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Jueves, 5 de junio de 2008
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Montse Armengou y Ricard Belis y una historia documental de “las siniestras prácticas franquistas”

Ensayo general para la Segunda Guerra

Los cineastas llegaron a la Argentina para presentar, desde hoy, una serie de películas sobre la Guerra Civil Española, a la que consideran el germen de los fascismos del siglo XX.

Por Oscar Ranzani
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Montse Armengou y Ricard Belis investigaron la represión y la resistencia durante el franquismo.

Algunos historiadores coinciden en que la Guerra Civil Española puede leerse como preludio de la Segunda Guerra Mundial, debido a que los factores económicos, políticos e ideológicos en pugna entre republicanos y fascistas después se repitieron y se incrementaron potencialmente en el conflicto bélico internacional entre otros países. Montse Armengou y Ricard Belis, que adhieren a esta postura, llegaron a Buenos Aires a presentar una serie de documentales que abordan situaciones problemáticas de la Guerra Civil Española y dan cuenta de las siniestras prácticas del franquismo que gobernó España durante cuarenta años sembrando el terror en la Península Ibérica. “La Guerra Civil Española fue el ensayo general de la Segunda Guerra Mundial. Por la prueba del armamento cuando las potencias como la URSS, Italia y Alemania probaron sus aviones, sus tanques en la Guerra Civil y por una cuestión ideológica: la batalla contra el fascismo empezó en España. Dejaron que ganara el fascismo en España y eso fue el preludio de lo que vino después”, dice Belis quien junto a Armengou presentará cuatro de los ocho documentales que integran el ciclo La Guerra Civil Española. El documental de investigación en España: Herramienta de recuperación histórica, que podrá verse desde hoy en el Cine Cosmos y que cuenta con el auspicio de la Embajada de España, y TV-3 Cataluña.

“Nuestro objetivo general es recuperar la memoria histórica sobre un tema que hasta hace poco en España no se había tratado, se había silenciado no sólo en la dictadura sino también en democracia. Además de recuperar la memoria, otro objetivo es descubrir algún hecho de nuestra historia que no es conocido y sacarlo a la luz”, explica Belis. En tanto, la directora Armengou aclara que “cuando hablamos de la violencia que protagonizan los franquistas durante la Guerra Civil no debemos olvidar que también hubo violencia revolucionaria. La hubo. Son muchos los lugares donde sabemos que elementos revolucionarios mataron y fusilaron a curas y a gente de derecha. Eso existe. ¿Cuál es la diferencia? Hay una diferencia cuantitativa: no se pueden comparar los muertos de la violencia revolucionaria con los de las tropas franquistas sobre la población civil. La otra diferencia es cualitativa: son muchísimos los intentos probados de las autoridades de la República para controlar y frenar esos brotes de violencia revolucionaria que, evidentemente, no justificamos pero que explicamos: muchas veces son una reacción al mismo golpe de Estado.”

Un experto solidario

Barcelona fue la primera ciudad del mundo donde la población civil fue bombardeada sistemáticamente con tanta intensidad. Frente a tremenda amenaza, los pobladores buscaban guarecerse donde podían. Es entonces que entra en esta historia el ingeniero Ramón Perera, quien diseñó un sistema de protección civil que se reprodujo posteriormente en toda Cataluña: bajo su supervisión se construyeron 1200 refugios antiaéreos en apenas dos años. Los gobiernos de Italia y Alemania –que después integrarían las potencias del Eje– enviaban aviones bombarderos no sólo como apoyo a Francisco Franco sino también como una manera de probar sus propios armamentos que luego utilizarían durante la Segunda Guerra Mundial. Sobre este personaje, cuyos diseños salvaron miles de vidas, se detiene el documental Ramón Perera: el hombre de los refugios antiaéreos.

La construcción de los refugios estaba financiada, en parte, por la Generalitat de Cataluña, pero la sociedad civil también se las ingenió para hacer aportes como, por ejemplo, entidades que funcionaban en tiempos de paz como Comisiones de Fiesta Mayor de Barrio (que recogían cada año dinero para hacer fiestas) reconvertidas en comisiones pro refugio antiaéreo. Se hacía como se podía: en algunos casos, utilizando materiales de los edificios destruidos por los bombardeos tales como vigas y piedras. “No se conoce un solo caso de un refugio homologado por la Junta de Defensa Pasiva donde en un bombardeo haya muerto gente. Muere gente que la atrapa el bombardeo yendo al refugio porque a veces se detectan faltas de coordinación, poca rapidez en el aviso, etcétera. Podía morir gente en una avalancha por entrar en el refugio o porque se refugiaban en un sótano no homologado, pero no se conoce una sola víctima de un refugio diseñado por Ramón Perera”, dice Armengou. Belis, en tanto, señala que cuando empezó la Guerra Civil, “las autoridades no sabían lo que era el peligro aéreo. No sabían que, incluso, se podía bombardear de noche. Entonces, el valor de Perera no sólo fue supervisar la construcción de los refugios sino idear un tipo de protección contra esa arma que era desconocida. Y al hombre se le ocurrieron varias cosas: las entradas tenían que ser en zigzag para evitar la onda expansiva, tenían que tener más de una entrada porque si caía la bomba en una de ellas, la gente podía salir por la otra. O sea que fue todo un diseño arquitectónico y de ingeniería intentando imaginar cómo protegerse”, cuenta Belis.

La infancia perdida

El documental Los niños perdidos del franquismo aborda el terrible destino que tuvieron los hijos de los republicanos cuando la Guerra Civil había concluido y la dictadura de Franco buscaba “limpiar” a España de la “amenaza roja”. Algunos pasaron a la tutela del Estado y sus mentes eran “readecuadas” ideológicamente para que no pensaran como sus padres, que pasaron a ser prisioneros políticos y, en muchos casos, después fusilados. “Es muy interesante que todo este asunto de la desaparición de niños se viste con un corpus teórico intelectual. El psiquiatra Antonio Vallejo Nájera, un hombre formado en los congresos de la Alemania nazi, hace unos pseudo estudios científicos con unos brigadistas internacionales presos: les mide el cráneo, varias cosas de este tipo y llega a una conclusión (todo esto financiado por Franco): el marxismo es una enfermedad y, además, es una enfermedad contagiosa. Por lo tanto, él llega a teorizar que es necesario separar a los hijos de los rojos de sus padres para que no se contagien de esa enfermedad, que es el ser rojo”, recuerda Belis.

En este asunto de la separación de los niños estaba implicada la organización Auxilio Social (“que, en teoría, era benéfica”, señala Belis), que recogía a los niños huérfanos o desamparados. “Es cierto que niños desamparados por la guerra fueron recogidos aquí. Pero, por ejemplo, los niños entraban a la cárcel con sus madres. Pero al cumplir los tres años tenían que salir. Entonces, o bien iban a parar en adopción, sobre todo si no había un familiar afuera para recogerlo, u otro destino posible era este centro de auxilio social. Entonces, ésos eran como orfanatos donde se educaban a esos niños explicándoles que sus padres eran poco más que el demonio. Y se dieron, además, muchos casos, que estos niños al hacerse mayores, incluso, renegaron de sus padres”, comenta Belis. Armengou agrega que el rol de la Iglesia en este asunto fue determinante y que, incluso, hubo un plan de recatolización de los niños de los prisioneros políticos. “La mayoría de estos centros de recogida de niños si no eran de Auxilio Social, que era esta organización del Partido Falangista, eran organizaciones de la Iglesia. Por lo tanto, la implicación de la Iglesia en esta reeducación de los niños era total. Pero además, hemos rescatado documentación donde muchas veces la Iglesia es partícipe de las adopciones irregulares”, destaca Armengou, quien agrega que “si algo hace única a la dictadura franquista es que no hay otro ejemplo en el mundo de una dictadura tan larga, tan cruel y tan sumamente conectada con un poder religioso como la Iglesia Católica”.

El tren del horror

Durante la Guerra Civil y posteriormente miles de familias huyeron de España, producto de las atrocidades franquistas. Algunas de ellas llegaron a Francia. En este último caso, tuvieron un pésimo recibimiento de parte de las autoridades. Cuando se inició la Segunda Guerra Mundial, el gobierno francés se dio cuenta de que, en realidad, los refugiados españoles podían ser utilizados como mano de obra y, especialmente, los hombres comienzan a trabajar en los campos del sur de Francia. Cuando Alemania invade Francia se produce un hecho inédito: desde la estación de Angouleme parte un tren con 927 españoles (hombres, mujeres y niños). Como esta ciudad estaba justo en la línea de demarcación entre la zona libre y la ocupada de Francia, los engañan: les dicen que van a ir a territorio libre pero terminan subiéndose a un tren que estaciona en el campo de concentración de Mauthausen (Alemania). “Es el primer tren de Europa occidental que va a llevar población civil (que eran refugiados) a campos de concentración”, relata Armengou y esto puede verse en El convoy de los 927. En Mauthausen fueron separados: los hombres y los chicos a partir de los trece años quedaron en el campo de concentración y las mujeres, finalmente, fueron devueltas a España. El tren partió el 20 de agosto de 1940 de Angouleme y de los 927, quedaron 430 en el campo de concentración alemán. “La gran mayoría murió por las malas condiciones del campo, las terribles condiciones de alimentación. De hecho, una cosa que nos interesó mucho es que ninguna persona mayor de cuarenta años de los que entraron al campo sobrevivió, sino que sobrevivieron los chicos”, relata Belis, y cuenta una historia increíble: “Un grupo de ellos trabajaba en una cantera fuera del campo. Y, cada día, salían del campo para ir a trabajar. Entonces, con la colaboración de un catalán que trabajaba en el laboratorio fotográfico del campo, fueron sacando a escondidas negativos de fotografías que los mismos nazis hacían de su obra destructora porque ellos estaban muy orgullosos de lo que hacían. Y los iban sacando y se los daban a una mujer austríaca del campo socialdemócrata que los iba guardando a escondidas. Estos negativos fueron claves después en el Juicio de Nuremberg para condenar a muchos de los altos cargos de Hitler”.

Escarbando la memoria

Las fosas del silencio da cuenta de un plan de exterminio sistemático de prisioneros durante el franquismo que duró “hasta ocho semanas antes de la muerte del dictador con la ejecución de las últimas sentencias de muerte”, recuerda Armengou. “Cuando empiezan a surgir movimientos de personas que buscan a sus ancestros, eso supone una auténtica convulsión: ¿De dónde salen estos desaparecidos? ¿Por qué hablamos de desaparecidos? Porque el franquismo fusiló a centenares de miles de personas con juicios que no tenían ningún tipo de garantía jurídica, ninguna. Se trata de gente de la que no queda ninguna constancia de que han sido ejecutados. Esos son los NN que estamos buscando”, relata la directora acerca del sentido del documental y cuenta que España no estaba preparada para asimilar que tenía NN. “Más tratándose de un país que en el año ’92 firma alegremente el Tratado Internacional contra la Desaparición de Personas. En los ’90 en Europa estamos muy convulsionados por lo que ha pasado a una horita de vuelo: los Balcanes. Entonces, todos los países europeos, entre ellos España, se prestan a firmar tratados contra la desaparición de personas porque claro, ésta es una cosa que pasa en esos lugares incivilizados como los Balcanes, América latina, Sudáfrica. Pero, ¿qué ha pasado? Que nos están empezando a salir nuestros propios desaparecidos”, concluye Armengou.

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