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Jueves, 30 de abril de 2015
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FERIA. Las viejas, el libro de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, se presentó en la FIL

Voces que cuentan la historia de un país

Virginia Giannoni se encargó del armado y su hermana Ana de la investigación y las entrevistas en este libro coral realizado a pedido de las Madres, que querían “contar en primera persona cómo se conocieron, cómo se organizaron, cómo se fueron construyendo”.

Por Karina Micheletto
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La imagen de las Madres descubriendo a un agente de Inteligencia durante una acción es parte del libro.

El aniversario que hoy cumplen las Madres de Plaza de Mayo, a 38 años del inicio de su lucha, suma un nuevo motivo de celebración: la publicación de Las viejas. Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora cuentan una historia, el libro en el que por primera vez las voces de estas Madres tejen una historia propia, tan en primera persona como abierta, frontal, honesta, cálida y aguerrida. Son voces individuales y colectivas; voces que cuentan la historia de un país. La publicación de Marea Editorial, que fue presentada ayer en la Feria del Libro, estuvo a cargo de Virginia Giannoni, junto a Ana Giannoni en la investigación y la realización de las entrevistas. Ellas dieron forma al pedido de Madres Línea Fundadora: un libro capaz de “contar en primera persona cómo se conocieron, cómo se organizaron, cómo se fueron construyendo”.

Las de Las viejas son voces protagonistas y testigos de un capítulo fundamental en la historia argentina. Voces que pueden disentir en determinados temas (el rol del espacio de memoria que funciona hoy en la ex ESMA, la postura frente al resarcimiento económico, la relación con Hebe de Bonafini), pero que aun así forman parte de un colectivo inescindible. “Muchas, la mayoría de las Madres, ya no están con nosotros. Pero cada una de las que participan en este libro dio su testimonio y contó lo que recuerda de estos años junto a sus compañeras”, se lee en la introducción. “Esos recuerdos no son todos iguales, en muchos casos se contradicen y forman un coro heterogéneo. Este libro es el tejido de todos esos recuerdos, de todas esas historias que junto a las otras forman una más amplia, una de grupo.”

A esta historia coral se suma, sobre el final del libro, una historia fotográfica que comienza con las primeras rondas en la Plaza, en 1977, todavía sin el pañuelo, registra los volantes acusatorios, amenazas y pintadas de la dictadura (“Madre Subversiva” en la puerta de una casa) y hasta papelitos como aquel en el que Alfredo Astiz dejó sus datos falsos, al infiltrarse entre las Madres, recorriendo también acciones como el Siluetazo o la Marcha de las Máscaras, el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, hasta llegar a las multitudinarias marchas de la actualidad.

Giannoni se acercó primero al archivo de las Madres, unos doce años atrás, investigando para una muestra sobre los recordatorios de desaparecidos publicados en este diario (Poesía diaria. Porque el silencio es mortal, que más adelante tomó forma de un libro con prólogo de Adolfo Pérez Esquivel y de las Madres). De esas visitas al archivo del organismo surgió una relación cercana, en especial con Aída Sarti, quien lleva adelante el archivo. “Ellas me honraron con su presencia en todas aquellas presentaciones”, dice la autora. Dos años atrás, su hermana, Ana Giannoni, empezó a trabajar en el archivo, y así surgió el pedido de Marta Vásquez, presidenta de la asociación: las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora querían tener el libro que narrase su historia, desde ellas mismas.

El cómo tomaría forma ese pedido, cuenta Giannoni, fue todo un trabajo que implicó tomar decisiones, llegar a acuerdos, ir y venir en las ideas. “La decisión fue hacerlas conversar entre ellas. Y fue acertada porque tienen hecho carne esto que son: las escuchás hablar y aparece esta noción de lo social en cada cosa de la que hablan, su militancia no está separada de sus vidas”, advierte.

–¿Cómo puede definirse esa concepción?

–Aunque ellas no lo puedan teorizar, la de las Madres es una concepción de ciudadanía. Son mujeres muy grosas, acostumbradas a esto tan femenino que es hacer fuerza entre todas, al mismo tiempo y calladamente. Y así han logrado ocupar el espacio político desde otro lugar. Por eso se convirtieron en símbolo, porque lo que hicieron fue volver a la fuente absoluta de la participación política, y además desde su condición de mujeres, entendiendo la política y el poder desde un modo muy orgánico; eso es lo que nos maravilla de ellas.

–Con eso en cuenta, ¿cómo pensaron el libro?

–Tomamos la decisión de que no hubiera un narrador: es una narración coral. Pensamos que eso las representa y además yo tenía ganas de mostrarlas a ellas en esta especie de caos que es tan femenino, en el que a la vez, a la hora de hacer o decir lo importante, son inequívocas, de una claridad contundente. Eso nos permitió también mostrar este arco que hay entre ellas, sus puntos de vista diferentes y a veces contrapuestos. Eso también las representa, esa capacidad de avanzar en las diferencias.

–En este punto, exponer con naturalidad ciertas diferencias hace más valioso aún al libro. ¿Tuvieron algún reparo en este sentido?

–No, porque ellas la tienen clarísima. Insisto, creo que es una característica de lo femenino, se bancan convivir con eso, sin demonizarlo ni ocultarlo. Y es así que una dice: “Qué maravilla todo lo que hay ahora en la ESMA, cuando voy allá encuentro a mi hijo”, y otra dice “no puedo pisar la ESMA”. No están de acuerdo, pero siguen siendo parte de la misma asociación y de la misma unidad; ahí es donde uno comprueba todo lo que tenemos para seguir aprendiendo de ellas. Es una lección política de muchísimo grosor.

–No está explicitado en el libro, pero está haciendo hincapié en la cuestión de género, en la condición femenina que marcó esta lucha de años.

–Es que podemos ir hasta Antígona: ellas saben y defienden el valor de la manada, lo tienen, les baja. Es un saber previo a cualquier postura militante. Y así lo han expresado y lo han puesto en acto: no sé de dónde me viene, no sé cómo se llama esto, yo lo que sé es que tengo que venir acá, porque lo que lo que me está pasando no me está pasando a mí sola. Ellas entendieron la política en el sentido último, y lo tomaron como un derecho y como una obligación, hasta las últimas consecuencias.

–Sin embargo, ellas no lo marcan especialmente.

–Claro, no es algo que hayan teorizado, lo ponen en acto. Hasta suena gracioso cuando una dice: “Nosotras nos llamamos apolíticas pero no existe eso, ¿no? Decir ‘yo no me meto en política’”. O la que dice, tajante: “Yo en cuestión de géneros nunca intervine”. ¡Nooo, claro! (risas). Se aprende muchísimo estando cerca de ellas, se aprende del modo orgánico en que funcionan, del modo en que se pelean, fuerte, en las asambleas, y una vez terminada la asamblea siguen lo más bien, con esa práctica cotidiana de lo asambleico maravillosa. Son mujeres grosas, de verdad.

–¿Y qué les dijeron las Madres cuando leyeron el libro?

–Fue conmovedor, porque muchas pudieron hacer un alto en su vorágine y fue como si escucharan las historias de sus compañeras por primera vez. Y siempre preocupándose por las otras: veo que mis compañeras sufrieron, cuanto sufrió tal, venir a enterarme acá de tal cosa... Me encantó la devolución de una que dijo, en referencia a la cantidad de testimonios y temas que se cruzaban: “Sí, es un caos. Es el caos que es”. Y otra Madre dio la definición perfecta: dijo que este libro es como una pared en la que se va pintando un mural. Entonces uno viene y dibuja algo, el otro pinta arriba, el otro pega algo más allá, y así se va armando la figura. Y bueno, si logramos que lo vean así, siento que logramos lo que nos propusimos: allí están todas ellas, están sus voces, una junto a otra, contando su historia.

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