Imprimir|Regresar a la nota
Domingo, 27 de julio de 2008
logo espectaculos
HARVEY WEINSTEIN, TIEMPOS DIFICILES PARA UN DURO DE HOLLYWOOD

Caída libre para quien fuera “el Saddam Hussein del cine”

El productor de Quentin Tarantino, Michael Moore y Martin Scorsese ha venido sufriendo un fracaso tras otro de boletería, al punto de que su película más reciente costó 20 millones de dólares... y sólo alcanzó a recaudar 5665.

Por Guy Adams *
/fotos/espectaculos/20080727/notas_e/na33fo01.jpg
Harvey con Michael Moore y la Palma de Oro del Festival de Cannes por Fahrenheit 9/11.

Desde Los Angeles

En una ciudad donde la imagen es todo y las personalidades se vuelven más grandes que la vida misma, Harvey Weinstein siempre tuvo una fuerza natural. A lo largo de tres décadas, el magnate del cine, siempre con el cigarro en la boca, utilizó su explosiva personalidad y su talento mercurial para ocupar la principal mesa de Hollywood, confundiendo a los críticos que aseguraban que su carrera estaba construida sobre el estilo y la fanfarronería antes que sobre la sustancia. De cualquier manera, hay una sensación de cosa histórica sobrevolando los insistentes rumores que dicen que el imperio de Weinstein navega en aguas tumultuosas. En un mercado problemático, está afrontando presiones comerciales que a cualquier mortal dejarían parecido a esos extras sangrientos de las películas de Quentin Tarantino en las que se sostuvo su éxito inicial.

El empresario enfrenta una multitud de problemas, pero todo en realidad se reduce a una única dificultad: que es que está produciendo un tipo de cine que poco tiene que ver con lo que las masas amantes del popcorn quieren ver. Los problemas de Weinstein pueden sintetizarse en la marcha de los films que recientemente produjo o distribuyó: Grindhouse, The Promotion y Death-Defying Acts. Las tres presentaron elencos ambiciosos y directores de alto rango, y las tres fracasaron en taquilla. Death-Defying..., un biopic sobre el escapista Harry Houdini protagonizado por Catherine Zeta–Jones que costó 20 millones, fue lanzado dos semanas atrás sin avant première y con poca fanfarria. Su performance en la boletería estuvo bien lejos de la magia: apenas totalizó 5665 dólares.

Pero los problemas de Weinstein también se materializan en un rosario de malas noticias. La semana pasada, la cadena televisiva NBC le inició un juicio por cifras considerables; su compañía de video Genius perdió 50 millones, y ha habido renuncias a niveles senior en sus compañías de films, libros y modas. De manera aún más amenazante para una industria que no suele perdonar y que mide el éxito en victorias en el Oscar, hay un aire de declinación en el fracaso de Weinstein para conseguir una estatuilla dorada a su colección desde que dejó a Disney, en malos términos, en 2005. Para un hombre que supo ganar un Oscar atrás de otro, y cuyo CV incluye clásicos modernos como Shakespeare enamorado, El paciente inglés y Pulp Fiction, es toda una caída. Pero Weinstein no es el típico pez gordo del cine. Esta semana, con su estilo característicamente desafiante, se embarcó en una ofensiva de relaciones públicas, asegurando que los maliciosos rumores sobre la supuesta decadencia de su Weinstein Company fueron exagerados por rivales celosos. “Somos como Michael Jordan y los Chicago Bulls, que ganaron todos esos títulos y todos querían que fallaran”, dijo, en una analogía con el básquet de la NBA. “Después de que ganaron seis títulos, hasta yo quería que Utah Jazz los venciera.” Es un acto típico para alguien que tiene su buena cuota de enemigos, que fue definido como “un pequeño Saddam Hussein del cine” por Bernardo Bertolucci. Pero también subraya cómo el camino de Weinstein representa una alternativa a la tiranía de los grandes estudios, una que alimentó las carreras de Gwyneth Paltrow, Leonardo DiCaprio y Anthony Minghella. Más allá de su estilo “ámame u ódiame”, Weinstein sigue siendo una de las últimas esperanzas de un vibrante sector independiente, que recientemente sufrió la pérdida de uno de sus mayores jugadores, New Line Cinema. Sus defensores esperan que solo esté “tomando aliento” y que, a los 56, todavía pueda hacer otra Ciudad de Dios o Mi pie izquierdo.

Pero primero las malas noticias: como cualquier otro jugador en la titubeante economía norteamericana actual, Weinstein sufre las estrecheces de un mercado de crédito que, según dicen los expertos de Wall Street, dejó a las compañías con poco capital. Aunque es imposible estudiar los balances de The Weinstein Company (como compañía privada, no publica sus cuentas), la seguidilla de decepciones en boletería no debe haber ayudado mucho a cubrir sus vencimientos. Al fiasco de Death-Defying Acts, este mes se sumó el lanzamiento de The Promotion, una comedia de 8 millones sobre unos gerentes de supermercado que recaudó apenas 408 mil dólares. Otros fracasos incluyen a El diario de la niñera, Grindhouse (dirigida por Quentin Tarantino y Robert Rodriguez, una producción de 53 millones de dólares que recaudó la mitad de esa cifra) y Grace is Gone, una película con John Cusack que Weinstein compró por 4 millones y sólo hizo 50 mil dólares. El film épico de ciencia ficción Outlander and Virgin Bay, producido por Dino de Laurentiis a un costo de 30 millones, irá directo a video. Kill Shot, de John Madden (director de Shakespeare enamorado), espera una fecha de estreno entre rumores de que nunca verá la luz.

Este mes, Weinstein buscó rebatir las especulaciones sobre sus finanzas revelando sus planes de buscar apoyo de grandes estudios para dos de sus lanzamientos más esperados: Inglorious Bastards, la película de Tarantino sobre la Segunda Guerra Mundial, y el musical Nine, protagonizado por Daniel Day-Lewis y Nicole Kidman. Mientras tanto, la revista Business Week asegura que The Weinstein Company no tendrá beneficios este año, como se había previsto en el pico más alto del mercado de valores, cuando Weinstein contrató a Goldman Sachs para conseguir 1,2 billón de inversores privados. La revista también se pregunta por el reciente acuerdo que le permite a la cadena Showtime exhibir sus películas, en el que TWC habría llegado a un acuerdo de siete años por la mitad de la tasa usual, en una movida que algunos observadores calificaron de desesperada. El lunes pasado, The Hollywood Reporter contribuyó al clima con un reporte en el que apunta que las acciones de Genius, una compañía de video hogareño de la cual TWC posee el 70%, cayeron de 2,50 dólares a 20 centavos, haciéndole perder 50 millones.

Aunque pocos en la industria hablarán públicamente de las cuestiones de Weinstein, hay un consenso privado sobre que los próximos meses serán cruciales. “En los primeros dos años, la gente le daba a The Weinstein Company el beneficio de la duda –dice un productor rival–. Desafortunadamente, la economía se está frenando, hay un exceso de películas en el mercado y están perdiendo la paciencia.” Pero los problemas van más allá de las películas. Halston, la firma de moda que Weinstein compró luego de ser introducido en el comercio de confecciones por su esposa, la diseñadora Georgina Chapman, vio partir a su director creativo, Marco Zanny. Weinstein Books, fundada en 2007, gastó una suma de seis cifras en los derechos para Estados Unidos de Courage, la colección de ensayos de Gordon Brown: el ranking actual de Amazon marca 225,491 libros vendidos. El arquitecto de ese acuerdo, Rob Weisbach, acaba de dejar la compañía.

Por supuesto, lidiar con la adversidad nunca fue un problema para Weinstein, que en 1979 fundó su primera compañía, Miramax, junto a su hermano menor Bob (y la vendió a Disney en 1993), y se hizo un nombre con una serie de hits que incluyó a El juego de las lágrimas, Mi pie izquierdo, En busca del destino y Escándalo. Procedente de un duro suburbio de New York, a menudo irritó a los directores con sus modales callejeros. En 2004, James Ivory lo definió como “insoportable en sus maneras y su discurso, carente de talento artístico de ninguna clase”, y agregó: “Que tenga una edad emocional de 12 años tampoco ayuda”. Saul Zaentz, productor de El paciente inglés, lo describió como alguien “lleno de mierda”, mientras que Spike Lee manifestó que “no le tengo miedo: a mí no puede sacarme de la industria”.

Weinstein puede haberse vuelto una víctima de su propio éxito. Habiendo creado un mercado en el que las películas independientes tienen un espacio, ahora enfrenta la competencia de muchos rivales. También debe decirse que las películas más recientes de TWC incluyen algunos éxitos, como Scary Movie 4 y 1408: los voceros insisten en que los rumores de problemas financieros no tienen fundamento, y que el futuro es brillante. El test más inmediato llegará el mes próximo, cuando The Weinstein Company lance Crossing Over con Harrison Ford, con el éxito aún fresco de Indiana Jones y el reino de la Calavera de Cristal. Hollywood estará mirando, y Weinstein, sin dudas, rezará por que el público también lo haga.

Q De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.