Imprimir|Regresar a la nota
Jueves, 30 de abril de 2015
logo espectaculos
Jesús Carrasco y su novela Intemperie, que se presenta hoy en La Rural

“El silencio es una forma de expresión”

En su libro, el notable escritor español busca un ambiente rural, “una experiencia vital que es muy fuerte porque coincide con los primeros años de mi vida”. Pero se resiste a hacer una pintura bucólica: “El campo es inclemente, no es un mundo de maravillas”.

Por Silvina Friera
/fotos/espectaculos/20150430/notas_e/na32fo001.jpg
“Siento cierta alergia por las novelas ambientadas en la posguerra o que tienen que ver con el franquismo.”

¡Que vivan los periféricos del mundo, escritores que posan su mirada en el campo hermoso y cruel! Un niño en fuga se encuentra en el camino con un viejo pastor con sus cabras, un sabio silencioso de la supervivencia, el hueso más duro de roer. La amenaza del siniestro alguacil que lo persigue despliega el puño de una tensión. El lirismo del silencio es la levadura de una violencia soterrada. El paisaje es uno de los principales protagonistas. “Las estrellas en lo alto parecían incrustadas en una esfera transparente. Delante de él, el llano se sacudía el sufrimiento que el sol le había causado durante el día, desprendiendo un olor a tierra quemada y pasto seco (...) Pensó que se encontraba en el lugar más alejado del pueblo en el que había estado en toda su vida. Lo que se extendía frente a las plantas de sus pies era para él, sencillamente, tierra incógnita”, revela el narrador de Intemperie (Seix Barral), primera novela de Jesús Carrasco, una suerte de Cormac McCarthy a la española, elegida Libro del Año (2013) por los libreros de Madrid, traducida a 15 idiomas. Carrasco se presentará hoy a las 19 en la Feria del Libro, en la sala Victoria Ocampo, junto con el escritor español Alberto Olmos y dos escritores argentinos con los que comparte una mirada descentrada respecto de las grandes urbes: Selva Almada y Hernán Ronsino.

“Cuando miro al cielo, siento que estoy viendo el mismo cielo que veía Aristóteles”, dice Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972). “He nacido en un pueblo de Badajoz cercano a la frontera con Portugal. Cuando tenía cuatro años, mi familia se trasladó a otro pueblo en el centro de España, donde viví hasta los veintipico. Y sigo volviendo porque mi madre vive ahí. Para mí es natural escribir sobre el campo, no había una intención del tipo: ‘Hay mucha literatura urbana, voy a hacer algo rural’. No. Elegí aquello que me era más cercano, más necesario. No hubiera podido escribir esta novela sin esa experiencia vital que es muy fuerte porque coincide con los primeros años de mi vida”, cuenta Carrasco a Página/12. “La experiencia central del niño no me ha sucedido a mí ni a nadie que conozca. Comparto con él la idea de huir, como todos los niños que hemos querido escapar de casa alguna vez.”

–Hay novelas que obligan a mirar de otra manera lugares y temas. ¿Qué sucede con el campo cuando no es sólo paisaje?

–He intentado que no sea un texto bucólico. No quería embellecer o estilizar el campo porque no es así. El campo es sucio, huele mal, es muy duro, es desagradable, es inclemente, no es un mundo de maravillas. Pero al mismo tiempo, hay una gran belleza en esa dureza, en esa austeridad, incluso en la sequía. La belleza está en el ojo; hay que buscar la belleza en lo que te rodea. No he nacido en un prado alpino, en un sitio perfecto de setos cortados, césped impecable o en una playa paradisíaca del Caribe, lugares que todos consideramos indudablemente bellos. Esta experiencia que tengo con el paisaje al que miro cara a cara lo veo en la literatura argentina, por ejemplo en Selva Almada y en cómo extrae belleza de un paisaje atroz. Lo veo también en Hernán Ronsino y en Eugenia Almeida.

–¿Qué importancia tiene el silencio en su novela?

–Es una forma de expresión, como es el blanco en pintura. Quizá por ser de un pueblo o por ser mi padre un hombre silencioso y yo soy más bien callado, tengo la sensación de que hay una necesidad de silencio. Veo que hablamos demasiado. Todo el mundo publica todo lo que opina; hay una cantidad de información que me abruma y me parece interesante y más necesario que nunca dar ese paso atrás: yo no tengo por qué opinar de todo, no tengo por qué saber de todo, no tengo por qué enseñar cómo desayuno. Como decía Bartleby: “Preferiría no hacerlo”. Me retiro y en ese silencio me siento mejor. También es un lugar más cómodo, no entras a la batalla de todos los que hablan. Observo y hablo cuando se me pregunta. El silencio tiene enorme cualidades expresivas como el vacío en la escultura; pienso en Eduardo Chillida y en Jorge Oteiza, escultores españoles que trabajaron generando un vacío, un espacio con formas muy sencillas. En cierto sentido me gusta esta figura también en literatura: rodear la escena, el acto, el pensamiento, la sensación, con elementos que apunten hacia ese lugar, pero que no lo digan. Que es una estrategia de la poesía: rodear el centro y no tocarlo. Yo elijo este camino, pero todos los caminos son posibles y válidos.

–Aunque no se precisa el tiempo en que transcurre la historia , daría la impresión de que podría ser entre las décadas del ’40 al ’50, durante el franquismo. ¿La novela rodea el tema sin tocarlo?

–Siento cierta alergia por las novelas ambientadas en la posguerra o que tienen que ver con el franquismo, no porque no me interese la historia de mi país. Me interesa y me ha determinado como ser humano, por supuesto. Mi padre pasó hambre y mi abuelo murió asesinado en la guerra por el franquismo. Mi abuelo era un hombre humilde, trabajaba en una fábrica de baldosines. Al principio de la Guerra Civil, los alemanes bombardearon Badajoz para que entraran las tropas franquistas. Tras el bombardeo, mi abuelo salió simplemente a ver cómo estaba su hermana y le dispararon. Murió y quedó en el suelo. Mi abuela fue a recogerle y la amenazaron: “Si usted se lleva el cuerpo, la matamos”. Y ahí quedó mi abuelo...

–¿Está en una fosa común?

–Sí, está identificado y yace en una fosa común de Badajoz. A pesar de todo esto, la historia de la novela está ambientada en un momento que más que franquista es premoderno. Me interesaba más ese enfoque de la historia sobre un momento en que las comunicaciones no están desarrolladas y el hombre tiene que desarrollarse con la tierra y los animales.

– Juan Goytisolo hizo una clara alusión a Podemos cuando recibió el Cervantes. ¿Qué piensa de este nuevo actor político?

–Podemos es la consecuencia natural de unas condiciones sociales, como cuando una rueda se pincha y sale por ahí el aire. Podemos es necesario por varios motivos. Primero porque se aleja de un discurso muerto que es el del bipartidismo, porque va contra lo que ellos llaman la casta, una clase política desconectada del pueblo al que se debe. El pueblo español está pidiendo diálogos, les ha dicho a los políticos: “Ya no queremos que sea entre uno u otro”. Ahora queremos que hablen con un tercero o un cuarto. Lo acabamos de ver en las elecciones andaluzas con cuatro fuerzas políticas. Un país no es ingobernable cuando tiene muchas fuerzas. Creo que es un miedo infundado. Es necesario que exista Podemos. Hay que seguir dialogando y construyendo porque como estábamos no íbamos a ninguna parte.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.