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Sábado, 24 de octubre de 2015
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EL HARRY RANSOM CENTER COMENZO A DIFUNDIR EL ARCHIVO DEL ESCRITOR COLOMBIANO

Una ventana al taller de García Márquez

Aunque todavía hay mucho por digitalizar y recorrer, los primeros papeles que dio a conocer la Universidad de Texas dan una idea de la riqueza del material adquirido el año pasado: 78 cajas de documentos, 43 álbumes de fotos y 22 cuadernos de recortes y notas.

Por Silvina Friera
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Fidel Castro, García Márquez y Carmen Balcells en La Habana, una de las perlas del archivo.

“Bienvenidos al Macondo de papeles”, podría decir una inscripción on line del Harry Ransom Center (HRC) de la Universidad de Texas en Austin, la institución que alberga el archivo de Gabriel García Márquez (1927-2014), adquirido por 2,2 millones de dólares a la familia del escritor el año pasado. Aunque la página no diga eso, desde el pasado miércoles 21 de octubre los investigadores y aficionados del mundo podrán comprobar que el “colombiano errante y nostálgico” –como él mismo se definió en el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en 1982– empezó a ser consciente de que la consagración estaba al alcance de la mano y que debía guardar sus manuscritos y correspondencia para la posteridad. El poder del documento –tanto quien lo posee como quien lo interpreta– puede devenir realidad desaforada en el HRC, institución que tiene más de 42.000 millones de papeles, entre ellos hay 38.000 cajas de manuscritos; números que responden a la desmesura de un puñado de acopiadores compulsivos. Ese exceso se agradece cuando se sabe que el HRC tiene una colección única de fondos de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Virginia Woolf, William Faulkner, James Joyce, Samuel Beckett, J. M. Coetzee, T. S. Eliot, Ernest Hemingway, Doris Lessing, George Bernard Shaw, Isaac Bashevis Singer, John Steinbeck y W. B. Yeats, entre otros.

La travesía digital por www.hrc.utexas/garciamarquez es parcial y limitada, pero se intuye que en poco tiempo incluirá más materiales. Como los derechos de publicación continúan perteneciendo a la familia de Gabo, hay muchas fotografías y manuscritos que no se han digitalizado y que sólo se pueden consultar in situ. Como las nueve versiones mecanografiadas de la famosa novela inédita En agosto nos vemos, que aún no se sabe si Mercedes Barcha, la viuda y heredera, decidirá publicar o no. Todo lo que el autor de Cien años de soledad guardaba en su casa en México llegó a la Universidad de Texas a mediados de diciembre del año pasado. Son 78 cajas de documentos, 43 álbumes de fotos y 22 cuadernos de recortes y notas. “Como el personaje de una de sus novelas (García Márquez) ha entrado ahora a un lugar sin tiempo. Un archivo no tiene tiempo, y en los años venideros, los materiales aquí coleccionados ofrecerán revelaciones sobre el autor”, afirmó Stephen Enniss, director del Harry Ransom Center durante la apertura oficial del archivo. Entre lo que se puede consultar a través de Internet, está subido el audio completo de poco más de 19 minutos del discurso de aceptación del Premio Nobel. También se puede leer una breve carta que el escritor colombiano le envió al entonces presidente estadounidense Jimmy Carter, fechada el 1º de octubre de 1977, en la que le pide que considere la situación del puertorriqueño Andrés Figueroa-Cordero, que llevaba encarcelado 23 años en Estados Unidos. “Con ningún otro título que el de escritor latinoamericano, le suplico considere, en el fondo de su corazón cristiano, la grave situación del patriota puertorriqueño Andrés Figueroa-Cordero, que está cumpliendo una condena de 23 años de prisión en EE.UU. y que se enfrenta a la muerte ahora, debido a una enfermedad incurable”, plantea García Márquez. Figueroa-Cordero fue indultado por Carter y excarcelado en 1978. Se puede leer, además, la carta que “Gabo” le escribió a Salman Rushdie, el 9 de agosto de 2003, en la cual lamenta que no podrá asistir a una recepción del PEN, donde los dos se habían conocido la primera vez.

El rastreador incontinente de papeles del escritor colombiano podría “reclamar” que resulta imperioso digitalizar al menos un par de las 48 cartas que le escribió a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza en los años ‘60, que servirían para arrojar luz sobre los pensamientos más íntimos y las preocupaciones de García Márquez en un período de su producción en el que hay menos textos preservados. El 27 de junio de 1966 le cuenta sobre el proceso de escritura de Cien años de soledad. “Vivo de mis reservas hasta terminar la novela. En dos semanas estará terminado el impresionante mamotreto de 800 páginas, y un mes después se van copias para Sudamérica y cinco países de otras lenguas. Ha sido una locura. Escribo desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde; almuerzo, duermo una hora, y corrijo los capítulos del principio, a veces hasta las dos y tres de la madrugada. Nunca me he sentido mejor: todo me sale a torrentes. Así desde que regresé de Colombia. No he salido a ninguna parte. Mercedes aguanta como un hombre, pero dice que si luego la novela no funciona me manda a la mierda”.

Mercedes, como se sabe, no lo mandó a la mierda. De los primeros escritos de Gabo apenas queda nada. A partir de El otoño del patriarca (1975) empezó a guardar borradores y correcciones. El acopio de papeles se vuelve ingobernable cuando utiliza la computadora y puede escribir, imprimir y corregir a mano. A esta línea de urgencia y necesidad de digitalizar se podría agregar las cartas con el ex presidente estadounidense Bill Clinton y con varios escritores como Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Milan Kundera y Graham Greene, como también el abundante epistolario con su agente literaria, la recientemente fallecida Carmen Balcells. Se pueden ver a través de la web del HRC los borradores mecanografiados con correcciones del primer capítulo de El amor en los tiempos del cólera (1985), el epílogo de Crónica de una muerte anunciada (1981), fuentes de investigación mecanografiadas para escribir El general en su laberinto (1989), las galeras con apuntes de El otoño del patriarca. Pero en el Macondo de los papeles hay pruebas mecanografiadas, versiones corregidas, notas al pie y prueba de impresión de más obras del narrador y cronista colombiano: Relato de un náufrago (1970), El coronel no tiene quien le escriba (1961), Cien años de soledad (1967) y Memoria de mis putas tristes (2004), entre otras. El material fotógrafico –comentan– es para alquilar balcones. Hay muchas fotografías con Fidel Castro; en una sonríe junto al líder de la revolución cubana, quien tiene una bebida en la mano y un habano en la otra, en La Habana, acompañado por Balcells.

“El objetivo del archivo entero es darnos una retrospectiva de Gabo, con sus miedos, sus frustraciones, sus angustias y también sus alegrías”, aseguró José Montelongo, experto en estudios latinoamericanos de la Universidad de Texas, quien se encargó de visitar a la familia de García Márquez para tasar el valor histórico del material. El objetivo del Harry Ransom Center es que se pueda digitalizar más material para que a través de un simple click se pueda acceder primero y desentrañar después algunos patrones del proceso de escritura de Gabo: qué tachó, qué añadió, qué desechó, cuántas veces intentó un comienzo o cuántos intentos de finales probó hasta encontrar el texto definitivo. La investigación empieza ahora; la ventana hacia el taller de García Márquez está abierta.

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