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Martes, 25 de agosto de 2015
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La poeta armenia Mariné Petrossian presenta su libro Disparó el arma

“La escritura puede ser un arma”

Autora de ensayos como La antipoesía, o cuando el poeta no busca una coartada y El poster rojo, que reúne los artículos políticos que publicó entre 2007 y 2009 en la prensa disidente armenia, Petrossian reivindica el poder de la poesía.

Por Silvina Friera
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“La escritura es un bien de mucho valor, pero que no se consume”, afirma Mariné Petrossian.

Una necesaria bocanada de alegría mitiga la certeza de que “la muerte es el fin” en los versos de Mariné Petrossian. Cada poema de Disparó el arma –edición bilingüe de la editorial Audisea, con traducción de Alice Ter-Ghevondian y prólogo de Ana Arzoumanian– es el lugar “donde se encuentran todas las cosas perdidas”, el espacio que conjura el drama con la ironía, sin borrar la vibración lejana de una tristeza. “La desgracia/ saltó/ desde la calle lateral/ sin ladrar/ muda y rápida/ saltó y se paró/ justo en frente de mí/ me está mirando/ las orejas son grandes/ se amusgan/ bajo el sol/ por lo visto no tiene intención/ de comerme/ quiere que le acaricie/ no sabe que/ a mí no me gustan los perros”, se lee en uno de los poemas. A la Petrossian adolescente los fantasmas la asediaban sin darle tregua. La poeta armenia, que visitó por primera vez la Argentina para presentar su libro en la Biblioteca Nacional, tiene un aire a Liza Minelli con esa sonrisa amplia y contagiosa en la que disuelve la desesperación y los dolores del pasado.

“La lluvia cae/ igual/ sobre los pequeños y grandes/ felices e infelices/ la lluvia cae por dondequiera/ la lluvia cae siempre”, afirma la voz de otro poema. Hay mucha lluvia en los versos de Petrossian, la poeta que nació en Ereván –la capital de Armenia– en 1960 y publicó su primer libro en 1993, dos años después del colapso de la Unión Soviética y de la declaración de la independencia de Armenia. “Yo no me había dado cuenta de que hay tanta lluvia. En los poemas de Vahan Terian, uno de los poetas armenios más destacados, hay mucha lluvia también. La lluvia suele ser una metáfora de la tristeza, pero en mis poemas la lluvia es alegre. Sin darme cuenta, de un modo inconsciente, juego con esa escena de la lluvia y la tristeza que se reconvierte en relación con la tradición de la poética armenia”, plantea la poeta en la entrevista de Página/12.

Petrossian es autora de ensayos como La antipoesía, o cuando el poeta no busca una coartada y El poster rojo, volumen que reúne los artículos políticos que publicó entre 2007 y 2009 en Haikakan Jamanak, el diario opositor armenio. Además, ha publicado el poemario Ensalada con tiros. “Yo tenía la pistola en la mano/ disparé/ no sé a quién le di/ pero le di a alguien ya que de golpe/ todo cambió”, confiesa la voz del poema más estremecedor de Disparó el arma.

–En varios poemas aparece interpelada: “Mariné, hay manzanas sobre la mesa para vos” o “Mariné, vas a morir”. ¿Este recurso de mencionarse y exhibirse lo suele utilizar en su poesía?

–Esta es la primera vez que aparezco como personaje. En realidad no tiene que ver con exhibirme, sino con distanciarme: me distancio y me pongo como personaje. Me resulta divertido; es como un juego en mi poética.

–En cuanto a su poética, algo aparece en “El niño se sorprendió”, cuando ante la pregunta qué es un poema responde: “No sé”. Pero le dice al niño que no puede comer el poema, ¿no?

–Sí, en ese poema que parece tan simple sin embargo está la esencia de lo que para mí es la escritura poética. Cuando el niño pregunta si el poema se puede comer y yo digo que “no” es porque considero que la escritura no es consumible. La escritura es un bien de mucho valor pero que no se consume. En otro poema que no está en este libro hay un gato y yo soy la poeta. El gato me pregunta por qué no trabajo. Yo le digo que sí, que trabajo, pero que trabajo en algo que no se consume...

–“Pero somos políticamente correctos/ nosotros escondimos la sangre/ bajo el mantel”, se lee en “Verso ensangrentado”. ¿A qué hace referencia con ese “somos” políticamente correctos...?

–No había pensado que había puesto “somos”. Tiene que ver con una cuestión de la política de la escritura o de la política de la cultura. En general los europeos y Occidente le vienen a poner unas medidas a la escritura, una forma o una estética. Este poema le pone un freno a esas medidas. Si bien Occidente tiene unas estéticas interesantes, no pueden aplicarse a la poesía armenia. En Armenia hay muchos grupos de defensa de los derechos humanos que tienen una valoración muy a la europea. A veces se produce un choque o tensión de estos grupos con la poesía porque lo que aparece en la poesía como violencia este tipo de grupos tratan de aquietarlo. Me parece que eso no es posible y no se debe hacer; está bien que aparezca la violencia en la literatura.

–¿Cómo trabaja los materiales autobiográficos en la poesía? ¿A mayor distancia, más autobiográfico es el poema?

–Las cuestiones de mi vida recién aparecen en mis últimos libros. Antes no me animaba porque creía que solamente cuando se tiene cierta experiencia sobre el decir poético recién ahí pueden aparecer las cuestiones de la vida real. Son pocas aquellas partes donde aparece lo autobiográfico en mis poemas, pero son verdaderas en cuanto a que son ciertas. La poesía no tiene que mentir; tiene que decir la verdad aunque esté fantaseando.

–¿Por qué en “Lluvia cálida” evoca al poeta armenio Eghishé Charénts?

–Es un poeta muy querido por los armenios. No está en ningún cementerio porque no se encontró su cuerpo. Charénts (1897-1937) es el poeta de la revolución al estilo de (Vladimir) Maiacovski. Pero es un Maiacovski más grande porque atravesó muchos estilos, desde las canciones de gesta hasta la poética amorosa. Aunque fue un poeta de la Revolución, terminó siendo asesinado por el propio régimen.

–Más allá de si tuvo o no alguna vez un arma en sus manos, en “La pistola dispara siempre” consigue dejar al lector petrificado. ¿Por qué escribió este poema?

–Muchos me han dicho que es un poema muy cinematográfico. Me interesaba saber cómo era un arma y le pedí a alguien que me trajera una, pero finalmente me dio mucho temor y no sé disparar ni aprendí a manipularla. Pero este poema no se refiere a un arma en particular, sino a la escritura como arma, a la poesía como un arma.

–¿El desafío de la escritura consiste en no saber nunca hasta dónde se puede llegar, como si hubiera una zona de misterio impenetrable?

–Yo no estoy en la zona del misterio, sino en la zona de la fuerza. La poética que más me conmueve me llega al cuerpo y me toca. Yo escribo poesía pero también artículos políticos, que antes se publicaban en un diario y ahora en un blog; la gente me paraba por la calle y me comentaba el texto y tenía la respuesta inmediata de lo que había escrito. Yo quisiera que con la poesía sucediera algo similar, sólo que no hay inmediatez posible.

–¿Qué importancia tiene lo lúdico y el juego en su escritura?

–Si no estuviera el juego, mi poética sería muy triste. Ese juego me da la posibilidad de vivir.

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