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Martes, 26 de septiembre de 2006
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A LOS 37 AÑOS, MURIO LA NOTABLE ESCRITORA PAOLA KAUFMANN

Adiós a una cazadora de monstruos

Científica y escritora, Kaufmann ganó varios premios, incluyendo la última edición del Planeta con su novela El lago.

Por Silvina Friera
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“Escribo y produzco mejor en momentos en que tengo una rutina científica más exigente.”

Era una mezcla perfecta de mujer teutona, latina y patagónica, que supo combinar dos actividades que parecían, a simple vista, incompatibles: la ciencia con su pasión por la literatura, que no descartaba que fuera “una cosa genética” porque su madre era poeta y filósofa. “Siento que escribo y produzco mejor en momentos en que tengo una rutina científica más exigente. Todo parece encajar cuando me someto a rutinas firmes, como pasar largas horas en el laboratorio desde la mañana, y luego, al volver a casa al atardecer, me pongo a escribir. Funciono bien cuando tengo esos espacios bien limitados, y aunque en ocasiones esté cansada, trato de disciplinarme”, dijo la autora de la novela El lago, ganadora de la última edición del Premio Planeta, una alegoría sobre la última dictadura militar. La escritora roquense Paola Kaufmann murió el sábado a los 37 años, a causa de un cáncer. Dejó un libro de cuentos inédito, La ninfómana y el trepanador.

La escritora y doctora en neurociencias, investigadora del Conicet y de la Universidad de Quilmes, nació en General Roca (Río Negro) el 8 de marzo de 1969, pasó su adolescencia en Córdoba y se mudó a Buenos Aires para estudiar biología. “Nací con luxación de cadera congénita, pasé por varias operaciones y hasta los tres años no pude caminar”, recordaba Kaufmann. “Entonces mi vieja, para entretenerme, me tapizaba la habitación de cuentos. Me leía todo el tiempo. Creo que la cosa empezó ahí. Además mi mamá era filósofa y poeta, así que no descarto una cosa genética.” A los 5 años, su madre murió en un accidente. Dejó un cuaderno de poesías que ella guardaba con profundo amor. Paola era en los papeles Paola Yannielli, pero firmaba Kaufmann porque era su apellido materno. Al poco tiempo de terminar su carrera –se doctoró en Neurociencias–, asistió durante cuatro años al taller literario de Abelardo Castillo. Desde 1999 hasta el año 2003 realizó estudios de post doctorado en Massachusetts, donde obtuvo el doctorado en Física. Hacía tres años que había decidido radicarse en Buenos Aires, donde trabajaba como investigadora científica y se dedicaba a escribir ficción.

En 1998 recibió una mención del Premio del Fondo Nacional de las Artes por el libro de cuentos La noche descalza; en 2002 ganó el Premio Fondo Nacional de las Artes por su libro de cuentos La cancha de golf del Diablo; en 2003, el prestigioso galardón Casa de las Américas por su novela La hermana, sobre la vida de la escritora Emily Dickinson, y el año pasado el Planeta a la mejor novela por El lago, que narra una historia que transcurre a lo largo de nueve meses, desde la Navidad de 1975 hasta septiembre del ’76, cuando un grupo de personajes llegan a la Patagonia intrigados por el misterio del monstruo. Entre los aventureros se encuentra Ana, naturalista de profesión, que se instala junto a sus compañeros en una casita a orillas del lago, esperando que se les revele algo terrible.

“Me encantó tomarme el tiempo para leer novelas góticas, por ejemplo El monje, de Matthew Lewis, y mirar una película de terror tras otra, cosa que hago igualmente, pero con culpa, porque me gusta el cine Z”, confesó la autora. “Leí mucho sobre las búsquedas del monstruo del Lago Ness, sobre monstruos marinos, y después investigué sobre la expedición que se hizo en 1922 para atrapar a un supuesto plesiosaurio en el Nahuel Huapi. Todo ese material me sirvió para recrear ficcionalmente el primer capítulo de la novela, centrado en esta expedición, la última que se hizo con apoyo del gobierno”, señaló la escritora. “De a poco se fue armando una novela que no era aquella de ciencia ficción que había imaginado al principio, ni de terror, sino una historia más compleja, con una serie de elementos distintos entremezclados: la Patagonia como escenario natural, el lago con su mito, los ’70 en Argentina, la Segunda Guerra Mundial, una naturalista que ve el mundo de una manera muy particular, muy analítica. Fueron apareciendo los personajes, o más bien tomando forma, dentro de un marco mucho menos science fiction de lo que había pensado. A lo mejor lo gótico moderno pasa más bien por este lado”, explicó Kaufmann sobre cómo había sido el proceso de escritura de El lago.

“La idea del monstruo aparece como la excusa para hablar de un aspecto que me interesaba abordar, y que tiene que ver con lo que significa identificar, asignarles un nombre a las cosas y darles un sentido a través de ese nombre en un contexto determinado, lo que en la biología se llama taxonomía”, subrayó Kaufmann. “La taxonomía consiste en asignarle identidad a algo dentro de un sistema de clasificación. En ese sentido, todos los personajes están atravesados por un conflicto relacionado con la identificación: con el nombre que tienen, con quiénes son. La excusa mayor para hablar de eso es el monstruo, porque justamente la pregunta que atraviesa toda la novela es ¿qué es? Y cada uno lo ve de una manera diferente.”

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