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Viernes, 30 de abril de 2010
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ENTREVISTA AL ESPAÑOL LUIS GARCIA MONTERO, AUTOR DE MAÑANA NO SERA LO QUE DIOS QUIERA

“Cerrar los ojos no sirve para curar heridas”

En su novela, el escritor recrea los primeros años del poeta republicano Angel González. “Es un libro sobre la infancia en tiempos de guerra”, sostiene García Montero, uno de los intelectuales que están militando en los movimientos de memoria histórica en España.

Por Silvina Friera
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“No se pide castigo a los verdugos porque casi todos están muertos. Se pide justicia para las víctimas.”

El poeta Luis García Montero no cierra los ojos. No pacta con el olvido. Ni con el silencio. Quizá la memoria, dice el narrador de Mañana no será lo que Dios quiera (Alfaguara), su primera novela, sobre la infancia y primera juventud del poeta asturiano Angel González, sea “un reloj que sigue funcionando después de haberse perdido”. Crecer es una tarea difícil, una fatalidad, especialmente para un niño de familia republicana. Pero tener nueve años y perder la inocencia con un golpe de Estado y la Guerra Civil es como una quemadura “que sigue ahí, escondida, a la espera de que los años la saquen a flote”. Angel nunca dejó de recordar el paisaje de la derrota, las despedidas –el exilio de su hermano Pedro–, las muertes –su hermano mayor, Manolo–, la perplejidad y el miedo que respiró. Pero nunca tuvo el ánimo para escribir sobre esa experiencia labrada en la madera de su pasado. Eligió, en cambio, un “portavoz”, un discípulo y amigo –García Montero– para que dispusiera de los acontecimientos y las situaciones vividas, aunque por mucho que se cuente, siempre será más extenso lo que se ha olvidado.

García Montero dice que su primera novela es “un libro sobre la infancia en tiempos de guerra”. “Yo mantuve una amistad muy estrecha con Angel; con lo que yo sabía, lo que le pregunté y los documentos que reuní, intenté escribir una biografía. Pero enseguida me di cuenta de que no me interesaba el tono catedrático. Lo verdaderamente interesante en esta historia, más que hablar de un poeta, era contar cómo sufren las guerras los niños y los adolescentes, qué pasa con alguien que se está formando cuando se ve envuelto en la violencia; por eso cambié el tono de la biografía por la narración”, señala el poeta a Página/12.

–¿La carpeta azul existe? ¿Está entre esos papeles la respuesta de la hermana del poeta ante los cargos que se le imputaron?

–Sí, a la hermana, que era maestra, la depuraron y la expulsaron de la escuela por sus ideas republicanas; durante muchos años no pudo trabajar, hasta que le levantaron el castigo, pero exiliándola a un pueblo fuera de Asturias. Angel me dejó documentos y los fui reuniendo en una carpeta azul. Hacer literatura es crear sentido y en esa carpeta azul quise buscar la metáfora de la memoria. Y lo que permanece no son sólo los documentos oficiales, sino el calor de la vida. Una de las aventuras que se cuentan en la novela concluye con la pérdida de un reloj que le había regalado su madre. Ese reloj se va quedando sin cuerda hasta que se para. Eso suele ocurrir con la memoria cuando se cierran los ojos para pactar con el olvido. Cuando el olvido nos cierra los ojos, el reloj se detiene. La narrativa me ha servido para buscar ese reloj, ponérmelo en mi muñeca y en la muñeca de los lectores, y darle cuerda.

–Esta novela se publica en la Argentina justo cuando avanza la causa por prevaricación contra el juez Baltasar Garzón por su investigación de los crímenes franquistas. Es inevitable leerla con la coyuntura española soplando en el oído del lector, ¿no?

–Es lógico, claro, todo está relacionado. Cuando oí a Angel contar con ochenta y tantos años su pasado, me daba cuenta de que el pasado nunca pasa y el anciano que mira la realidad guarda dentro al niño que vivió una guerra. El pasado forma parte de nuestro presente; cerrar los ojos, imponer el silencio, no querer investigar, no sirve para borrar el pasado ni cerrar heridas. Eso es lo que pasa en España ahora. Cuando murió el dictador, empezó un proceso democrático; pero no hubo ruptura porque el poder franquista seguía muy fuerte y había miedo a un golpe de Estado. Entonces se apostó por una transición que no investigara los crímenes de la dictadura. Porque no estamos hablando de las muertes de la Guerra Civil, sino de los crímenes cometidos entre 1939 y 1975. Ahora que ya no hay miedo a un golpe de Estado, tenemos que completar la transición. Hay muchas víctimas que siguen buscando justicia, muchos familiares que quieren recuperar los restos de sus antepasados, muchos presos políticos y torturados que lucharon por la libertad y que necesitan un homenaje. Sólo esta restitución hará que se acaben las heridas y que se complete moralmente la transición. Cuando la Falange ha conseguido sentar en el banquillo de los acusados al juez que está intentado investigar los crímenes del franquismo, buena parte del país se ha dado cuenta de la situación de deuda que tiene con la memoria y con la verdad.

García Montero subraya que Angel González (1925-2008) fue un poeta que aprendió a escribir “sin esperanza, pero con convencimiento”. Durante cuarenta años creyó que sus ideas democráticas no iban a triunfar nunca. “Pero aprendió a defenderlas con convicción, aunque supiese que no estaba en el bando de los vencedores”, explica el poeta. “Cuando escribía la novela, él me pedía ‘que no fuera demasiado patética’ porque en medio de su dolor vivió momentos de alegría; en medio de la barbarie, encontró gestos de dignidad humana. Angel conservó el amor a la vida porque decía que el logro final de los verdugos es condenar a la víctima a la obsesión del rencor. El ejemplo de Angel no es el único. Muchas de las personas que estamos participando activamente en todos los movimientos de memoria histórica no tenemos el más mínimo asomo de rencor. Han pasado ya tantos años que no se pide castigo a los verdugos porque casi todos están muertos. Se pide justicia para las víctimas. No hay rencor ninguno, sino deseo de ser justo con las víctimas.”

–¿Por qué la derecha habla de “rencor” ante el pedido de justicia?

–La política suele falsear las palabras; el primer paso de la manipulación de la realidad es la manipulación del lenguaje. Cuando oigo declaraciones políticas o leo noticias sobre los inmigrantes que intentan llegar a España y se ahogan, y leo que se han ahogado “treinta ilegales”, me descompongo por dentro. La condición humana no puede ser ilegal y los que se ahogaron son treinta náufragos o treinta personas. Cuando se nos dice que la justicia es rencor, se está evidenciando que ciertos sectores poderosos de la población sólo respetan la justicia cuando está a su servicio. Y que la justicia no es el amparo de todos los ciudadanos, sino que es el brazo legal de los más fuertes.

–En la novela está muy elaborado el tema de la fabricación del miedo, cómo el niño percibe y vive en medio de esa máquina de terror. ¿El miedo del presente se parece al miedo del pasado?

–El miedo, que es inevitable en la condición humana, es también una llave imprescindible de la explotación. Me gusta mucho que te hayas fijado en el miedo porque quise prestarle especial cuidado a la formación del miedo. Una dictadura se teje con el miedo. Hay mucha gente que prefiere cerrar los ojos y mirar a otro lado para no comprometerse; hay mucha gente que no cierra los ojos, pero tiene que aprender a resistir y su resistencia, incluso su militancia, tiene que conversar con la prudencia. La fabricación del miedo fue tan fuerte que se olvida que el franquismo fue un régimen de una crueldad asombrosa, no sólo durante la Guerra Civil, sino en la posguerra. El franquismo siguió condenando a muerte hasta 1975, el mismo año de la muerte de Franco. El miedo se fue tejiendo hasta tal punto que la sociedad española quería cerrar los ojos y mirar hacia otro lado. Una parte de la sociedad española hoy se pone nerviosa cuando hablamos del pasado. Cuarenta años de manipulación han dado sus frutos.

El poeta se refiere al miedo generado también por la crisis económica. “La gente tiene miedo de perder su puesto de trabajo y le cuesta entrar en un sindicato y participar en una movilización contra una empresa. Por eso es fundamental que los necesitados tengamos el amparo del Estado”, plantea García Montero. “Por el neoliberalismo nos hemos acostumbrado a que la libertad se confunda con el individualismo. Pero se nos ha olvidado que la libertad tiene una función social, y que para ser realmente libres tenemos que tener un amparo público; un Estado que me asegure que pueda defender mis derechos sin que pierda el trabajo, o que si pierdo el trabajo me den una indemnización justa y no me lancen a la miseria. Sólo cuando consigamos un Estado que nos dé seguridades seremos realmente libres.”

–La situación de Garzón se puede leer como una amenaza: “No te metas con el pasado porque vas a terminar como él”.

–Lo que sienten los familiares de las víctimas es indignación. Como me he involucrado mucho en el movimiento y he estado en la plataforma que convocó la manifestación del 24 de abril contra la impunidad del franquismo y he sido portavoz en algunas mesas redondas, he tenido la oportunidad de conocer a muchas víctimas. Los familiares de las víctimas han perdido el miedo y están dispuestos a actuar. Estoy convencido de que la solidaridad con las víctimas es un certificado de dignidad democrática; que desamparar a las víctimas y abandonar a los que sufrieron es una prueba de las fisuras de la democracia española. La tan cacareada transición está llena de fallas, de renuncias y de olvido.

La publicación de Mañana no será lo que Dios quiera en Argentina tiene “muy ilusionado” a García Montero. “En las manifestaciones a favor de las víctimas en que he estado siempre ha habido alguna Madre de Plaza de Mayo que nos contaba todo lo que han conseguido”, recuerda el poeta. “En esta novela cuento cómo una familia fue destrozada, cómo se asesinaba un hermano, cómo a otro se lo echaba al exilio, cómo fueron depuradas y castigadas dos mujeres. Angel siempre me decía que los verdugos nunca iban a conseguir que él perdiera el amor por la vida ni el deseo de la alegría. Ese amor por la vida y ese deseo de alegría no fue incompatible para él con el ejercicio de la memoria. Más que la historia infantil de un poeta famoso quise expresar la gratitud hacia toda una gente que dio ejemplos de dignidad, que se puso el país en los hombros y en las condiciones más difíciles sacaron adelante a niños como Angel. Porque Angel representa a un niño de los muchos que vivieron en España la Guerra Civil.”

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