros al año que están por todas partes, porque es un Tigre asiático, junto con China es uno de los países que más ha crecido. India se pone de moda a partir del momento en que daña a Occidente, que de repente empieza a interesarse porque hay puestos de trabajo que se van para allá, porque las empresas hacen offshoring en la India porque es más barato. De pronto se preguntan: “Pero, coño, ¿quiénes son ésos? ¿No eran unos encantadores de serpientes incapaces de cualquier cosa?”. Cuando se descubre que ellos están haciendo mejor las cosas que nosotros, se despierta el interés de Occidente por la India.

–¿Qué le pareció la película?

–Yo había leído el libro y me había gustado mucho. Sé lo difícil que es contar una historia de un universo tan pobre y miserable como son las chabolas indias, y hacerla de modo que sea divertido. Es una proeza conseguir eso en un ambiente tan duro, tan pobre y horrible. Es una fábula que muestra muy bien lo que es la India; que la justicia sólo existe para los ricos o los de clase media. El simple hecho de que esta película haya sido aclamada en la India como una película india, cuando el director es inglés (Danny Boyle), indica que todo el mundo está de acuerdo con lo que se cuenta en la película.

–¿El fundamentalismo sigue teniendo predicamento en la India?

–Sí, el fundamentalismo es el gran peligro de la India. Sigue habiendo dos ideas opuestas y en conflicto sobre lo que debería ser la nación India. Una es la de Nehru, del Partido del Congreso, que sería la de una sociedad laica, aconfesional; ellos insisten muchísimo en mantener el país unido dentro de su diversidad. Hay otra idea muy extendida que es hacer de la India un país a imagen y semejanza de Pakistán, aglutinado alrededor de una religión. Si Pakistán es el país de los musulmanes, la India sería el país de los hindúes. Esta segunda idea es la del BJP, el partido en la oposición, que ha estado en el poder en los años ’90, y que precipitó al país creando una gran tensión entre comunidades, la gran pesadilla de todo gobernante indio. Sonia dio el paso para prevenir eso y lo consiguió. Es un caos gobernar la India. Son 1200 millones de personas, 4650 comunidades distintas, 500 idiomas, un sinfín de religiones, y en la cúspide de este cacao hay una italiana que, sin comérsela ni bebérsela, se encuentra ahí. En una novela esto resultaría inverosímil (risas). Por eso digo que mi libro no tiene nada de novela, no hay nada inventado.

–Sin embargo, ¿en algún punto El sari rojo parece un folletín?

–Siempre que cuentas la historia de una familia hay algo de folletín y de telenovela. Siempre digo que ahí donde hay una familia, hay una telenovela en potencia. Es una familia como cualquier otra, sólo que sus decisiones afectan a la sexta parte de la humanidad. En eso sí que son distintos.

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