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Viernes, 2 de febrero de 2007
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SUSANA CELLA Y SU NUEVO LIBRO, “DE AMOR (DIENTES PAREDES ARRUGADAS)”

“La lucha es contra el cliché”

La poeta se planteó escribir un libro sobre el amor sin caer en los lugares comunes, el sentimentalismo o el ridículo liso y llano. “Hay que hacerse cargo de una serie de cuestiones que nos atañen en cuanto a las relaciones personales, la amistad, el amor, lo que sucede con el prójimo y en el mundo”, señala.

Por Silvina Friera
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“No le temo tanto a lo cursi sino a lo chabacano, vulgar, ordinario, que quede un lenguaje prosaico.”

La inspiración no siempre se origina en atmósferas poéticas silenciosas y apacibles, como un atardecer en un lago o en la playa, y preferentemente en soledad. Los poemas del nuevo libro de Susana Cella, De amor (dientes paredes arrugadas), surgieron en el consultorio de su dentista, entre murmullos, conversaciones cruzadas y el ruido del torno. “Suena medio cursi, ¿no?”, dice la poeta en la entrevista con Página/12. “Estaba por una urgencia, y como tenía que esperar y no tenía nada para leer, no sabía qué hacer. En la sala se escuchaba de fondo una canción romántica, entonces tomé una libretita que siempre llevo conmigo y empecé a escribir.” Pero más allá de la anécdota sobre la circunstancia en la que comenzó a garabatear los poemas, Cella cuenta que uno de los primeros interrogantes que se planteó fue cómo escribir del amor sin caer en el sentimentalismo o, peor aún, en el ridículo. “No hay un tono celebratorio –advierte la autora–, sino que los textos transitan hacia una imposibilidad de lograr esa unión absoluta, total, pero que sin embargo sigue persistiendo como utopía.”

No es casual que en los epígrafes del libro cite a Robert Desnos y Sophia de Mello, dos poetas admirados por Cella, profesora e investigadora de la Universidad de Buenos Aires y coordinadora del Espacio Literario Juan L. Ortiz, en el Centro Cultural de la Cooperación. “Trabajé con toda la carga de mis lecturas; hay un juego muy variado, porque de repente aparecía un autor y se iba metiendo. Incluso en algunos casos la referencia no está demasiado explícita, sólo me servía como motivo para elaborar el poema”, explica la autora de Tirante, Río de la Plata, Eclipse (poemas) y El inglés (novela). “Cuando uno escribe, ‘escribe con’, acompañada de los escritores que son fuertes y significativos. Así como no podés vivir sin comer, no se puede escribir de la nada. Leer y escribir están tan íntimamente relacionados que todo lo que te han legado es aquello de lo que te alimentás. El esfuerzo es no caer en el epigonismo de quien fuese, pero esas presencias están ahí dando vuelta y te nutren: son alimento y compañía para la escritura y para la vida.” El crítico Guillermo Saavedra plantea, en la contratapa del libro, que los poemas “se dejan encarnar por la perplejidad, se vuelven interrogación, jalan la cuerda tensa del misterio”. Pero también precisa que “fieles a la necesidad de la materia que los provoca, oscurecen la voz, buscan a tientas en la historia de la lengua hasta encontrar una retórica propia”. Cella admite la resonancia de Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, en el entramado del poemario. “Para mí es imposible escribir sin pensar en Barthes”, plantea.

–¿Cuál es el límite para no caer en lo cursi cuando se escribe sobre el amor?

–No le temo tanto a lo cursi sino a lo chabacano, vulgar, ordinario, que quede un lenguaje prosaico, chato. Lo que está prevaleciendo actualmente en la escritura es un no compromiso con lo que se escribe, haciendo textos anecdóticos, donde no se percibe una pasión de escritura. Con esto no estoy pidiendo que se vuelva a un desborde de los sentimientos románticos, porque el romanticismo tenía una concepción del sujeto bastante diferente de la nuestra. Pero el hecho de que prevalezca la ironía, de que todo sea pasible de ser burlado, llevándolo a un extremo en donde predomina el cinismo, es lo que va en contra de la posibilidad de hablar de los afectos en general. Y esto es grave: que no se pueda hablar de los afectos o que la única manera de hacerlo sea a través del confesionalismo o de un lenguaje de teleteatro que termina causando gracia. Cuando se escribe sobre los sentimientos amorosos, la lucha es contra el cliché. Hay que hacerse cargo de una serie de cuestiones que nos atañen en cuanto a las relaciones personales, la amistad, el amor, lo que sucede con el prójimo y en el mundo. Porque si no me parece que terminamos cayendo en un proceso de negación que se tapa con ironía, con cinismo, con burla y con desprecio, que en definitiva es destructivo o bien no da buenos resultados. Oscar Wilde decía que un cínico es el que sabe el precio de todo y el valor de nada.

–¿A qué se debe esa falta de compromiso con lo que se escribe?

–Me parece que hay muchos textos desligados de la experiencia humana, y la pobreza de experiencia es algo que la lógica del mundo favorece, por eso creo que es importante recuperar la riqueza de experiencia que nos ha legado la literatura. La idea de cortar con la tradición, de borrar y escribir como si fuese de la nada, me parece un disparate. Uno nunca escribe de la nada, escribe con lo que tiene puesto, con lo que lleva encima. Pero si no lleva encima nada, no va a poder escribir gran cosa. Es cierto que tampoco hay garantías, uno se tira a la pileta y trata de nadar lo mejor posible. Los textos literarios son como ecos que resuenan y se fijan en un momento en la escritura.

–¿Cómo trabaja la forma de esos ecos?

–La primera respuesta es como se dé (risas), pero tendría que ser un poco más precisa. Puede ser a partir de una palabra fuerte o una frase, o una suerte de imagen un tanto borrosa a la que quiero darle más consistencia, pero dejándola que conserve su misterio, sin explicitar ni explicar. Me molesta mucho la poesía didáctica, que te explica las cosas y no tenés nada que descubrir porque está todo dicho. La poesía tiene que ser una especie de acicate para el entendimiento, como decía Góngora. Y retomando a Lezama Lima: sólo lo difícil es estimulante.

–Pero esta concepción de la complejidad de la poesía alimenta el mito de que es un género difícil y quizás asusta a muchos lectores potenciales...

–Si escribiera algo muy fácil sentiría que le estaría faltando el respeto al lector, que lo estaría considerando como un idiota. Me gusta plantearle un problema que le sirva para reflexionar. El lenguaje es la materia prima de la literatura, pero muchas veces se lo trata como mero medio para transmitir alguna cosa. Creo que Onetti decía que cuando tenía que mandar un mensaje iba al correo. A partir de explotar todas las posibilidades de esa materia prima, intentás poder darle un sentido más puro a las palabras.

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