Como un tortazo en medio de la cara, pero no de crema sino de pus. Eso es Planet Terror, la parte Robert RodrÃguez del proyecto doble Grindhouse, que el realizador de El mariachi y Sin City concibió, un par de años atrás, junto con su amigote Quentin Tarantino. Tal como explica RodrÃguez en la entrevista de aquà al lado, la idea era filmar un par de pelÃculas berretas, de explotación, como las que veinte o treinta años atrás se veÃan en las peores salas. Deseo cumplido, a la enésima potencia: de tanta bulimia de gustos, ideas, citas y referencias, Planet Terror parece todo el tiempo a punto de reventar. Y revienta, como muchos de sus personajes, enchastrando al espectador de goce cinéfilo.
De ambigua temporalidad (está llena de datos contemporáneos, pero no parece transcurrir aquà y ahora), Planet Terror es una de zombies. En tren de mayores precisiones, cabrÃa decir que es una de zombificación por biocontaminación. Siguiendo el ejemplo de La noche de los muertos vivos, la de RodrÃguez es una pelÃcula polÃtica: la contaminación es aquà producto de un arma viral secreta, que las fuerzas armadas estadounidenses (representadas aquà por un despiadado Bruce Willis) probaron en Irak. Hay un antÃdoto. Pero su diseñador (Naveen Andrews, de Lost) no sólo no piensa cederlo sino que encima libera el virus, cerca de un destacamento militar texano. De ahà en más, sálvese quien pueda cuando los cadáveres bamboleantes empiecen a venir, hambrientos de carne humana y, sobre todo, de cerebros.
Como en las pelÃculas de John Carpenter, que RodrÃguez homenajea aquà explÃcitamente, un grupo de gente que en los papeles parecerÃa no tener mucho que ver entre sà se junta para hacerle el aguante a zombies y milicos (asociación que ya se producÃa en El dÃa de los muertos vivos, de George Romero). Entre los resistentes, un tÃpico solitario carpenteriano. Como Kurt Russell en Rescate en el Barrio Chino, trabaja de camionero, es lacónico y rápido con las armas. Claro que, como estamos en una de RodrÃguez, El Wray (el adecuadÃsimo Freddie RodrÃguez) es de origen mexicano. Junto a él, su ex, Cherry, bailarina de caño que sueña con trabajar de stand up comedian (la pequeña pero poderosÃsima Rose McGowan). Contagiada, Cherry va a parar a un hospital de la zona, pierde la pierna y termina con una ametralladora incrustada, a modo de pata de palo, bajando zombies y hasta usando el arma como propulsador de vuelo.
Henchido de cine de género y sus parodias, de clase B, del comic más desaforado y hasta el dibujo animado, RodrÃguez opera, como de costumbre, por acumulación, sumando tramas y subtramas, personajes de todos los colores, pilas de citas y referencias, juegos de palabras, montones de gags y tal cantidad de ideas por plano (visuales y de guión) que parecen desparramadas por las aspas de un helicóptero decapitador de zombies que aparece por allÃ. PelÃcula-fiesta, invitación al disfrute pleno, Planet Terror no es para cualquiera. Para que la cosa funcione, es necesario compartir el gusto por la clase de cine que la pelÃcula convoca. Saber divertirse con un héroe a bordo de una motito de juguete, una heroÃna que maneja con las muñecas anestesiadas, un par de pinzas castradoras, un milico violador (Tarantino) al que se le cae, literalmente, el pito a pedazos.
Como cierto cine de los ’80 (pensar en Diabólico, en Re-Animator), la más imaginativa, proliferante y barroca colección de pudriciones, mutilaciones, desmembramientos y evisceraciones no está puesta aquà en función del sacudón sino del disfrute. Cosa curiosa, semejante orgÃa de destripe no se da de patadas con una suerte de humanismo loser y feminista, que lleva a dignificar, dotar de una posibilidad de venganza y hasta glorificar a las dos principales protagonistas femeninas, cuya infinita postergación y frustraciones las llevan a pasearse, a lo largo de toda la pelÃcula, con una expresión de llamativa tristeza. Aun poniendo en juego una voluntad imitativa que incluye la generación digital de las rayas, cortes, saltos y quemaduras que solÃan castigar aquel celuloide, serÃa un error suponer que Planet Terror se agota en lo retro, en la pura mÃmesis. RodrÃguez no comete aquà el error de cálculo que lo llevaba, en Sin City, a pretender reproducir el lenguaje del comic con las armas del cine, dando por resultado un hÃbrido elefantiásico, sobreproducido e hipermanierista.
Esta vez se trata, en cambio, de una ambiciosa, logradÃsima operación de asimilación, que permite trasladar al cine contemporáneo un espÃritu que se suponÃa muerto. Si es asÃ, Planet Terror tal vez represente la avanzada de un proyecto de cine-zombie: basta una única mordedura, el simple contagio, para que aquel cine presuntamente muerto reviva, y se inicie la epidemia.
8-PLANET TERROR
EE.UU., 2007.
Dirección, guión, fotografÃa, música, edición y producción: Robert RodrÃguez.
Intérpretes: Rose McGowan, Freddy RodrÃguez, Bruce Willis, Josh Brolin, Marley Shelton, Jeff Fahey, Michael Biehn, Naveen Andrews y Quentin Tarantino.
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