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Lunes, 12 de noviembre de 2007
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RECORRIDA POR LA FERIA DE VENEZUELA

El libro, instrumento de debates políticos

En el stand argentino se respiró el fin de semana un clima que Osvaldo Bayer sintetizó: “Este país es una especie de esperanza para todos los latinoamericanos”.

Por Silvina Friera
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En Caracas, la Feria está marcada por la política.

Desde Caracas

Todos hablan del presidente Hugo Chávez en la Feria Internacional del libro de Venezuela (Filven). En el stand argentino, en los bares, en las conferencias y presentaciones de libros. Bien o mal, con admiración o con odio, esta sociedad está lejos de la apatía y la indiferencia que impera en el resto de Latinoamérica. En el calorcito venezolano se percibe que cuanto más se lo intenta satanizar a Chávez, comparándolo con un dictador tradicional, más adhesiones genera. Carlos Suárez es argentino, pero los veinte años que lleva viviendo en Caracas esculpieron su acento como si fuera un venezolano más de los que recorrieron el Parque del Este, durante el fin de semana. Trabaja como editor en Monte Avila y traza un diagnóstico sobre la lectura. “No tenemos una tradición en la lectura como la que tienen las clases medias argentinas.” Sin embargo, ahorita, se vanagloria de ciertos logros del gobierno: una educación popular, “el presupuesto más alto en Educación en América latina”, aclara, y una firme orientación política.

Algunos, con sus refrescos y jugos naturales, se refugian en las sombrillas o tiran mantas en el césped; otros atacan las cachapas (masa de maíz, similar a la arepa) que se cocinan a la vista de todos, con queso; o se tientan con la cocada (agua de coco). En la carpa-sala Che Guevara, Osvaldo Bayer comienza su conferencia, Origen y tragedia de la democracia argentina, manifestando algo que se respira en el aire, un sentimiento compartido por muchos venezolanos y buena parte de la delegación argentina: “Este país es una especie de esperanza para todos los latinoamericanos”. Los mosquitos pican; Bayer, también. “Cómo es posible –se pregunta el escritor– que las estadísticas oficiales indiquen que tenemos 15 por ciento de niños desnutridos en la Argentina. Mientras haya niños con hambre, no habrá una verdadera democracia.” El autor de La Patagonia rebelde repasa el plan de exterminio contra los pueblos originarios y cita frases para ejemplificar el racismo de la burguesía argentina. “No conozco personas distinguidas de nuestra sociedad que lleven apellidos pehuenches o araucanos. ¿Quién casaría a su hermana o hija con un indio? Yo preferiría un zapatero inglés”, decía Juan Bautista Alberdi. En lugar del monumento a Roca, Bayer propone construir un monumento a la mujer aborigen, de un lado, y frente a éste un monumento a la mujer inmigrante: “Esas son las verdaderas heroínas de nuestra historia y no el genocida Roca”.

En la sala Martin Luther King, Carlos Borro, de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), admite que hay una voluntad del gobierno argentino de incentivar las prácticas de las Bibliotecas Populares. Parafraseando a Ortega y Gasset (“si el pasado fue pasado es porque en algún momento se tomó el trabajo de pasar”), Borro apela a la historia. “Las bibliotecas fueron creadas por inmigrantes para integrarse a la sociedad argentina; eran un núcleo de socialización, aprendizaje y lucha –explica–. El Estado argentino está recuperando ese pasado que el neoliberalismo había destruido. Por eso las Bibliotecas Populares hoy vuelven a ser el centro de la construcción de ciudadanía.” Ramón Medero, presidente del Centro Nacional del Libro, que escucha la conferencia como uno más del público, cuenta que hoy hay 700 bibliotecas integradas en la red pública de Venezuela. “Tenemos que hacer del libro un instrumento de lucha social, de debate y transferencia del poder popular”, agrega Medero.

El sol comienza, lentamente, su retirada. Un tanto apartado del área de la concha acústica, escenario donde Raly Barrionuevo canta una versión rockera de “Hasta siempre comandante”, un hombre que parece la versión centroamericana de Pocho La Pantera –mismo corte de pelo, pero más alto y con camisa y saco elegante sport– confiesa su fanatismo por la música de Barrionuevo. Es el ministro de Cultura de Cuba, Abel Prieto, que llegó a Venezuela para presentar su última novela, El vuelo del gato. “Le voy a proponer a Raly que haga un clip para Cuba con este tema”, dice el ministro. Prieto, que conoció al cantante argentino en el encuentro “Por la verdad y contra el terrorismo”, que se realizó en La Habana en 2004, analiza el presente político de Venezuela. “Soy un apasionado de esta revolución, que tiene rasgos de una originalidad extraordinaria.” Prieto se entusiasma con la experiencia venezolana. “No se parece en nada a lo que hicimos en Cuba; jamás tanta gente ha salido de la marginalidad como acá. Es un proceso hermoso y estimulante que está cambiando la historia de este continente.” Hasta repasa la historia reciente de este país y recuerda que en Venezuela, “política y robo eran sinónimos”, y que los partidos tradicionales se han caracterizado por estar alejados de las necesidades de la población.

En una de las carpas del pabellón infantil una histriónica Adela Basch confiesa que creyó que no iba a ir nadie a esa charla, menos un domingo a las diez de la mañana. Pero la literatura infantil, como en otras oportunidades, suma más y más voluntades, a pesar del calor que hace. “La única cosa que digo de Rowling es que la envidio tremendamente”, bromea el escritor brasileño Luiz Carlos Neves, que tiene muchos libros publicados en Venezuela. Laura Antillano, la escritora homenajeada en esta edición de la Filven, plantea que le interesa ir a las escuelas, estar en contacto con los chicos, saber qué piensan de sus cuentos. “Me fascina el nexo amoroso que se crea en cada encuentro”, señala.

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