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Martes, 20 de julio de 2010
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¡Muérete!, un original libro de poesía on line

“Nos tomamos la muerte con humor”

El poeta Alberto Elías y el ilustrador Addrox Karpenkopf cruzaron sus inquietudes y “publicaron” trece textos viscerales, que el autor define como “accidentes lingüísticos”. Todos ellos impregnados de una reconocible estética pop.

Por Silvina Friera
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Addrox Karpenkopf, que también es cantante de la banda Capitán Veneno, y Alberto Elías.

Tarde de sábado gris de invierno, garúa molesta. Un joven poeta que hace más de diez años que vive en Buenos Aires, pero nació en Santiago del Estero, está en Palermo, en la casa de una amiga. Se encuentra con su ex jefe de una agencia de diseño y publicidad. El poeta le cuenta que tiene unos poemas juguetones que podrían ser ilustrados. “Ahí se de-sencadenó todo”, recuerdan ahora, también un sábado, pero al mediodía y con un sol apabullante,

Alberto Elías, el muchacho de inconfundible acento santiagueño, y Addrox Karpenkopf, el ilustrador. Lo que se desencadenó puede ahuyentar en un primer golpe de vista. Más si lo primero que aparece es una calavera rojo sangre con unos dientes blanquísimos. Hay símbolos y palabras que aterran desde tiempos remotos. Es un libro de poesía on line, ¡Muérete! (se lee en “mexicano”, estirando y acentuando la “e”), subtitulado “Accidentes lingüísticos”. Si el que avisa no es traidor, la dupla deja en claro el tono de lo que vendrá. “Para cuando termines de leer este libro, estarás más cerca de tu propia muerte. Es sólo cuestión de tiempo.” Si el curioso se sobrepone a la primera impresión, tiene que atravesar otro peaje. El futuro es promisorio y sonríe desde la inexorable dedicatoria: “A todos los que se murieron y a los que se van a morir”.

Entren. Es el título del primer poema. Tiene un tono imperativo, una súplica “ordenada” al lector. “R con R cigarro, y yo fumo./R con R barril, y yo tomo./Qué rápido ruedan las ruedas del ferrocarril que me estromba!/que de repente me triparte/ Me atroncha y yo me entruesco/ Me acalamito y en miles de chorrestros me hago escuadros/ ¡Ay!” La locomotora es una calavera; el humo es rojo. “Alguien fuma en el vagón fumador/ Alguien se toma un vino en alguna estación/ Y me pasa por encima de la vida la vía/ Y qué rápido ruedo.” Elías, el autor de estos textos que define como “accidentes lingüísticos”, recuerda que en la post crisis de 2001 no pasaban muchas cosas. “Bueno, voy a empezar a generar. Y comencé a escribir, a mi manera, quizá cosas que estaban dichas en otros discursos, pero como jugando.” El poeta plantea que la muerte “nos atraviesa a todos”. “Pero no tengo un alma gótica ni nada por el estilo –aclara–. La muerte es un misterio; no sabemos bien de qué se trata. La muerte es tan repentina, como sucede en muchos de los textos del libro, que uno no se explica muy bien por qué pasa. Entonces caés en esos lugares comunes de valorar la vida, esas obviedades típicas de velorio. Quise jugar con el lenguaje, divertirme, tomarme la muerte con humor.”

Joven de pocas palabras, el ilustrador asiente hasta que rompe el silencio. Lo primero que revela es que tiene “dos personalidades”. Addrox es el nombre que adopta como ilustrador este muchacho de jopo estilizado, voz de las cavernas a lo Pappo y un aire de mafioso “ruso” –tiene antepasados polacos y lituanos– que se llama Adrián y es el cantante de la banda Capitán Veneno. “Lo primero que trabajé fue el tema de los colores, siempre con tonos rojo, como la sangre, y los colores de advertencia, de peligro, como el negro.” Después irrumpieron los esqueletos, “muertos que mueren, el esqueleto de un tipo que se resbala en la bañadera o se ahoga en un vaso de agua”. Pero antes de concebir el horizonte de su ilustración, hubo una idea primaria. A Addrox/

Adrián se le ocurrió que en vez de la clásica tilde en la é de muérete, mejor sería poner un cuchillo afilado. “Ahí me dije chau, definitivamente, Adrián va a ser el ilustrador de este libro”, comenta Elías. “Ilustrar poesía se torna desafiante al no tener imágenes tangibles para agarrarte –admite Addrox–. Es todo sobre emociones, sentimientos, y es más complicado. Pero está bueno porque te obliga a colocarte en otra posición para dibujar y transformar esos sentimientos en elementos.”

Desnucado. Otro poema que se las trae. “Acariciar de golpe (en cámara lenta)/la nuca al borde de la/ enjabonada bañadera blanca/. Y veo la luz/ Y huele a lux.” Elías duda. No sabe si la muerte es un tema tabú. Admite que tenía miedo de cómo podrían reaccionar los lectores. “En ese poema de un tipo que se desnuca me imaginaba que alguien me diría que su tío se murió de esa manera y si yo creía que estaba oliendo un jabón... Temía que surgiera este tipo de susceptibilidades. Pero por suerte no pasó.” Addrox quiere meter un bocadillo. “Parece que no hay que reírse de la muerte, ¿no?, pero es algo de lo que nadie escapa. Creo que lo único que nos queda es reírnos un poco. No por tomarla con seriedad nos va a esquivar. La gente tiene la sensación de que si no habla de la muerte no va a pasar. Hay un miedo que genera porque los que saben de la muerte no lo pueden contar”, ironiza el ilustrador. Elías retoma el asunto y lo lleva a la arena social. “Los argentinos siempre nos morimos de algo: nos morimos de hambre, de sueño, de angustia, de amor, de risa. La muerte está muy metida en el lenguaje, en cómo hablamos”. Addrox, el ex jefe de Elías en una agencia de publicidad, agrega: “El me quiero morir por cualquier cosa lo tenemos muy incorporado”.

Los trece textos que conforman el libro son viscerales. “No fueron muy planificados, salieron de una manera accidental, espontánea”, reconoce el autor. Algunos, como el del comienzo, coquetean con los refranes. “Yo trabajo en publicidad y siempre trato de buscar una referencia y darle una pequeña vuelta para que sea más fácil y a la gente le quede –explica el poeta influido por Oliverio Girondo, Julio Cortázar y E.E. Cummings–. También puede ser que el refrán sea como una entrada a un texto que después se va para otro lado. Los refranes son materia lábil para jugar.” Para este poeta, que nació en Santiago del Estero en 1977, la inflexión de la lengua santiagueña tiene más riqueza y adornos. “Es un acento muy marcado y tan fuerte que a veces no entendemos ni siquiera lo que estamos hablando –bromea–. Lo que tiene de particular el santiagueño es que habla de vos pero con el verbo en tú. ‘Vos ayer a la noche has estado en el restaurante este...’ No se me fue el acento, no logro hablar como porteño. Y eso que estudié teatro.” Aunque estaba muy decidido a ser actor, cuenta que después de cuatro años llegó el desencanto. “Actuar exigía un cambio de tonada que no iba conmigo. Yo digo arroba (lo pronuncia ayoba) y todo el mundo me pregunta qué dije. Pero si hablara de otra manera, no me reconocería. Es una cuestión de identidad.”

Suerte de Mr. Hyde, Addrox –así lo llama hasta su madre– es el más extrovertido. “Pero ahora está hablando Adrián”, avisa el joven porteño que nació en 1981, un viernes a la noche, “primer indicio de lo que sería un vida signada por la inmadurez”, confiesa en su breve biografía. “Los cuerpos de las ilustraciones están marcados por la estética del stencil, el cartoon y los dibujos animados –enumera el ilustrador–. Alguien que me influye mucho en todos los sentidos es Tim Burton y su libro de poesía La melancólica muerte de chico Ostra. Pero la mayor obsesión a la hora de hacer las calaveras me viene de José Guadalupe Posada, que hacía unos grabados que me parecen que son los mejores hasta el día de hoy. Quería que los dibujos tuvieran su cuota de oscuridad necesaria, pero digerible.” El libro on line circula más rápido. “No teníamos ni los fondos ni los medios para publicarlo impreso. Mucha gente que lo leyó nos comentó que le encantaría verlo en papel. A nosotros también, pero es todo un trabajo salir a buscar editorial y por ahora queríamos ver cómo funcionaba y la reacción de la gente.”

El poeta admite que en ¡Muérete! hay algo de la estética pop. “Son cosas que pasan todo el tiempo, accidentes de tránsito, muertes inesperadas, un novio que enloqueció y mató a la novia, lo que se lee siempre en los diarios. Pero son muertes vistas con otro lenguaje que las ilumina. El propósito no es que después de leer el libro digan: ‘la vida es un accidente y nunca más me baño’.”

* Se puede leer ¡Muérete! enwww.muerete.com.ar

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