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Viernes, 19 de septiembre de 2008
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WOODY ALLEN ACAPARO LA PRIMERA JORNADA DEL FESTIVAL DE SAN SEBASTIAN

Una comedia erótica a la española

Javier Bardem como “macho ibérico” y Penélope Cruz como una suerte de nueva Carmen son los iconos locales con los que Woody decora Vicky Cristina Barcelona, donde la rubia Scarlett Johansson y la morocha Rebecca Hall hacen de amigas antagónicas.

Por Horacio Bernades
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Rebecca Hall, Javier Bardem y Woody Allen, ayer en la muestra donostiarra.

Desde San Sebastián

A Albertina Carri le toca defender solita al cine argentino, en estos primeros días de la 56ª edición del Festival de San Sebastián. Es que si a algo se parece la programación de un festival es a una lotería, y la lotería esta vez dio por resultado que el grueso del cine argentino se apile en los últimos días del festival, con El nido vacío –cuyo debut en Competencia Oficial se producirá el miércoles 24– como eje. Así que La rabia, la película de Carri que en la Argentina se estrenó meses atrás y hoy inicia sus tres días de presentaciones vascas (en la sección Horizontes Latinos, donde también compiten Leonera y La sangre brota), funciona como puesto de avanzada criollo en medio de la inmensa grilla. Papel que seguramente no le disgustará a su combativa directora. Pero el acontecimiento que signa el arranque de esta nueva edición del Donostia Zinemaldia es, sin duda, la presentación de la última de don Woody Allen, Vicky Cristina Barcelona, que bien podría considerarse española a medias.

La primera razón de su españolidad es advertible ya en el título. Aunque no es Barcelona el único objeto urbano-amoroso de Woody en esta ocasión: la ciudad asturiana de Oviedo también se entrega, encantada, a la cámara del DF Javier Aguirresarobe, crédito local aquí en Donostia. Las otras razones hay que buscarlas en los nombres del protagonista, Javier Bardem, y de Penélope Cruz, a la sazón una de sus partenaires.

Dada la enorme popularidad de la que Mr. Allen goza en España, aun sin todos esos ases seguramente su nuevo opus, que se presenta en una sección paralela (Zabaltegui), le habría robado todo el cartel a la muy mediocre The Other Man, que tiene a su cargo la apertura oficial de San Sebastián y cuyo mayor aval para semejante honor debe ser, seguramente, contar con la presencia de Antonio Banderas. Hablando de Banderas, el festival le hizo entrega, anoche, de uno de los dos premios Donostia, con los que todos los años honra a figuras del cine (la otra homenajeada será, en esta edición, Meryl Streep, que es de esperar no se ponga a saltar de alegría como en Mamma Mia!).

“Me parece que en cuestiones de sexo, todo el mundo consigue lo que quiere aquí en España, a excepción de Javier, que no consigue nada”, bromeó Woody durante la conferencia de prensa posterior al primer pase de Vicky Cristina Barcelona, flanqueado por Bardem y por la actriz británica Rebecca Hall, una de las grandes revelaciones de la película. Llamativamente, las dos stars femeninas, Scarlett Johansson y Penélope Cruz, no acompañaron la presentación. El chiste de Woody tiene relación con el papel de “macho ibérico” que le cabe en VCB al reciente ganador del Oscar por Sin lugar para los débiles. Bardem, que hace de pintor abstracto, se arrima, de entrada, a la mesa que ocupan dos turistas yanquis en un restorán catalán, proponiéndoles sexo durante todo el fin de semana.

Las chicas son Scarlett y Rebecca (Hall). Una es Vicky y la otra Cristina. Una es rubia y la otra morocha. Una es lanzada y la otra sensata. Una agarra y la otra no. Finalmente, como en el truco, quieren la primera (pasar el fin de semana en Oviedo) y pasan la segunda... aunque no definitivamente. Ya entrará Penélope, en la segunda mitad de la película, haciendo de ex esposa de José Antonio, pintora también, pasional como un toro y torturada como Sor Juana Inés de la Cruz, para completar un cuadrángulo de lados muy móviles.

“Creo que la película hace del tópico una pirueta, planteando ciertos estereotipos para darlos vuelta”, afirmó Bardem en la conferencia de prensa, y es posible que a la larga sea cierto. Pero no hay duda de que el combo guitarra flamenca-hermosas ciudades-furia pasional hace a la película demasiado parecida, durante su primera parte, a un folleto turístico desplegable. Turístico-cultural, dada la tendencia de los protagonistas a hablar de la Vida, el Arte y otras mayúsculas. Una vez que sació todos los clichés posibles (faltan los toros, aunque para eso está esa Carmen llamada Penélope), Woody se mete en dos de sus especialidades, la comedia sexual y la hesitación erótica, tan bien expresadas en aquella escena de Hannah y sus hermanas en la que Michael Caine decide no tirarse encima de Barbara Hershey, y va y se le tira encima. Aquí es sobre todo Vicky (la magnífica Rebecca Hall) la que hace ese personaje del deseante dudoso. En una palabra, después de Kenneth Branagh y Will Ferrell, en Vicky Cristina Barcelona el personaje de Woody lo hace una mujer.

Woody sabe conducir muy bien este cuarteto amoroso (que incluye un ménage à trois entre Bardem, Johansson y Cruz, excesivamente casto para las expectativas generadas), cuyas marchas y contramarchas podrían hacer aparecer a Woody como un Rohmer americano. Aunque desde ya que el autor de Les rendevouz de Paris jamás se habría permitido definir a sus personajes con una voz omnisciente en off, como aquí lo hace Allen. “Soy neoyorquino y vivo en Oviedo”, confió un sorprendente asistente a la conferencia de prensa, contando que en esa ciudad a Allen le levantaron un monumento (literal, nada de metáforas), y que es el más visitado de la ciudad. “¿Visitado por la gente o por las palomas?”, quiso saber Woody, con una rapidez que desmintió su despiadada aseveración de que no se sintió para nada rejuvenecido mientras filmaba la muy erótica Vicky Cristina Barcelona.

“Me sentí tan viejo y crujiente como siempre”, aseguró. “No tengo idea de por qué les gustó”, se permitió comentar, en referencia al éxito que la película está teniendo en Estados Unidos. “La filmé igual que las que no gustaron, así que no sé qué le vieron.” A pesar del suceso –bastante inusitado, teniendo en cuenta el fracaso de las últimas películas–, es muy posible que el hombre siga filmando en el exterior. ¿Las razones? Muy sencillo: “A mi mujer y a mis hijos les gusta viajar, así que me presionan para que filme afuera”. Hasta es posible que sea cierto.

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