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Martes, 25 de noviembre de 2014
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Ayer anunciaron el esperado Premio Cervantes para Juan Goytisolo

Cuando un premio llega más tarde que temprano

Finalmente, a los 83 años, el autor de Campos de Níjar y Paisajes después de la batalla, entre innumerables novelas, ensayos y poemarios, obtuvo el galardón más importante de las letras hispanas. Un autor tan prolífico como iconoclasta.

Por Silvina Friera
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El visceral rechazo de Goytisolo a la España conservadora comenzó cuando tenía sólo siete años y su madre murió por un bombardeo franquista.

“Anómalo como todo creador” y de “nacionalidad cervantina”. Así se define el escritor inclasificable que forjó un culto de la heterodoxia, voz precoz en su disidencia entrenada en la incorrección política que deviene consagrada por las arbitrariedades de los mecanismos de “recompensas y castigos” del sistema literario español. Quizás una mueca de burla franqueó el rostro de Juan Goytisolo en su casa en Marrakech, a unos pasos de la plaza de Xemaá-el-Faná, donde vive desde 1981, cuando le comunicaron ayer que, finalmente a los 83 años, más tarde que temprano, ganó el premio Cervantes 2014, dotado de 125 mil euros y considerado el galardón más importante de las letras hispanas. El jurado destacó en la obra de este prolífico autor “las propuestas estilísticas complejas desarrolladas en diversos géneros literarios”, además de su voluntad de integrar “las dos orillas a la tradición heterodoxa española y por su apuesta permanente por el diálogo intercultural”. En esta edición volvió a cumplirse esa ley no escrita que estipula que el premio se reparte alternativamente cada año entre Latinoamérica y España. El año pasado lo obtuvo la escritora mexicana Elena Poniatowska.

“Cuando me dan un premio, siempre sospecho de mí mismo. Cuando me nombran persona non grata sé que tengo razón”, subrayó el escritor en 2008, después de enterarse de que le otorgaban el Premio Nacional de las Letras, y se refería a los oscilaciones en su vínculo con Almería: “Primero me declararon persona non grata por Campos de Níjar, luego me declararon hijo predilecto en agradecimiento; y luego, persona non grata otra vez por tomar partido por los inmigrantes en El Ejido”. Nacido en el seno de una familia vasco-cubana en Barcelona, el 5 de enero de 1931, Juan es hermano del poeta José Agustín Goytisolo –fallecido en 1999– y del también escritor Luis Goytisolo.

Su visceral rechazo a la España tradicional y conservadora empezó en 1938, cuando tenía sólo siete años y su madre murió durante un bombardeo del dictador Francisco Franco. El veinteañero rebelde que publicó sus dos primeras novelas, Juego de manos (1954) y Duelo en el Paraíso (1955), pronto intuyó que el franquismo censuraría su obra, inscripta en esos años en el realismo social. En 1956 se exilió en París, donde vivió hasta 1969. Durante sus años parisienses trabajó como asesor literario de la editorial Gallimard y conoció a Monique Lange, la novelista y guionista con quien se casó y quien lo puso en contacto con Jean Genet, una de las figuras que más lo influyeron. La trilogía El mañana efímero, integrada por El circo (1957), Fiestas (1958) y La resaca (1958), se destaca por su enfoque antiburgués, que defendió en el ensayo Problemas de la novela(1959) y en Campos de Níjar (1960), relato de un viaje que el autor hizo por las áridas tierras de Almería, en el que describe las trágicas condiciones de vida de sus habitantes.

Saborear los viajes como caramelos predilectos que conducen a forjar un espíritu cosmopolita. El joven Goytisolo se movía por los países y sus diferentes culturas como un pez por el agua. Entre 1969 y 1975 fue profesor de literatura en universidades de California, Boston y Nueva York. “Tanto en París como cuando daba clases en Nueva York me había acostumbrado a una sociedad heterogénea. El barrio del Sentier me procuró una educación que ninguna universidad me podía proporcionar: el contacto con migrantes de todas las partes del mundo. Pasear por allí era pasar de Pakistán a India, de India a Turquía. Cuando volvía a España, en el año ’76, sólo había españoles, y me pareció terrible. En aquella época no había inmigrantes, y ver una sociedad tan homogénea me decepcionó”, recordó el escritor que en la década del ’60 tiró del hilo de las formas y su escritura evolucionó hacia una etapa más experimental.

Señas de identidad (1966), publicada en México, donde habla abiertamente de su homosexualidad, entraña el abandono de las propuestas realistas y la asimilación de técnicas de la novela moderna –cambios de punto de vista, saltos en el tiempo, relato en segunda persona, monólogo interior, prosa poemática, pasajes en verso y mezcla de diversos géneros–, requeridas por la visión más compleja que representaba esta nueva fase de su producción. El protagonista, Alvaro Mendiola, alter ego del escritor, es un español exiliado en Francia que realiza un breve viaje profesional a España para intentar recuperar su pasado. Pero termina en el más profundo y dramático desarraigo. Este personaje, encarnación de la frustración de la generación de posguerra, reaparece en las dos novelas siguientes: en Reivindicación del Conde don Julián (1970) y Juan sin tierra (1975).

Defensor de los derechos de las mujeres, de los homosexuales y de todas las minorías, Goytisolo ha dedicado varios ensayos a referentes suyos como Blanco White, Manuel Azaña o Américo Castro. “La Transición política cambió el rumbo de la sociedad española, pero no ha ido acompañada de una transición cultural”, advirtió en muchas ocasiones el flamante premio Cervantes, autor de las novelas Makbara (1980) –texto deliberadamente fragmentario en el que cuestiona el progreso de las sociedades occidentales enfrentándolas a la pureza de lo primigenio–, Paisajes después de la batalla (1982), Las virtudes del pájaro solitario (1988), La cuarentena (1991), La saga de los Marx (1993), El sitio de los sitios (1995), Las semanas del jardín (1997) –la historia de un homosexual internado en un manicomio militar a principios de la Guerra Civil–, Carajicomedia (2000), Telón de boca (2003) y su última novela, El exiliado de aquí y de allá (2008), entre tantos títulos.

Es tan prolífico Goytisolo que genera una especie de calambre óptico; habría que añadir un puñado de ensayos como Disidencias (1996), Paisajes de guerra: Sarajevo, Argelia, Palestina, Chechenia (2001); y los dos volúmenes de sus memorias, Coto vedado y En los reinos de taifa –editados en 1985 y 1986–, una descarnada revisión de su infancia y de su compromiso antifranquista a la vez que un minucioso relato sobre la conflictiva asunción de su homosexualidad, paralela a su cambio de registro literario.

“Yo tengo fama de heterodoxo y nunca he buscado la heterodoxia sino ampliar la base del canon, es decir, incorporar lo que había sido dejado de lado, ampliar el ámbito reductivo del nacionalcatolicismo, la fidelidad a un relato histórico que no se corresponde con la realidad –planteó el escritor–. Hay tres temas tabú en la cultura española. Uno es el carácter mudéjar de la literatura española –castellana y catalana– en sus tres primeros siglos. Se escribe en lengua romance pero inspirándose en modelos literarios árabes. El segundo, la importancia del problema de la limpieza de sangre: toda la literatura está embebida de la violencia entre cristianos viejos y cristianos nuevos y esto se traduce en nuevas formas literarias en el siglo XV y el XVI. Tercero, el extrañamiento del tema erótico. Tanto Menéndez Pidal como Unamuno hablan de la cultura española como una cultura casta en contraposición al libertinaje de la cultura francesa. Cuando uno conoce el Cancionero de burlas, La lozana andaluza o La Celestina se encuentra con un rotundo desmentido a esta afirmación.”

En 2008 anunció que abandonaba la novela para escribir sólo ensayos, poesía y los artículos que frecuentemente publica en El País de España: “No tengo nada que decir y es mejor que me calle. No escribo para ganar dinero ni al dictado de los editores”. Ardores, cenizas, desmemoria es el poemario que publicó en 2012. “La novela es un género omnívoro, puede incluir la poesía, pero la poesía no puede incluir la novela”, postulaba entonces este escritor español que habla árabe y defiende la marroquinidad del Sahara español. “Lo que he escrito a partir del último capítulo de Señas de identidad es a la vez prosa y poesía. La mejor lectura es una lectura en voz alta, sobre todo de libros como Makbara, Paisajes después de la batalla o Las virtudes del pájaro solitario. Están escritos para ser leídos en voz alta.” Una de sus preocupaciones es la derechización de las sociedades europeas y la persecución a los inmigrantes. “Una cultura es la mezcla de las influencias externas que ha recibido con los años. Y yo, personalmente, de la mezcla cultural he aprendido tanto como de Cervantes.” Goytisolo no vacila en cuestionar el mito de la “Marca España”, ciego y sordo a la cruda realidad de una sociedad que está sufriendo el desempleo y la marginación. “Si fuera caricaturista, pondría a un parado sentado en la acera pidiendo para comer y a alguien que viene a anunciarle que la agencia Standard &

Poor’s ha elevado la nota de España de A Plus a A Plus Plus. Eso es lo que nos están vendiendo.”

Lejos de practicar la amnesia, un mal que ha aquejado a muchos, el escritor, como acostumbra, planta sus banderas: “Legislar sobre la memoria histórica puede llevarnos a extravíos, pero no se puede olvidar que mientras las víctimas de la anarquía de los primeros tiempos de la Guerra Civil están en la gloria, el resto de perseguidos y desaparecidos debe seguir pudriéndose en las fosas comunes”.

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