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Viernes, 19 de septiembre de 2014
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LA BIBLIOTECA NACIONAL ENTREGARA EL PREMIO ROSA DE COBRE A SIETE POETAS

Galardón a voces vitales y diversas

Arturo Carrera, Graciela Maturo, Mirta Rosenberg, Leopoldo Castilla, Jacobo Regen, Ricardo Herrera y Rafael Felipe Oteriño serán los distinguidos en esta oportunidad, la tercera en que se otorga el premio. Será hoy a las 15, en el auditorio Borges de la BN.

Por Silvina Friera
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Para Carrera, cada premio plantea como tarea seguir escribiendo.

Las vibraciones que produce la poesía se podrían asimilar a los viejos archivos que hibernan en la memoria de un puñado de lectores. De pronto, un sonido, un hilo de luz, una palabra regresan con la extrema intensidad y familiaridad de la primera vez. La tercera edición del Premio Rosa de Cobre, reconocimiento honorario que desde el año pasado entrega la Biblioteca Nacional, distinguirá, hoy a las 15 en el auditorio Borges, la indómita obstinación, vitalidad y diversidad de legados que despliegan las voces de Graciela Maturo, Mirta Rosenberg, Rafael Felipe Oteriño, Leopoldo Castilla, Arturo Carrera, Jacobo Regen y Ricardo Herrera. “Tengo una gran alegría por recibir este premio, inesperado por muchas razones, y en especial por recibirlo en compañía de poetas que mucho admiro”, cuenta Maturo a Página/12. La escritora que nació en Santa Fe en 1928 y fue docente e investigadora en Letras, autora de Canto de Eurídice, Orfeo canta y Navegación de altura, entre otros poemarios, plantea que como poeta ocupa un lugar “más próximo de la Generación del ’40, con la cual me formé aunque soy más joven, que de la generación del ’50 a la cual pertenezco por edad”.

Maturo advierte que nadie puede afirmar que su propia poesía “trae aportes valiosos y dignos de quedar en una literatura”. “Esos aportes podría deducirlos algún crítico, algún lector entregado y dispuesto a captar esa poesía como yo lo hago con Castilla, Banchs, Cortázar, Marechal y otros. Mi aporte podría venir de esa lectura poética continua ejercida en la cátedra y en mis ensayos. Leo al poeta con una entrega total, empática, cuidando de no imponer mis categorías previas a esa lectura –por eso hablo de una fenomenología del texto– y completo esa lectura con una hermenéutica en la que –sin destruir lo anterior– cabe una investigación sobre la formación del autor, su pertenencia cultural y geográfica, la historia o la tradición a la que pertenece”, explica la autora de Fenomenología, creación y crítica, La mirada del poeta y Marechal: el camino de la belleza, entre otros ensayos. “También diré que en mis esbozos teóricos he partido de esas lecturas, preferentemente en mi propio idioma, y no de teóricos modernos muy difundidos que han teorizado en otros contextos y sobre poetas de otras lenguas. No por algún tipo de nacionalismo o chauvinismo, sino por pensar, humboldtianamente, que cada lengua es un cierto universo de sentido ligado a un tiempo-espacio propio. Es más, me he interesado por las poéticas de los escritores y las he tomado como elemento válido en la enseñanza universitaria.”

Maturo cree que no toda palabra es importante de guardar o publicar; “aunque a veces pasa por ella una luz o cierta verdad que nos asombra”, aclara. “Me siento interpretada por Heidegger cuando dijo que el lenguaje llegaba a convertirse en la casa del Ser. Tengo una idea de lo poético que arraiga en lo metafísico y religioso. A veces he escrito poemas desangelados y cuando los leo son los que más gustan, porque nuestra época es así. En mi libro El rostro, hay algunos poemas que me parecen traspasados por esa luz, como ‘Formas terrestres’:’Dulce amarra del hombre, sometido/ a la antigua costumbre de ser de la manzana/ del pájaro, del árbol,/ del pez distinto y frío, de la piedra.// Oh número del mundo, defendido/ por el tierno cilicio de la forma./ Entre mis dedos, suave, una manzana/ me da su peso íntegro, su pura/limitación de orbe pequeño y concluido./ En mi mano descansa su redonda/tensa sabiduría de sí misma.//Y parecen creadas una para la otra’”.

Carrera (Buenos Aires, 1948) subraya que el Premio Rosa de Cobre es “una gran alegría y un acercamiento a nuevas personas que dicen un amable sí”. “Cada premio te plantea una tarea: la de la esperanza, la de seguir escribiendo, en mi caso. Y es una tarea, un deber difícil. El de comenzar todo de nuevo, con la misma pasión”, admite el autor de Escrito con un nictógrafo, La partera canta, Potlatch y Las cuatro estaciones, entre otros poemarios. “El trabajo del poeta es el fruto de un misterio y de una obsesión: ¿qué parte del mundo que nos rodea, cuáles sentidos nos dejan al borde de la sensación que es el común denominador del ritmo, de la vida? ¿Qué obsesión quiere que la vida no se aparte del arte, como si la vida se diera por un lado y el arte por otro? En eso trabajamos y como dijo el gran poeta italiano Umberto Saba: ‘Los poetas tenemos los días contados, como el resto de los hombres, pero qué variados se nos hacen’. La variedad es la cantera más difícil donde trabajamos y si se nos preguntara qué es, la medida sería el asombro. Incluso el ‘no sé’. Ese es mi lugar. Como arma política y ética, la poesía es quizá devolverles a quienes me rodean un habla más nueva, más inquietante, más pura.”

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