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Lunes, 7 de julio de 2008
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Entrevista a la española Sonia Almarcha, protagonista del film La soledad

“Este papel fue un reto y un lujo”

La película de Jaime Rosales, ganadora en los últimos premios Goya, se verá hoy en el marco del ciclo MadridCine-Buenos Aires 2008. Allí la actriz encarna a una mujer que pierde a su hijo. “Me gusta trabajar las situaciones extremas”, dice.

Por Oscar Ranzani
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Almarcha se luce en La soledad, un potente film de autor que sorprendió en España.

En la última entrega de los premios Goya se produjo un hecho sorprendente: cuando la mayoría pensaba que la gran favorita, El orfanato, ópera prima de Juan Antonio Bayona (que es considerada una de las películas más exitosas en la historia de la cinematografía española) se alzaría con el máximo galardón que otorga la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, La soledad –un film de autor muy potente es el sello que le dio su realizador, Jaime Rosales–, se llevó no sólo el Goya a la Mejor Película sino también al Mejor Director, y José Luis Torrijo fue elegido en la categoría Mejor Actor Revelación. “Fue una alegría muy grande y una sorpresa porque no lo esperábamos. El hecho de que una película de este tipo se haya llevado el Goya significa un cambio, de alguna manera, en la Academia. Y esto nos beneficia a todos porque se abre más el mercado”, señala Sonia Almarcha, la protagonista del film, que se encuentra en Buenos Aires para presentarlo en el marco del ciclo MadridCine-Buenos Aires 2008 que se está desarrollando en el Complejo Atlas Patio Bullrich (avenida Del Libertador 750).

Una de las características de La soledad es que el director decidió utilizar la técnica de la polivisión, que consiste en dividir la pantalla en dos partes, de modo que se ofrecen dos puntos de vista para la misma secuencia. Estructurada en cuatro capítulos y un epílogo, La soledad tiene dos historias que no se cruzan sino que transitan por caminos paralelos. Adela (Sonia Almarcha) es una joven que se ha separado de Pedro (José Luis Torrijo) y, cansada de la vida en su pueblo natal al norte de León, decide trasladarse a Madrid con su pequeño hijo Miguelito. Se muda a un departamento que comparte con Carlos e Inés, dos jóvenes con los que rápidamente entra en confianza y logra una agradable convivencia. La vida de Adela sufre un terrible cimbronazo cuando en un atentado terrorista Miguelito muere. Desde ese momento, deberá enfrentar el mundo con semejante mochila a cuestas. La otra historia tiene como protagonista a Antonia (Petra Martínez), la madre de Inés (compañera de departamento de Adela), Nieves (que enfermará) y Helena, que le pide dinero a su madre para comprar un departamento y genera un gran conflicto. La relación entre las hermanas se irá tensando durante el desarrollo de la película, y Antonia que, tras enviudar, logró una vida apacible con su novio Manolo, comenzará a tambalear. “No lo veo como un drama”, señala Almarcha y justifica su opinión: “La veo como el relato de un trocito de vida tal cual es: a lo crudo, sin más, porque lo que pasa no es sólo triste. Pasan cosas muy lindas también pero ahí está el accidente. Es como un trozo de realidad”.

–Adela sufre un brusco cambio en su vida. ¿Cómo trabajó esa bisagra desde el aspecto actoral?

–Con Jaime Rosales trabajamos durante dos meses antes del rodaje, una serie de ensayos, casi como un proceso teatral. Ensayamos en orden cronológico con improvisaciones cada una de las secuencias de la película. Y ensayamos todo el proceso de ella desde el principio hasta el final en orden, para que cuando llegáramos al rodaje pudiéramos saltárnoslo y adaptarnos a las locaciones. Con lo cual llegamos al rodaje con el proceso hecho.

–A partir de ese momento crucial, la película plantea que Adela deberá encontrar la fuerza para regresar a una vida normal. ¿Ella es fuerte frente a la adversidad?

–A mí me parece que sí. Yo soy madre y no sé cómo reaccionaría ante esto. Nosotros vemos un drama de estos y pensamos: ¿cómo seguirá viviendo esa gente? Pero, de hecho, la mayoría de las personas sigue viviendo. Quiere decir que la fuerza de la vida sigue siendo potente. Ese dolor no se cura nunca, se queda en el alma. Una madre que pierde a un hijo... no se cura, se queda ahí.

–¿Qué significó para usted el hecho de interpretar un papel en el que la protagonista sufre una de las mayores pérdidas que puede tener un ser humano?

–A nivel actoral es un lujo. Te pone en una situación extrema. Jaime Rosales trabaja con mucha sutileza. Entonces, actoralmente, se trata también de un reto: cómo contar sin ser explícito, sin ir al resultado, simplemente viviendo poquito a poco. Ha sido un reto y todo un lujo. Los actores buscamos siempre este tipo de actuación.

–¿Las situaciones extremas plantean un desafío para el artista?

–Claro, sobre todo cuando no se busca el resultado típico de las situaciones extremas. Quiero decir que no es que se te muere alguien y la escena se desarrolla llorando desesperada. Eso no es tan difícil de hacer como sí lo es lo contrario: simplemente estando en ese dolor sin contarlo para afuera.

–El drama de Adela no se cruza mucho con el de Antonia y sus hijas. Más bien el director parece haber establecido senderos paralelos en los distintos conflictos. ¿Usted cómo lo observa?

–Sí, son dos historias paralelas. No se cruzan, salvo que la hija Inés es un nexo. De hecho, en el guión original eran tres historias. Cambiaron a dos por una cuestión de tiempos. Rosales decía que tenía muchas historias que contar y finalmente eligió dos. Realmente no tienen conexión.

–Teniendo en cuenta que Adela debe enfrentarse a las situaciones más complicadas de la vida, de mucho dolor, ¿es una especie de soledad existencial la suya?

–Totalmente. De hecho, ella no está sola. Tiene al padre, amigos, al ex, a compañeros de piso. Yo creo que la soledad de la que se habla es la del ser humano que nace y muere solo. Y en el dolor, por mucho que haya gente que te acompañe, estás solo. Y en la alegría también. La puedes compartir un rato pero es tuya. Habla de esa soledad.

–¿El dolor profundo que sufre un ser humano no es posible compartirlo con los demás?

–Sí se puede compartir, ya que eso puede aliviar por momentos, pero la vivencia del dolor es algo que sólo uno puede vivir. Por el hecho de que estés rodeado de tu padre, tu madre o no sé quién, no te vas a escapar de eso: si te toca, te tocó.

–¿La soledad reflexiona también acerca de perder el miedo a hablar de la muerte?

–Yo creo que no, que la peli habla más bien de la fragilidad de la vida.

–¿Y qué es la soledad para usted?

–La soledad como concepto... no sé. Me imagino que forma parte de mí. Es algo con lo que estaría bueno aprender a convivir tanto como con la muerte. Es una situación mal entendida por parte de la sociedad en la que me he criado, porque tanto la muerte como la soledad son cosas que están calificadas como negativas y yo creo que no lo son sino que existen del mismo modo que existe la vida. Y deberíamos entenderlo y educarnos para vivirlo. ¿Por qué no? Si es parte de la vida, ¿por qué vivir como algo negativo la soledad o la muerte de un ser humano?

* La soledad se proyectará hoy a las 17.30 en el Completo Atlas Patio Bullrich.

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