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Martes, 20 de mayo de 2014
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Opinión > A la Legislatura de Neuquén

Un libro que se convirtió en causa

Por Guillermo Saccomanno

Intentaré palabras de gratitud hacia esta Legislatura pero no sólo. Celebro que nuestro libro Un maestro –y digo nuestro porque es un relato en coautoría con su protagonista, Orlando “Nano” Balbo– haya sido considerado de interés provincial.

Una vez Antonio Dal Masetto me dijo que el mejor destino de un libro es que se convierta en causa. Y éste es el caso. Más allá de sus méritos literarios, que en mucho deben a la capacidad narrativa de Nano, éste es un libro que surge de la memoria, de la memoria del dolor y de la resistencia contra el autoritarismo y las políticas liberales que se implantaron mediante el secuestro, la tortura y la desaparición. Nano, ustedes deben saberlo, es un sobreviviente. Pero no hace gala de su sobrevivencia. Siguiendo a Jean-Paul Sartre, Nano entiende que no se trata tanto de lo que la historia nos hizo sino de lo que somos capaces de hacer con ella. Con eso que la historia le hizo, el Nano educa.

Ambos nos conocimos en esta provincia y no en las mejores circunstancias. Hacíamos la colimba bajo otra dictadura. El lugar fue Junín de los Andes. Nos perdimos en la turbulencia de la distancia, el tiempo y el terror. Sin embargo estamos hoy aquí. Y estamos no sólo como intelectuales resistentes. Estamos como militantes de una causa: la educación popular. Traducido: la escuela pública. Porque la educación, tal como la entiende Paulo Freire, es liberación. Un acto de conciencia a favor del respeto hacia los seres humanos, la distribución de riqueza, la igualdad de oportunidades. Hablo de justicia.

Cuando nos conocimos en los ’70 –como ahora–, la sociedad estaba dividida en clases. Pero en esa época la dialéctica feroz del sistema no había alcanzado la categorización de una nueva clase, una casta: la clase política. Esta situación de privilegio, que debería avergonzar a quienes se sientan involucrados en lo que digo, por lo menos, nos consterna.

En este sentido entendemos este libro como un libro político. La escritura no es sólo bellas palabras, bellas formas. Es también política y es ideología.

En consecuencia, este acto es un acto político. Y lo es un espacio donde la representación de los intereses populares debe primar.

No puedo, no podemos hacernos los distraídos con la historia.

En la provincia donde se escribió la historia de Un maestro un chupadero fue bautizado con ironía macabra La Escuelita. En esta misma provincia el 24 de marzo de 1976 fue secuestrado el Nano Balbo y hace unos años, el 4 de abril de 2007, fue fusilado el maestro Carlos Fuentealba.

Como escritor uno piensa que un libro termina cuando se pone el punto final. Triste resonancia la de punto final, dos palabras que juntas remiten a la vergüenza de nuestra historia. En verdad nuestro libro no terminó cuando lo entregamos a la editorial ni cuando llegó a las librerías. Este libro, nuestro libro, aspiraba a un final, por cierto: el Nano declarando y los represores sentenciados. Pero no. Su final, por causa de una Justicia morosa y la complicidad civil, debió ser un inexorable final abierto. Por tanto, nuestro libro no está terminado. Continúa en sus lectores.

Y de ellos, ustedes, dependerá su posible cierre narrativo.

La historia continúa. Siempre continúa.

No es poca cosa que el libro circule y siga circulando entre docentes, alumnos y lectores que lo pasaron de mano en mano, lo fotocopiaron, lo reprodujeron en medios electrónicos. Lo que viene a probar el porqué de una tercera edición, ahora en formato de bolsillo para que su acceso resulte menos oneroso. En este punto, nuestro agradecimiento a la editorial Planeta.

Pero no quiero terminar estas reflexiones sin hacerle un agradecimiento muy especial a quien estuvo presente en la primera presentación del libro en la Universidad del Comahue: Noemí Labrune, la luchadora de la APDH en esta provincia.

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