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Sábado, 29 de diciembre de 2012
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El chino Mo Yan, en el centro de una polémica que excede lo literario

Revolución cultural contra un Nobel

El premiado autor de Sorgo Rojo fue tildado de “hombre de paja del régimen” por Salman Rushdie. Otros escritores se sumaron a la condena. Y el peruano Iván Thays les contestó a los objetores, acusándolos de “dictadores literarios”.

Por Silvina Friera
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Mo Yan es vicepresidente de la Asociación de Escritores de China.

¿Por qué los partidarios de la libertad a veces terminan siendo comisarios políticos y abanderados de la censura que tanto repudian? La pregunta viene a cuento por la catarata de críticas –y exabruptos– de muchos escritores contra la pertinencia de haberle concedido al chino Mo Yan el Premio Nobel de Literatura 2012, un narrador satírico que eligió un seudónimo literario cuya traducción significa no hables. “Hombre de paja del régimen”, lo llamó Salman Rushdie, autor que ha padecido la persecución fundamentalista y del que se esperaría una argumentación de mayor espesura. “Una prostituta que insiste en que sus servicios son limpios”, lo comparó el poeta Ye Du. Pero el cruzado mayor es Liao Yiwu, escritor chino exiliado en Alemania desde 2011. La carta que le envió al comité de la Academia sueca lo convirtió –según el escritor peruano Iván Thays– en una suerte de “dictador literario”. “Escribir poesía después de Auschwitz es una barbaridad. En el caso de China, luego de la masacre del Tiananmen en 1989, la escritura que evita el testimonio es vergonzosa”, plantea Yiwu.

¿Evita el “testimonio” Mo Yan? Se podría afirmar que el autor de Sorgo Rojo pisa una raya sin saltarla: critica dentro de un margen de maniobra reducido, parodiando los absurdos de la sociedad comunista del pasado. No es complaciente, aunque sea afín al régimen.

“Eruditos como son –escribe Yiwu dirigiéndose a los académicos– me parece que no han experimentado una dictadura, ni cuentan con un sentido real de todo el mal hecho por el Partido Popular Comunista, y es debido a esta deficiencia que seleccionaron a Mo Yan, un escritor que logró convertirse en el vicepresidente de la Asociación de Escritores de China, controlada por el Partido. Conscientes o no, ustedes comparten la misma opinión de Mo Yan respecto del Partido Comunista Chino.”

Si se adoptara el razonamiento del escritor chino exiliado –ganador del Premio de la Paz del Gremio Librero Alemán 2012–, tal vez no resulte conveniente leer ni celebrar la obra literaria de Louis-Ferdinand Céline –autor de violentos panfletos antisemitas–, ni la filosofía de Nietzsche o de Heidegger. Y que cada quien sume a esta lista otros poetas, narradores y pensadores de notable calidad poética-narrativa-ensayística que hayan defendido ideologías abominables. Según recuerda Yiwu, Mo Yan era un participante activo en el movimiento para la libertad y la democracia, pero luego de la represión se apartó inmediatamente. “Mo Yan (...) decidió evadir el tema de 1989 en su obra. Esto es equivalente a la situación de los escritores en la Unión Soviética que se abstuvieron de hablar sobre el gulag de Stalin, y a la de los escritores judíos que evitaban el tema del Holocausto”, compara el escritor chino exiliado y agrega que el autor de Grandes pechos, amplias caderas es un escritor perteneciente al sistema, pero que “ahora ha establecido el nuevo estándar de ‘los cínicos lo tienen todo’”.

Quien ofrece otra mirada es Iván Thays. Vale la pena recuperar lo que escribió hace unos días en el blog Vano oficio. “Lo que Liao Yiwu, ni los demás críticos desencajados, perciben es que frases como ‘escribir sin dejar testimonio es vergonzoso’, los convierten en lo mismo que atacan: dictadores literarios. Son ellos los comisarios que imponen los límites, los censuradores que dictan cuáles son los temas obligatorios que un escritor debe escribir para no caer en ‘vergüenza’ ni ser llamado ‘prostituta’, como han calificado (...). El tema Mo Yan demuestra lo frágiles que son los límites entre la censura y la libertad, lo voluble que son las convicciones, lo ideológico camuflado detrás de cualquier principio que se pretende universal. (...) ¿Tan pronto se han olvidado Liao Yiwu o Salman Rushdie que la libertad de expresión que ellos defienden, y que les fue negada por escribir un poema o una novela contra el poder de turno, es la misma que le quitan a Mo Yan de escribir lo que quiera y como quiera? ¿Tan fácilmente los líderes de la libertad y los defensores de la literatura como un objeto que trasciende la ideología y el sometimiento a cualquier idea que no esté en el autor, se convierten en censuradores y quieren obligar a Mo Yan a escribir sobre lo que ellos quieren, creer en lo que ellos creen y opinar como ellos opinan?”. La misiva de Yiwu no tiene desperdicio: “Mo Yan expone el lado oscuro del régimen, pero se limita a denunciar un gobierno de bajo rango, sin cuestionar el lado oscuro del Imperio central. En cuanto a la crítica que hace sobre la política de control de natalidad en China, incluso los medios oficiales han venido denunciando las brutalidades perpetradas por los oficiales locales encargados del asunto. Además, dado que la política se ha flexibilizado un poco en los años recientes, resulta seguro escribir sobre este tema”.

Borges podría emerger como un “ejemplo” que no fue. Aunque no se pueda conjeturar quién hubiera ocupado el papel de la disidencia china, en caso de haber obtenido el Nobel, no cuesta imaginar una sentencia de este tipo: “Conscientes o no, ustedes comparten la misma opinión de Borges respecto de la dictadura chilena”. La información sobre las nominaciones y las deliberaciones del jurado –reglamento mediante– deben permanecer en absoluta confidencialidad por 50 años. Habrá que esperar todavía un tiempo para conocer por qué le negaron la máxima distinción a la que puede aspirar un escritor. Sin embargo, se ha dicho que una de las razones fue que en 1976 el autor de El aleph recibió de manos del dictador Augusto Pinochet el doctorado honoris causa de la Universidad de Chile, circunstancia en la que pronunció un discurso del que luego se arrepintió públicamente. “En esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita.” En 1980 Borges recibió a las Madres de Plaza de Mayo en su casa y firmó una solicitada por los desaparecidos. Cinco años después, en julio de 1985, estuvo en la sala donde se juzgó a las Juntas Militares y escribió una crónica para la agencia EFE: “No juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse, de algún modo, en su cómplice”.

Volviendo a Mo Yan, el escritor tuvo un papel lamentable en la conferencia de prensa que ofreció en Estocolmo. El Premio Nobel vinculó la censura en China con los rigurosos controles de seguridad que rigen en los aeropuertos. “Cuando iba a tomar el vuelo y pasé por la aduana querían revisarme, incluso que me quitara el cinturón y mis zapatos. Pero creo que esas revisiones son necesarias”, subrayó. Y eludió cualquier definición sobre Liu Xiaobo, el ganador del Premio Nobel de la Paz que permanece encarcelado y fue sentenciado a 11 años de prisión en 2009 por coescribir un llamado atrevido para terminar con el gobierno monopartidista y realizar reformas democráticas. “Quedó mal parado el ciudadano Mo Yan, sin duda, pero no el escritor (...), dueño de una imaginación fabulosa, un narrador que relata en sus novelas –incluso las más fantasiosas o absurdas– la condición humana, el abuso del poder, el machismo imperante que considera a las mujeres como inferiores –reflexiona Thays–. Si festejamos el premio Nobel a Gao Xingjian, negado por el régimen chino, escribiendo lo que su talento le permite desde el exilio, festejemos también el de Mo Yan escribiendo dentro de su país, y cuya obra trascenderá cualquier desafortunada conferencia de prensa, cualquier carnet del partido y, en especial, cualquier crítica de los hombres que hoy levantan las banderas de la censura en nombre de la libertad de expresión”.

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