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Jueves, 9 de octubre de 2008
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Entre la vida y la muerte, protagonizada por Ed Harris y Viggo Mortensen, más Jeremy Irons y Renée Zellweger

Cuando el western vuelve a ser un clásico

El segundo opus como director del actor Ed Harris honra la tradición del western con una puesta en escena de gran sobriedad.

Por Luciano Monteagudo
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Mortensen y Harris, dos excelentes actuaciones que recuperan la parquedad de estilo del género.

Cada vez es menos frecuente, pero cuando lo primero que se escucha en la banda de sonido de una película son los cascos de unos caballos al galope la ilusión de encontrarse con el viejo placer de un buen western vuelve al cuerpo. Y antes que nada, debe decirse que Entre la vida y la muerte, sin ser necesariamente un gran film, e incluso habiendo podido serlo, nunca traiciona esa ilusión, sino que más bien la honra, con una puesta en escena clásica y un par de excelentes actuaciones.

Appaloosa, Nuevo México, 1882. La situación, más que conocida, es arquetípica: un pueblo cuyos habitantes alguna vez fueron pioneros y colonos y se han ido convirtiendo en pequeños comerciantes ansiosos por prosperar y disfrutar de las ventajas de la civilización se encuentra con un obstáculo, un ranchero poderoso y violento que no está dispuesto a aceptar otra ley que no sea la suya y la de sus matones.

Ese sujeto, que no tiene inconveniente en matar a sangre fría, se llama Randall Bragg (Jeremy Irons), y alardea de su amistad con el mismísimo presidente de los Estados Unidos. No va a ser esa cacareada precisamente la que asuste a Virgill Cole (Ed Harris) y Everett Hitch (Viggo Mortensen), dos veteranos pistoleros a sueldo, que desde hace años viven de imponer la ley a sangre y fuego cuando les pagan lo suficiente como para que se cuelguen una estrella de sheriff en el pecho. Y eso es lo que hacen los buenos ciudadanos de Appaloosa: dejar que su pueblo se convierta en el campo de batalla de estas dos fuerzas en pugna.

Primero, claro, están las pulseadas, la medición de fuerzas, por parte de ambos bandos. Alguna temprana escaramuza en la barra del saloon (¿dónde si no?), que termina con un muerto que se creía demasiado vivo, anticipa el primer encuentro cara a cara de Virgill Cole y Randall Bragg.

Se supone que el whisky puede ser un buen aliado para aflojar tensiones entre ambos, pero Cole rechaza la invitación a tomarse un trago. “Es difícil hacerse amigo de un hombre que no bebe”, le reprocha Bragg, receloso de la actitud de sheriff. A lo que Cole –la mano siempre lista, cerca de su aceitado Colt con tambor de seis tiros– le responde: “Difícil sí, pero no imposible”.

De esa incompatibilidad de caracteres está hecha la sustancia dramática de Appaloosa. A ese conflicto básico, el segundo largometraje dirigido por el actor Ed Harris (el primero fue Pollock, su potente retrato del maestro de la pintura abstracta estadounidense) le suma otras líneas y personajes, algunas más logradas que otras. La sólida, inquebrantable amistad entre Cole y su compañero Hitch (que es el narrador de la historia y que irá creciendo en importancia a medida que progresa el relato) es determinante: hay pocas palabras entre ellos, pero saben perfectamente qué son capaces de hacer el uno por el otro cuando la vida está en juego, algo más bien frecuente en su oficio.

La llegada de una viuda joven y seductora (Renée Zellweger), sin embargo, los pondrá a prueba. En esta circunstancia podría resonar algún eco de La intrusa, el magistral cuento de Borges, si no fuera porque la actriz, siempre tan afecta a los mohínes y los subrayados, aparta al film de su sobriedad esencial y le resta dimensión épica.

Hay también, quizás, algún giro de más en el guión (del propio Harris, basado en una novela de Robert B. Parker, a la que persiguió durante años) y se extraña además que la tensión que fue construyendo el film en sus primeros tramos luego se disperse un tanto, como si a la película por momentos le faltaran fuerzas.

Pero asimismo hay que agradecerle a Harris no haber caído en la tentación de un final excesivamente espectacular (como al que condescendía la nueva versión de El tren de las 3.10 a Yuma, para satisfacer a públicos desacostumbrados al western) ni de querer remedar la reflexión sobre la violencia que ya cristalizó Clint Eastwood en Los imperdonables.

El suyo es un film sin esas ambiciones, preocupado más bien por respetar una tradición narrativa, por guiñarle el ojo a algún clásico del género (como Pasión de los fuertes, de John Ford) y sobre todo por construir una relación entre sus dos personajes principales que les permita al propio Harris y a Viggo Mortensen (cada vez mejor actor, desde su consagración en Una historia violenta) disfrutar de una parquedad de estilo que es cada vez menos frecuente en el cine de Hollywood.

7-ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE

(Appaloosa, Estados Unidos/2008.)

Dirección: Ed Harris.

Guión: Robert Knott y Ed Harris, basado en la novela de Robert B. Parker.

Fotografía: Dean Semler.

Música: Jeff Beal.

Intérpretes: Ed Harris, Viggo Mortensen, Renée Zellweger, Jeremy Irons, Timothy Spall, Lance Henriksen y Ariadna Gil.

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