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Miércoles, 5 de diciembre de 2007
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AURORA VENTURINI, GANADORA DEL PREMIO NUEVA NOVELA DE PAGINA/12 Y BANCO PROVINCIA

“Estoy orgullosa de mí, soy una pecadora”

Tiene 85 años, es autora de más de 30 libros, se exilió por la llamada Revolución Libertadora y fue condecorada por el gobierno francés por sus traducciones de Villon y Rimbaud. “Trabajar, trabajar y trabajar, escribir lo que te guste, ése es mi secreto”, señaló.

Por Silvina Friera
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“Narra con una prosa que pone en peligro todas las convenciones del lenguaje literario”, señaló el jurado.

“Al fin un jurado honesto”, dijo la escritora Aurora Venturini, y se ganó los primeros aplausos de la tarde en el Centro Cultural Recoleta. A los 85 años, esta narradora, poeta, traductora y ensayista platense –que trabajó con Eva Perón en la fundación que llevaba su nombre– se convirtió en la primera ganadora de los 30 mil pesos y la escultura de Adolfo Nigro del Premio Nueva Novela, organizado por Página/12 junto al Banco Provincia, con Las primas, una historia de iniciación ambientada en los equívocos años ’40 en la que la autora retrata a una familia disfuncional de clase media baja en la ciudad de La Plata. “Los premios más importantes que he tenido los he recibido en el extranjero. Me tuve que ir por no pensar como otros pensaban”: rompiendo con la solemnidad que abunda en los discursos de agradecimientos, la dama platense, apoyada en su bastón, coqueta y con su pelo colorado prolijamente peinado, dio una clase magistral en la que mezcló su ironía, histrionismo y excentricidad al compararse con Manuel Mujica Lainez. “Soy una gran escritora, tal vez la mejor porque una no se va a desvalorizar; éste no es el mejor libro que tengo, tendrían que leer los demás. Estoy nivelada con Manucho, él me lo decía.”

“He visitado tantos museos, he estado en tantos lugares que casi me olvidé del español cuando volví a pisar esta tierra tan dura. Si en el ’56 no me iba, hoy no estaría viva. Fue la época en la que conocí a Simone de Beauvoir, a Jean-Paul Sartre, a Camus, a Ionesco, a tanta gente...”, enumeró Venturini, que se tuvo que exiliar en 1956, en plena Revolución Libertadora, y entre idas y vueltas pasó veinticinco años en París y otras ciudades europeas. “Me comí muchas palizas, la pasé muy mal con la libertadura, como la llamo yo. ¡Qué orgullosa de mí que estoy, soy una pecadora!”, bromeó la ganadora, que presentó su novela bajo el seudónimo “dantesco”, como lo definió Juan Sasturain, de Beatriz Poltrinari. Era un placer escucharla, daban ganas de que se quedara ahí, con su bastón y el micrófono, que continuara revolviendo en el cofre de su prodigiosa memoria, que contara alguna anécdota más. “Estuve tantos años lejos, que a veces, cuando me despierto en mi departamento de La Plata, donde vivo sola, no sé dónde estoy. Pero amo a mi ciudad, aunque esté tan rota”, señaló la escritora que estuvo casada con el historiador Fermín Chávez, recientemente fallecido. “Siempre me salgo de lo que tengo que hablar, me gusta hablar tanto, soy tan charlatana, pero ya no lloro por las torturas.”

Las primas, una historia de iniciación ambientada en unos equívocos años ’40, según plantea en sus fundamentos el jurado –integrado por Juan Ignacio Boido, Juan Forn, Rodrigo Fresán, Alan Pauls, Sandra Russo, Guillermo Saccomanno y Juan Sasturain–, despliega el mundo tortuoso de una familia disfuncional de clase media baja de La Plata. “Las mitologías del barrio, la familia, la sexualidad femenina y el ascenso social a través de la práctica de las Bellas Artes aparecen puestas en escena y desmenuzados por la voz inconfundible de la narradora, Yuna, una primera persona que contempla el mundo con una mirada salvaje, a la vez cándida y brutal, perspicaz y ensimismada, y lo narra con una prosa que pone en peligro todas las convenciones del lenguaje literario”, subrayó Pauls. “A mitad de camino entre la autobiografía delirante y el ejercicio impúdico de la etnografía íntima, Las primas es una novela única, extrema, de una originalidad desconcertante, que obliga al lector a hacerse muchas de las preguntas que los libros suelen ignorar o mantener cuidadosamente en silencio”.

Venturini sorprendió a todos cuando confesó: “Yo ronco y escribo ocho horas diarias”. La ganadora, que nació en La Plata y en cuya universidad se graduó en Filosofía y Ciencias de la Educación, es autora de más de treinta libros, entre poesía, narrativa, ensayo, crítica e investigación, entre los que se destaca Nosotros, los Caserta, Las Marías de los toldos, con prólogo de Fermín Chávez; y Poesía gauchipolítica federal. Como docente, se desempeñó como profesora de Filosofía, Lógica, Matemáticas y afines en establecimientos educacionales de la ciudad de La Plata y Lomas de Zamora. Escribió para los diarios El Día, El Argentino, La Razón, Clarín, La Nación, La Prensa, Democracia y El Hogar, entre otros. Durante su exilio en París se relacionó con Violette Leduc, Eugene Ionesco, Sartre y Simone de Beauvoir, entre otros intelectuales, y en Sicilia frecuentó la amistad de Salvatore Quasimodo. El gobierno francés la distinguió con la Cruz de Hierro por sus traducciones de Francois Villon y de Rimbaud y se acaba de editar su traducción comentada de Los Cantos de Maldoror, del Conde de Lautréamont (publicado por Quinqué Ediciones). En 1991, Venturini fue nombrada ciudadana ilustre de La Plata, donde una biblioteca lleva su nombre.

“No hablo más porque los voy a aburrir. Gracias señores por ser tan honestos”, dijo la ganadora, mirando al jurado. “Algunos peinan canas, pero tienen el cutis sin arrugas.” Cuando el fotógrafo se acercó, la ganadora, coqueta y risueña, amenazó: “Al que me saque fea, le pego”. Y no faltó quien le preguntara cuál es el secreto para estar tan bien a los 85 años. “Trabajar, trabajar y trabajar, escribir lo que te guste, ése es mi secreto”, respondió mientras le sacaban fotos y se acercaban a felicitarla. “Me he presentado a tantos concursos, que ya estaba resignada. Una vez me enteré que cuando abrieron el sobre y se enteraron que yo era la ganadora, dijeron: ‘A esta no se lo damos’. Es el precio que pagué por ser peronista.”

Aunque han anunciado, en incontables ocasiones, que la novela está muerta o en vías de extinción, siempre ha salido indemne de esos sistemáticos intentos de aniquilación. Que la novela es el género literario más vigente, y acaso vital, lo prueba que las obras finalistas del premio Nueva Novela fueron previamente seleccionadas por Liliana Viola, Mariana Enriquez, Marisa Avigliano y Claudio Zeiger entre los 650 manuscritos que se presentaron al concurso, provenientes de todo el país, del resto de América latina y España. Editorial La Página será la encargada de editar, publicar y distribuir Las primas a un precio masivo de diez pesos. Durante la ceremonia de entrega del premio, conducida por Sandra Russo, la actriz Tina Serrano leyó un fragmento de la novela ganadora. “No éramos normales”, dice Yuna, el personaje de la novela. También se entregaron dos menciones: la primera para Sobre el río, de Federico Leguizamón; la segunda para Miramar, de Gloria Peirano (ver aparte). Sasturain destacó la heterogeneidad del jurado. “Eso está muy bien, no es bueno que el jurado esté marcado por ciertas concepciones. Acá hay un criollo de cada pago.”

Jorge Prim, vicepresidente de Página/12, recordó que entre los festejos que se realizaron durante este año por los veinte años que cumple el diario se decidió impulsar el concurso literario Nueva Novela. “Lo más importante fue hacer un diario durante veinte años, que es mucho tiempo. Hemos consolidado un diario progresista, democrático y popular”, afirmó Prim. Aunque todos esperaban la presencia de Martín Lousteau, el presidente del Banco Provincia y futuro ministro de Economía de la presidenta electa Cristina Fernández de Kirchner, Oscar Valdovinos, en representación de Lousteau, bromeó sobre la ausencia del futuro ministro: “Está en una dimensión desconocida, a lo mejor nos acompaña espiritualmente y llega en el instante menos esperado”. Finalmente, Lousteau llegó para el brindis, y saludó a la ganadora.

Envuelta por las flores y los abrazos de quienes se acercaban a felicitarla, Aurora repetía, por si acaso algún distraído no había escuchado bien, o no la habían entendido, que se fue del país por peronista. “Cuando Evita proponía algo lo hacía, no hablaba por hablar”, añadió la escritora platense, que también fue amiga de John William Cooke. “Evita fue la mujer más amada y más odiada, odiada por las mujeres que no necesitaban trabajar y que se regían por sus apellidos, las que engordaban en sus jardines comiendo ostras y otras vituallas caras. En esa época el lugar reservado para la mujer era directora de escuela, maestra o monja. Yo estudiaba en la Universidad, pero éramos muy pocas muchachas.” En el Centro Cultural Recoleta, esta excéntrica y simpatiquísima dama de las letras platenses no perdió la oportunidad de festejar con sus seres queridos un premio más que merecido: los lectores podrán comprobarlo muy pronto.

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