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Viernes, 1 de agosto de 2014
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Comienza la tercera edición de Buenos Aires Negra

Un encuentro literario que elude la corrección política

El Festival Internacional de Novela Policial de Buenos Aires tendrá como invitados al escritor griego Petros Márkaris, el francés Karim Miské y el congolés Emmanuel Dongala, pero también a ex delincuentes, ex policías, abogados especializados, periodistas y economistas.

Por Silvina Friera
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“El crimen es funcional a la sociedad por toda la gente que vive directa o indirectamente del delito”, afirma Ernesto Mallo, director del BAN!

Los negros invaden la ciudad durante nueve días. La tercera edición del Festival Internacional de Novela Policial de Buenos Aires, el BAN!, empieza hoy en el Centro Cultural San Martín. El lema, “Donde el crimen real se mezcla con el crimen de ficción”, establece el sello distintivo de este encuentro literario que intenta abolir toda clase de corrección política, como advierte el escritor Ernesto Mallo, ideólogo y director del festival. Los autores de ficción no colonizan exclusivamente la programación. Aunque varios de los invitados en esta edición, como el griego Petros Márkaris, el francés Karim Miské y el congolés Emmanuel Dongala, entre otros, brillen por el modo en que cada uno mete las manos en la masa de la ficción criminal: la violencia de género, la globalización del crimen, el pensamiento bélico que impera en la sociedad, son problemas que requieren ser asediados desde múltiples perspectivas que incluyen las de ex delincuentes, ex policías, abogados especializados, periodistas y economistas. “El narcotráfico es un tema candente en este momento. Traemos a Paco Haghenbeck, que acaba de publicar una novela, La primavera del mal, que toca el narcotráfico entre México y Estados Unidos, pero en los años ’30. O sea que esto no es ninguna novedad, no es de ahora. Y viene Brian O’Dea, que fue narcotraficante, hizo 600 millones de dólares y estuvo catorce años preso. Es muy importante porque es un personaje que no aparece nunca, “el amigo americano”, el que gestiona el tráfico dentro de los Estados Unidos. Nosotros vemos en las películas, en las series, que se habla del colombiano, del mexicano y bla bla bla, pero nunca del que hace el verdadero negocio dentro del país. El 90 por ciento de la cocaína que se produce en el mundo se consume en Estados Unidos. El 75 por ciento del dinero que deja la droga queda en Estados Unidos”, explica Mallo a Página/12.

Neill Franklin, un ex policía que durante 33 años lideró fuerzas antidroga para la policía del estado de Maryland –Howard Colvin, de la popular serie The Wire, está inspirado en él– y que ahora es director ejecutivo de Law Enforcement Against Prohibition (LEAP, Aplicación de la Ley en contra de la Prohibición), participará de Buenos Aires Negra. “Franklin está en contra de la prohibición de la droga, dice que la única manera de acabar con el negocio de la droga es legalizarla –cuenta Mallo–-. El negocio de la droga está sostenido por la prohibición y por el concepto de ‘guerra al narcotráfico’. La guerra es un negocio, el narcotráfico es otro. Son dos empresas multinacionales que hacen sinergia: se motivan una a otra.”

El director del BAN! celebra la llegada de Dongala, autor de la novela Johnny Mad Dog, en la que explora el tópico de los niños de la guerra. “A partir de la miniaturización de las armas es que los niños cada vez más pequeños entran en la guerra. Un chico de 10 años puede manejar una Kalashnikov porque es un arma pequeña con poco retroceso. Antes no había niños en las guerras porque las armas eran muy grandes y muy pesadas”, sintetiza. Otro de los invitados, desconocido por estos pagos, es el holandés Gauke Andriesse, que escribe novelas relacionadas con el robo de obras de arte. “En una de las charlas va a contar sobre un falsificador de cuadros holandés que le vendió un cuadro trucho a Hermann Goering. ¡Hay que animarse a venderle un cuadro falso a Goering!”, ironiza el autor de La aguja en el pajar y Delincuente argentino. “El año pasado pusimos en marcha la cuestión de la economía del crimen con Ricardo Kesselman y Pablo Besmedrisnik. Fueron muy reveladoras las cosas que contaron: por ejemplo, que la DEA gasta en combatir el cultivo de hoja de coca en Perú y en Bolivia 4 mil millones de dólares al año. Por cultivar eso, los campesinos ganan 2 mil millones al año. Acá es donde se ve claramente el negocio de la guerra del narcotráfico. La DEA no va a renunciar a 2 mil millones de presupuesto. El negocio sigue funcionando porque hay mucha gente implicada. El crimen es funcional a la sociedad.”

–¿Por qué es funcional?

–Los gobiernos tienden a mostrar al crimen como un virus que se instaló y que hay que erradicar. El crimen es funcional a la sociedad por toda la gente que vive directa o indirectamente del delito: el servicio penitenciario, los que fabrican uniformes y alarmas, las agencias de seguridad, las policías, los jueces... Si mañana por una cuestión mágica desapareciera el crimen, se produciría un colapso económico inmediato por la cantidad de bancos que viven del lavado de dinero. El crimen permea a toda la sociedad; por lo tanto es una cuestión de la sociedad más que de los gobiernos. La gente viene al festival a hablar del crimen y de la relación que tiene el crimen de ficción con el crimen real. Eso que siempre se dijo de que la realidad supera a la ficción no está más vigente. Lo que dejó de existir fue la realidad y ahora es todo ficción, y lo que tenemos son percepciones de lo real. La percepción que tenemos de la realidad es la que nos viene dada a través de los medios. Cada medio tiene su línea política y va a expresar aquello que responde a esa línea. Después uno tiene que sacar alguna conclusión para tener una idea de lo que está pasando. Sólo tenemos percepciones de lo real.

El teléfono del escritor suena. Atiende como quien no le queda más remedio y despacha el asunto en menos de un minuto. “Una cosa en la que hacemos hincapié es en el estudio científico del crimen. La Argentina tiene presupuesto cero para estudiar científicamente el crimen. ¿Cómo lo vamos a combatir si no sabemos de qué se trata, cómo funciona, qué pasa? El Estado tiene que dar recursos para el estudio científico del crimen, saber de qué se trata y obrar. Si no, la única respuesta que queda es la respuesta militar, usar las policías. Pero nunca dio resultados en ningún lugar del mundo. Y sigue sin dar resultados. Los seres humanos en general y los gobiernos en particular están atravesados por un pensamiento bélico. La guerra por definición es un crimen, es la manera legal de asesinar, de torturar. Las guerras convierten a una cantidad de ciudadanos en asesinos; los entrena y les enseña a matar. Estados Unidos es el país más agresivo del mundo; desde la independencia para acá ha estado siempre en guerra con alguien. Todos estos temas y preocupaciones atraviesan a Buenos Aires Negra.”

–¿El BAN! es una réplica de la Semana Negra de Gijón?

–Buenos Aires Negra es una hija bastarda de la Semana Negra de Gijón. Incluso tenemos un arreglo con la Semana Negra por el cual todos los años nosotros premiamos a un autor que es invitado a Gijón y ellos premian a un autor que viene a Buenos Aires. Buenos Aires Negra tiene una marca distintiva: mezclar gente que trabaja el crimen real con el crimen de ficción. Un invento nuestro que ahora lo están tomando otros festivales en el mundo. Lo que más me complace es instalar debates necesarios y saludables en la sociedad. Y abolir toda clase de corrección política, que no sirve más que para disfrazar.

–¿Hay objeciones por invitar a ex delincuentes al festival?

–Sí, las han hecho. Una vez había invitado a un comisario y cuando llegó La Garza Sosa a dar una charla, el comisario me dijo: “Una vez que se es delincuente, siempre se es delincuente...”. Hay este tipo de objeciones. Sin embargo, una de las actividades que tuvo mayor éxito fue la presentación de La Garza Sosa, que hizo llorar a la audiencia porque es un hombre que tiene una sinceridad esencial que no he visto en otra persona. Hay un principio que cumplimos en Buenos Aires Negra y es que el delincuente no hace apología de sus delitos, no está orgulloso de lo que hizo; es alguien que ha reflexionado sobre el asunto y que ha pagado su deuda con la sociedad. Lo más importante es tratar de indagar cuáles son las condiciones para que un delincuente se pueda reinsertar. Es increíble y puede parecer medio ridículo y romántico –y yo de romántico tengo muy poco–, pero la clave es el amor. Cuando un delincuente tiene un objeto de amor importante, ese tipo tiene la chance de reinsertarse. Claudia Cesaroni va a hablar de los prisioneros de la maquinaria judicial. Un tipo que delinque es tomado por la maquinaria judicial y no lo suelta más. La reincidencia hace que no pueda salir de la delincuencia porque está siempre acosado. Para que un tipo se reinserte en la sociedad, para que se reforme, tiene que tener un referente afectivo y un referente laboral, porque si el tipo no tiene esas dos cosas, no se reinserta; y el sistema judicial atenta contra esto. La idea generalizada en la sociedad es que “hay que meterlos en cana”, “hay que matarlos”. Cuando se alientan a las fuerzas del orden a matar, se está convirtiendo a esos tipos en asesinos, se está aumentando la masa de delincuentes.

–¿Qué aporta mezclar el crimen real con la literatura?

–Me tocó ser jurado en una cantidad de concursos de novela policial y veía muchas inconsistencias al narrar ficción criminal. La ficción criminal tiene que ser verosímil; no puede bajar de un plato volador un marciano y resolver el crimen o adivinarlo en una sesión de espiritismo. De ahí surgió la idea de invitar a la gente que sabe para que los escritores también escuchen. Lo que se inició como una cuestión casi pedagógica, terminó produciendo un debate social. El mundo de la literatura policial se enriquece con el aporte de gente que habla de cosas que a un escritor, que no está metido en el mundo del delito, ni se le ocurren. Por ejemplo, cómo se vive en la clandestinidad, cuánto cuesta. Vivir en la clandestinidad cuesta diez veces más que vivir en la legalidad. Los que vivimos en la legalidad no nos damos cuenta de que hay un mundo paralelo que convive con el nuestro todo el tiempo; un mundo con leyes, con códigos, con recursos, con organización. Como está estructurada la sociedad y como está estructurado el sistema judicial y penitenciario, lo que estamos haciendo es producir mayor cantidad de criminales de muy baja calidad.

–¿A qué se refiere?

–Un delincuente inteligente no rompe más allá de lo necesario y evita matar, porque sabe que la condena por matar es mucho más grave que por robar. Entonces trata de mantenerse cerca de las categorías más bajas del Código Penal en cuanto a pena. Un criminal que mata a un jubilado para robarle la billetera es un tarado. Las cárceles están llenas de pobres y estúpidos porque los verdaderos productores de miseria y de pobreza no están en las cárceles, están sueltos manejando empresas. Tenemos que levantar la calidad de los criminales y esto tiene que ver con dos variables: el tiempo de asistencia a la educación formal y el nivel de recursos. Cuando en una sociedad hay más tiempo de asistencia a la educación formal y mayor nivel de ingresos, los crímenes descienden y suben las estafas. Es preferible que a uno lo estafen y no que lo maten. Una sociedad desarrollada atiende mejor las necesidades de los ciudadanos. Finlandia es el país que tiene menor cantidad de crímenes en el mundo. Una de las sociedades menos de-sarrollada es Estados Unidos, porque a pesar de todo su poderío y dinero es la que tiene mayor cantidad de asesinatos en el mundo. Muchas veces escucho hablar de que en “países serios” no suceden estas cosas. ¿Qué es un país serio? No existe. En Estados Unidos hay en este momento, mientras hablamos, 70 asesinos seriales sueltos que nadie tiene idea dónde están y que están matando ahora mismo. En los países más desarrollados industrialmente es más común el fenómeno del asesino en serie. Estados Unidos, Inglaterra, Rusia son los países donde hay mayor cantidad de asesinos en serie. Producen heladeras, automóviles y asesinos en serie. Tiene que ver con la sociedad industrial, que está basada en el pensamiento bélico; es muy popular el arte de la guerra en las empresas americanas, estudian eso los ejecutivos. La competitividad, la presión por ser mejor, vuelve loco a cualquiera.

–A propósito de la presencia de Petros Márkaris, cuya última novela transcurre durante la crisis griega, ¿la novela negra sirve para iluminar mejor el drama político y social?

–La crisis que vive Europa no sucede por casualidad; son crisis que se generan para hacer un nuevo reparto de la economía. Cuando un país entra en problemas económicos, devalúa la moneda, se hace más competitivo y puede vender sus productos al extranjero, entonces tiene mayores ingresos y restablece el equilibrio. Pero en Europa no se puede hacer esto porque está la Unión Europea y la moneda no les pertenece a los países. ¿Entonces qué hacen? Devalúan a la gente; generan desempleo, bajan los salarios. Devaluar a la gente es un hecho criminal. En novelas como la de Márkaris se ve claramente este tipo de crimen, ahí es donde la novela revela cosas que otros medios no pueden revelar. La novela –y ésta es su gran ventaja–- no está obligada a probar lo que cuenta porque es una ficción. La novela policial es la mejor herramienta para conocer el estado de una sociedad. En las novelas del Norte de Europa, en las sociedades de bienestar, que ahora tienen un boom policial, creo que hay una cuestión estética: la sangre en la nieve queda muy bien (risas). Pero lo que está revelando es que esa sociedad de bienestar tiene un malestar metido adentro. Quizá sea el aburrimiento... No hay sociedades perfectas ni nada que se le parezca. El gran drama de la humanidad es el pensamiento bélico. Somos monos con dinero y armas, como dijo Tom Waits. El hombre desciende del mono, eso se sabe; pero no de cualquier mono, sino del mono asesino que mata a sus congéneres.

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