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Sábado, 1 de abril de 2006
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NUEVA INICIATIVA DE EDITORIAL COLIHUE

Los dramaturgos argentinos ya tienen colección propia

Con obras de Víctor Winer y de Jorge Goldenberg y dirección de Jorge Dubatti.

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Winer y Goldenberg, autores de la primera horneada de Dramaturgias argentinas.

El teatro es un acto fugaz, efímero. Todo lo que dentro del recinto teatral sucede es irrepetible, único, producto de la mágica interacción entre un elenco y un público dado. El libro de teatro, en cambio, es de una naturaleza distinta: las palabras están allí fijadas y cada lector se acerca al libro de forma individual, imaginando lugares, rostros y vestuarios. Aun así, el libro no tiene nada que envidiarle al acto escénico ni viceversa. Si algunos guionistas de cine sostienen que “el guión está destinado a la muerte”, pues sólo es un medio para crear otro producto artístico –la película–, con el texto teatral pasa algo completamente distinto. El libro de teatro es mucho más que la fosilización de las palabras pronunciadas en escena sobre un papel; es un género literario entre tantos, como la novela y el cuento. Con esta concepción de la dramaturgia y reconociendo el valor del teatro argentino actual, varias editoriales han lanzado en los últimos tiempos ediciones de teatro contemporáneo. Editorial Colihue es una de ellas: recientemente presentó Dramaturgias argentinas, una colección que dirige Jorge Dubatti y que por el momento lleva editados cuatro tomos dedicados a las obras de Jorge Goldenberg, Víctor Winer, Alejandro Tantanian y José Luis Arce.

Si aquel acto fugaz que es el teatro etimológicamente significa “mirador”, la colección de Colihue pretende nada menos que convertirse en un mirador al cual el lector podrá asomarse para encontrarse con la multiplicidad de poéticas y la intensa actividad del teatro argentino. En esta oportunidad, Dramaturgias argentinas presenta Postal de vuelo y otras piezas teatrales, de Víctor Winer (que además de la obra que se menciona en el título incluye Freno de mano, Luna de miel en Hiroshima, Un toque de inspiración y Examen de Carnaval). Teatro completo I, antología de textos Jorge Goldenberg, abre con Cartas a Moreno, pasando por Krinsky, La lista completa y el monólogo Sería más sencillo, para cerrar con la más reciente Fotos de infancia, publicada con ilustraciones. Foolyk, teatro I, de Alejandro Tantanian, está compuesto por Juego de damas crueles, La tercera parte del mar, Sumario de la muerte de Kleist, Un cuento alemán y Comedia. Un maestro de Alemania. Y finalmente, el número dedicado al cordobés José Luis Arce, En un país al viento y otros dramas, incluye la pieza que le da título al libro más La embarazosa elocuencia del corazón que no siente, La conspiración amarga, Mnemosyne y El sueño del dios. En todos los casos, un estudio sobre la poética del autor, una entrevista al dramaturgo y su biografía acompañan las obras.

“Son libros que apuntan a evitar la fotocopia –dice Winer–, tienen un precio razonable (entre 16 y 18 pesos) y son muy completos: incluyen cinco obras cada uno más los estudios posteriores. El interrogatorio, como yo llamo a la entrevista final, fue un trabajo muy interesante y sentí mucho placer al dejar testimonio de mi periplo de escritura. Me encontré contestándome cosas acerca de mi dramaturgia que jamás hubiera reflexionado por mí mismo. Como dije en el prólogo, este libro me delata y me esconde entre sus líneas.” “En mi caso –agrega Goldenberg–, algunas obras habían sido publicadas en distintas ediciones, pero ninguna buena. Esta es la primera vez que se las publica correctamente.” Ambos, en diálogo con Página/12, se muestran más que satisfechos con esta edición de dos mil ejemplares con amplia distribución en todo el país. “Este es un factor fundamental –aclara Winer, aludiendo a la distribución–; algunas ediciones agonizan cruzando la General Paz.”

–¿Se lee teatro en la Argentina de hoy?

Jorge Goldenberg: –Tengo la sensación de que se lee menos que cuando yo tenía 20 años. Recuerdo que las obras de O’Neill, Shaw y Lorca se editaban en cantidad y ocupaban un espacio en la literatura. Hoy creo que no sucede lo mismo. Además, el desarrollo del discurso teatral en el último tramo del siglo XX ha llegado a una especificidad tal que su relación con la literatura se hace más compleja. Muchos espectáculos de la cartelera porteña actual no serían legibles en textos: son textos escénicos, que si se los aísla de la experiencia a la que uno asiste tal vez no generarían los mismos sentidos que generan.

Víctor Winer: –Sin embargo, yo creo que se lee más que hace 15 años. Hay un lector latente de teatro, aunque difícil de cuantificar. Existe una sensación térmica que así lo indica: hay una mayor cantidad de ediciones.

–¿Qué expectativas tienen respecto de estas nuevas ediciones? ¿Creen que incentivarán nuevas puestas de las obras, por ejemplo?

J. G.: –No tengo ninguna expectativa puntual. Lo que me interesa de la colección, tanto por lo que está publicado como por lo que se planea publicar, es que expresa bien la enorme diversidad de poéticas que hay en el panorama teatral argentino. El teatro nacional es mucho más rico que en otras épocas en cuanto a diversidad de procedimientos. En la colección se incluyen autores que no son de Buenos Aires y éste es un dato clave porque tengo la impresión de que cada vez más el fenómeno teatral en las provincias es más importante. Entre mis expectativas, por supuesto, incluyo que alguien lea los textos y los quiera hacer; pero la expectativa mayor es que haya una amplia lectura del libro, sobre todo por parte de gente que no está vinculada con la profesión.

–¿Cuál sería el rol del dramaturgo en la sociedad contemporánea?

Ante la pregunta, silencio. Como si los autores aprovecharan la ocasión para zambullirse en sus historias y encontrar puntos de contacto con la realidad. Goldenberg, concentrado tal vez en algo que –dice– le preocupó siempre: “La relación íntima que tenemos nosotros con lo que llamamos historia”. O imaginando una vez más a aquel Krinsky, personaje real que a través del dramaturgo vivió tantas historias de ficción. Winer, por su parte, quizás aprovecha la pausa para sobrevolar el aeropuerto de Postal..., donde un grupo de desconocidos juega al póquer por dinero. O visitar el tren fantasma de Luna... o aquella habitación de hospital en la que José planea ser atropellado en Nueva York, porque “allí un hombre debajo de un auto vale más que en Buenos Aires”. Todos relatos individuales construidos por un autor que “sin quererlo” retrató la Argentina de su tiempo. Finalmente, las respuestas.

J. G.: –El rol del dramaturgo es el que le cabe a todo artista. Es la posibilidad de abrir campos de sentido.

V. W.: –Voltaire diría: su rol es ser el calígrafo de su sociedad.

Informe: Alina Mazzaferro.

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