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Jueves, 2 de octubre de 2008
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Lo que sé de Lola, de Javier Rebollo, con Michaël Abiteboul y Lola Dueñas

La soledad se lleva mejor de a dos

Crónica de la soledad en la vida urbana contemporánea, en Lo que sé de Lola el espectador lo irá sabiendo todo a través de los ojos y los oídos siempre atentos de León, cuya vida gira alrededor de la de Lola, sin que ella siquiera lo sepa.

Por Luciano Monteagudo
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Aunque la geometría de sus imágenes pudiera hacer pensar lo contrario, no es tanto un film del director como de sus actores.

Pobre Léon. Lo suyo es una vida gris, monótona, hecha de pequeñas, miserables rutinas cotidianas. Su madre enferma, postrada en la cama, parece haberse apropiado de su voluntad y lo maneja a distancia, con la misma displicencia con que pulsa los botones del control remoto del televisor. Pero un día cualquiera, sin previo aviso, su madre muere, y Léon se queda definitivamente solo, perdido entre los muebles viejos de ese departamento parisino estrecho, impersonal, con paredes demasiado lábiles. Es así como descubre la vida rumorosa que late del otro lado de su dormitorio. Se escuchan música, risas, ruido de copas, eventualmente también el fragor de una noche de sexo. Hay una nueva inquilina en el piso y es española, lo que despierta aún más la curiosidad de Léon, un hombre que se comporta como un niño tímido y silencioso. A partir de allí, no hará otra cosa que vivir por y para ella, sin que ella siquiera lo sepa.

Proveniente del cortometraje, al que fatigó durante casi una década, el director madrileño Javier Rebollo eligió para su primer largo la ciudad de París, por el contraste que provoca en esa ciudad sin sol la presencia de una mujer salida de la luminosa meseta castellana. Todo en Lo que sé de Lola está en función de ese personaje y todo el espectador lo irá sabiendo a través de los ojos y los oídos siempre atentos de Léon, cuya vida girará alrededor de la de Lola, siempre cambiante e imprevisible, como los astros que consulta cada mañana en el horóscopo.

Los trabajos y los días como inmigrante no le son fáciles: gana poco y mal y las deudas se acumulan, como la soledad. El frustrado romance con un taxista casado, la ilusión de un viaje al mar, un falso embarazo: de todo se entera Léon, un voyeur consecuente pero eximido de su costado perverso. Lo suyo es una suerte de amor platónico, que no pide nada a cambio salvo la posibilidad de estar siempre cerca, para ayudar incluso en caso de ser necesario. Pero sólo entre bambalinas, sin la responsabilidad de ser reconocido o premiado.

La puesta en escena de Rebollo es tan cuidadosa y metódica como las acciones de Léon. Sus planos son sobrios, equilibrados, distantes, y evitan comprometerse con los personajes, a los que observa de manera clínica, con una frialdad de quirófano. Se nota que Rebollo tiene simpatía por ambos, que los quiere y los comprende, pero al mismo tiempo no es generoso con ellos. Como demiurgo de ese mundo demasiado rígido y estilizado, todo lo que les depara a León y a Lola termina siendo triste, sórdido, melodramático. Se nota demasiado el esfuerzo del director por decir algo significativo acerca de la vida urbana contemporánea. Y a pesar de que la película es esencialmente silenciosa, se siente como una carga el peso de esa afirmación.

Aunque la geometría de sus imágenes pudiera hacer pensar lo contrario, Lo que sé de Lola no es tanto un film del director como de sus actores, una práctica muy propia del cine español. El francés Michaël Abiteboul compone a su personaje con pequeños gestos y acciones, pero sobre todo a partir de un enorme esfuerzo de neutralidad, como si quisiera que su rostro pudiera ser una hoja en blanco, en la que el espectador tenga la posibilidad de trazar las líneas de su propio rostro. Por el contrario, Lola Dueñas expone su sensibilidad a flor de piel, que la hace particularmente frágil, quizá demasiado, como si así quisiera ganarse el afecto no sólo de Léon, sino también de aquellos que la miramos a través de él.

7-LO QUE SE DE LOLA

España/Francia, 2006.

Dirección: Javier Rebollo.

Guión: Lola Mayo y Javier Rebollo.

Fotografía: Santiago Racaj.

Dirección de arte: Miguel Angel Rebollo.

Intérpretes: Michaël Abiteboul, Lola Dueñas, Carmen Machi, Lucienne Deschamps y Nathalie Poza.

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