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Jueves, 19 de mayo de 2016
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Antonio Colinas ganó el Reina Sofía

Galardón a la poesía

El premio, dotado de 42.100 euros y considerado “el Cervantes de la poesía”, reconoce el conjunto de la obra de un autor vivo que haya acrecentado el patrimonio cultural iberoamericano.

Por Silvina Friera
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“Siempre fui fiel a la palabra y a mi vocación poética”, dijo Colinas tras ganar el premio.

El fulgor de la intensidad lírica, cultivada con metros clásicos como el dodecasílabo y alejandrino, da rienda suelta a una voz tan personal como fundamental de la poesía española. Antonio Colinas obtuvo ayer el XXV Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, dotado de 42.100 euros, que conceden Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca en reconocimiento al conjunto de la obra de un autor vivo que haya acrecentado el patrimonio cultural iberoamericano. “He pensado en mi vida y en el camino a veces a contracorriente que he llevado, siempre fiel a la palabra y a mi vocación poética”, comentó el flamante ganador después de comprobar que el llamado del rector de la universidad, Daniel Hernández, miembro del jurado, no era una broma, y que se alzó con este premio tan importante, considerado el Cervantes de la poesía, que han ganado en ediciones anteriores la uruguaya Ida Vitale, el nicaragüense Ernesto Cardenal, la cubana Fina García Marruz, el mexicano José Emilio Pacheco y Juan Gelman, el único argentino que recibió este prestigioso galardón. “La poesía ha sido siempre una vía de conocimiento para mí, y el premio reconfirma algo en lo que he creído. Soy un autor sensible a la deshumanización, a los problemas medioambientales, me rebelo contra el todo vale, contra la ausencia de valores, esos hechos tristes de este tiempo desnortado en el que estamos en España, en Europa, tal vez en el mundo”, aseguró Colinas.

El poeta, narrador, ensayista y traductor español nació el 30 de enero de 1946 en La Bañeza (León). Vinculado a la “generación de los Novísimos” junto con Pere Gimferrer y Leopoldo María Panero (1948-2014), aunque no figura en la famosa antología de Josep María Castellet, Colinas reconoce como sus maestros a Vicente Aleixandre y María Zambrano. Tempranamente profesó una apertura hacia otras culturas, un imaginario en el que la experiencia vital y la escritura se alimentan. Vivió en Italia entre 1970 y 1974, años en los que fue profesor invitado y Lector de Español en las Universidades de Milán y Bérgamo. Tradujo las obras de Giacomo Leopardi y la poesía completa de Salvatore Quasimodo, trabajo por el que fue reconocido en 2005 con el Premio Nacional de Traducción, concedido por el ministerio de Asuntos Exteriores de Italia. Publicó obras claves para la poesía como Poemas de la tierra y de la sangre (1969, su primer poemario), Sepulcro en Tarquinia (1975), libro por que recibió el Premio Nacional de la Crítica; Noche más allá de la noche (1983), Los silencios de fuego (1992), Libro de la mansedumbre (1997), Tiempo y abismo (2002) y Canciones para una música silente (2014), entre tantos otros poemarios.

Colinas es autor de las novelas Un año en el sur, Larga carta a Francesca, Días en Petavonium, El crujido de la luz y Huellas; ha editado más de veinte ensayos y hace unos meses salió Memorias del estanque, un libro “acuático” o anfibio en el que fluyen los recuerdos, los viajes y los poemas. “Su verso nunca adolece de falta de ritmo, tiene una sonoridad inigualable; es un poeta de altura”, lo definió Luis Alberto de Cuenca, uno de los miembros del jurado y gran conocedor de la obra de Colinas. “Sus poemas están llenos de cultura, ha traducido a Leopardi y siempre ha reconocido que bebe mucho de Virgilio, además de estar influido por la tradición mística de Juan de la Cruz”, recordó de Cuenca y afirmó que el flamante ganador es “un heredero digno” de la generación de los cincuenta. “Hemos cometido el error de reducir la poesía a lo intelectual”, advirtió Colinas en una entrevista reciente. “La poesía es un fruto, pero tendemos a verla como un producto, un producto para el análisis. Por supuesto que es un género literario, pero nos faltan los mecanismos para conectar más, para que sea más popular y vuelva a tener esa presencia viva en la sociedad”, agregó.

“He sido un escritor de vocación y de profesión. Hay personas que dicen que una cosa es su vida y otra su poesía, pero yo no concibo la poesía sin que vaya profundamente unida a la vida, por eso para mí la poesía es una vía de conocimiento, un medio para conocer la realidad, pero también a mí mismo”, explicó Colinas: Unos versos del poema “El poeta da razón de su palabra” condensan esta fidelidad existencial y poética: “Vivo estoy aún y vivo estaré/ en las palabras claras/ que he hallado como piedras de un camino,/ como leña en los montes./ Yo sólo he tenido que encontrarlas/ entre zarzas y espinos./ Con ellas pude dar sentido a mi vida./ Eso es, eso ha sido lo importante./ No tuve por misión utilizar palabras/ como piezas de museo, como medallas que rinden/ como navajas que hieren”.

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