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Viernes, 7 de marzo de 2008
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LA MUERTE DE LA ESCRITORA SUSANA SILVESTRE

El adiós a la autora que se rebeló contra el dolor

Por Silvina Friera

La escritora Susana Silvestre, ganadora del premio de novela Casa de las Américas 2007 con Mil y una, enfrentó su cáncer terminal sin abandonar la sonrisa ni el buen humor, pero el domingo pasado –según informó ayer la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA)– el agravamiento de su enfermedad y el dolor corporal, insoportable, la llevaron a quitarse la vida. Aún puede leerse en su página web (www.susanasilvestre.com) una simpática enumeración de objetos que ella elegía como carta de presentación. “Como se habrán dado cuenta, soy escritora, aunque no precisamente de best-seller; en consecuencia, poseo una casa modesta pero con terraza, no tengo auto pero sí una cuantiosa biblioteca, una no despreciable disponibilidad de CD, las plantas suficientes como para formar un pequeño bosque y que un colibrí me visite todos los veranos, soy dueña de un gato siamés y de muchas películas. Ultimamente he incorporado a mi patrimonio una bicicleta que guardo en el garage de enfrente. Con ella he conseguido satisfacer las demandas de actividad física solicitadas por mi médico, además de recuperar aquellos tiempos de mi infancia en San Justo, cuando la bicicleta era como una prolongación de mi cuerpo.”

Silvestre nació en San Justo (Buenos Aires), en 1950. Es autora de los relatos El espectáculo del mundo (1983), Todos amamos el lenguaje del pueblo (2002) y Mujeres de vacaciones (2005) y de las novelas Si yo muero primero (1991), Mucho amor en inglés (1994), No te olvides de mí (1995) y Biografía no autorizada (2004). Fue guionista de la película La vida según Muriel (1997), junto a Eduardo Milewicz, y escribió la obra de teatro Donde no crecen las rosas (estrenada en el Centro Cultural San Martín, en 1989). Mil y una –recreación argentina y contemporánea de la saga de Sherezade, del Decamerón y de los no menos clásicos Cuentos de Canterbury– fue elegida entre las 115 obras presentadas al concurso Casa de las Américas “por su prosa fluida, limpia, graciosa, su estructura inteligente, compleja y lúdica; y por constituir un desafío frente a las tendencias que muestran hoy los grandes consorcios editoriales”.

Publicó en editoriales “consagradas” –Emecé, Espasa Calpe, Planeta– sólo hasta 1995, año en que sobrevino la brutal concentración y el achicamiento del mercado editorial del país, seguida de una preceptiva “global” a los autores para que escribieran pensando en un público “más amplio”. “Tenía dos opciones: plegarme a la corriente o rendirme ante mi ética y mi amor por la literatura. Triunfó este último y mis textos fueron apareciendo en editoriales pequeñas”, recordaba la escritora. “El premio Casa de las Américas, con el que soñaba cuando empecé a escribir, allá por los años de la última dictadura militar, viene a decirme que no me equivoqué.” Carlos Chernov, durante la presentación de Mujeres de vacaciones (Ediciones Al Margen, 2005), señaló que los relatos de Susana transmiten algo de la tristeza del tiempo en fuga. “Como si escribiera movida por la idea de que, la alegría erótica, es el único antídoto contra la angustia que nos provoca el conocimiento de nuestra inevitable muerte. Como si se rebelara contra la idea de que el instante debe ser un humilde subordinado del porvenir.” Susana, precisamente, se rebeló contra el dolor, el domingo pasado. En el comunicado de la SEA se recuerda la cita de la última carta de Van Gogh, encontrada en su chaqueta el día de su muerte. “Contiene el mismo mensaje que nos podría haber enviado a todos Susana Silvestre, antes de partir: ‘Finalmente, sólo podemos hacer hablar a nuestras obras’.”

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