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Sábado, 31 de marzo de 2007
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LA PRESENTACION DE “GALEGOS VITIMAS DO GENOCIDIO ARGENTINO”

La desaparición que no tuvo fronteras

Por Angel Berlanga
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El libro se complementa con una exposición en Chacabuco 955.

“No me llames extranjero”, cantó Rafael Amor al final de la presentación de Galegos vítimas do genocidio argentino, rescate testimonial de treinta hombres y mujeres que padecieron los crímenes de la última dictadura. Sobre el escenario de la Federación de Asociaciones Gallegas, sus autores, la licenciada en comunicación Mónica Lázaro Jodar y el dirigente especializado en migración Lois Pérez Leira, anunciaron una segunda parte para el libro, que se complementa con una exposición en el segundo piso de la sede de Chacabuco 955, una treintena de láminas dedicadas a los evocados que contienen datos de vida, militancia y muerte, y fotos de ceremonias, trabajos, infancias, familias. “Cada uno tenía proyectos que quedaron truncos”, señaló Adolfo Pérez Esquivel, uno de los oradores del acto realizado el jueves, autor del prólogo del libro. “Es nuestra responsabilidad preservar su memoria –agregó– y sobre todo rescatar el ejemplo de estos compañeros que dieron su vida por un mundo mejor, porque no pudimos superar el modelo neoliberal que continúa hasta hoy.”

Galegos... se centra en seis sobrevivientes de los centros clandestinos y otros veinticuatro que fueron asesinados y/o continúan desaparecidos: trece nacidos en Galicia, quince hijos de gallegos y dos nietos. El Nobel de la Paz Pérez Esquivel y Nora López Tomé son dos casos de hijos de gallegos que sobrevivieron; ella, que estuvo detenida durante un mes, a fines de 1976, en el centro clandestino El Vesubio, también estuvo en el acto: “Me niego a que nuestros compañeros estén en el Billiken”, dijo esta dirigente de la Asociación de Ex Detenidos-Desaparecidos. “No son un recuerdo nostálgico, sino una presencia que nos convoca en cada injusticia del presente, en cada chico que no puede comer.”

Cerca de doscientas personas se reunieron en la sede de la Federación, un lugar en el que confluyeron Rafael Alberti, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, Federico García Lorca y Raúl González Tuñón, tal como evocó Francisco Lores Mascato, presidente de esta entidad querellante contra el 1º Cuerpo de Ejército por crímenes contra ciudadanos gallegos. Tras él, la chilena Isabel Soto, hija del legendario Antonio Gallego Soto –el dirigente sindical de la Patagonia Rebelde de los ’20 rescatado por Osvaldo Bayer–, entrelazó a través de medio siglo las persecuciones a los trabajadores que procuran organizarse para oponerse a la explotación. Víctor De Gennaro, secretario general de ATE, se pronunció en la misma línea que Tomé y Pérez Esquivel en cuanto a “recuperar a los compañeros no sólo por su martirologio, sino por su capacidad militante”. A su turno, los autores fueron breves y se detuvieron en el agradecimiento a familiares y sobrevivientes por sus testimonios.

Muchos de esos familiares asistieron al acto y se fotografiaron ante las láminas. Entre los desaparecidos está Víctor Vázquez, hijo de gallegos nacido en Buenos Aires el 21 de agosto de 1915 que fue secuestrado en Villa Ballester el 4 de junio de 1976. A los 16 años empezó a trabajar en ferrocarriles y desde entonces se mantuvo firme en su defensa de los trenes nacionales. Estuvo preso varias veces, fue jefe de la Estación Retiro Mitre durante dos décadas, miembro del Movimiento de Defensa del Patrimonio Nacional y cofundador, junto con Raimundo Ongaro y Agustín Tosco, de la CGT de los Argentinos. “Soy la nieta, ¿querés que te cuente algo sobre él?”, ofreció una mujer, frente a una lámina que lo muestra tomando mate, en familia. Orgullosa, acompañada por sus dos hijas adolescentes, durante el acto desplegó una imagen del abuelo. “Encontramos su cuerpo recién hace ocho años”, contó. “Tenía cerca de veinte impactos de bala.”

Sobre el final, el actor Eduardo Blanco leyó un poema de José Murillo dedicado a la desaparecida Inés Ollero, Ignacio Copani cantó un tema que retrata la miserabilidad de Alfredo Astiz y Julio Lacarra recitó el poema que Armando Tejada Gómez les cantaba a quienes lo llamaban para amenazarlo en los ’70. Y Rafael Amor cantó, reclamó, repitió sus versos: “No me llames extranjero”.

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