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Viernes, 2 de enero de 2009
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El baño del Papa, de los uruguayos Enrique Fernández y César Charlone

Con el inodoro bajo el brazo

Aunque sobre el final hay algún giro que le quita encanto, el tropezón no es caída: el debut del dúo de cineastas pinta con gracia y sin subrayados excesivos la revolución que produce en un pueblito del interior la visita del Sumo Pontífice.

Por Diego Brodersen
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César Troncoso se luce en su trabajo como Beto, el bagayero que apela al baño como rebusque.

La anécdota es verídica, como lo atestiguan las imágenes televisivas que pueden verse en la ópera prima de los uruguayos Enrique Fernández y César Charlone: como parte de su viaje oficial a la República Oriental del Uruguay, el 8 de mayo de 1988, el papa Juan Pablo II visitó la ciudad de Melo, en el noreste del país vecino. Este hecho del pasado reciente les sirve a los realizadores de plataforma dramática para otro descendiente indirecto del neorrealismo, apalancado en partes iguales en la descripción del empobrecido contexto social y cierto tono costumbrista que no logra hacerlo menos doloroso. Es así que Beto (buen trabajo, lleno de aristas, de César Troncoso), “bagayero” como la mayoría de sus vecinos, pedalea todos los días, ida y vuelta, 60 kilómetros hasta la localidad de Aceguá. La idea es comprar baratito, del otro lado de la frontera brasileña, algunas vituallas con las cuales hacer alguna diferencia económica. En casa lo esperan su esposa Carmen, abnegada mujer que hace lo imposible para parar la olla, y su hija Silvia, que sueña con transformarse algún día en locutora y periodista en Montevideo.

En la descripción de los pequeños gustos y displaceres cotidianos –los viajes a campo traviesa y el peligro de ser atrapado por los milicos, las cañas en el bar del pueblo, la relación de Beto con su amigo Valvulina–, El baño del Papa ofrece sus mejores momentos, retazos de vida que contagian empatía y le escapan a la sensiblería, apoyados en un preciso reparto de actores profesionales y debutantes en la pantalla grande. Mientras el resto de los habitantes de Melo prepara descomunales cantidades de comida y souvenirs varios para la gran cantidad de visitantes que se esperan durante la estadía del Pontífice, Beto gesta una idea que se le antoja genial: erigir en la puerta de su hogar un baño público para uso de los fieles, por supuesto, previo pago de un estipendio. Aunque para conseguir los materiales necesarios para la construcción –ladrillos, puerta de madera y, claro está, un bonito inodoro– deba caer en las garras del corrupto aduanero del pueblo.

Cuidándose de no caer en admoniciones o monsergas demasiado evidentes (incluso hay un pequeño coqueteo con el anticlericalismo), el relato comienza a acercarse cada vez más rápidamente al núcleo dramático, el “concepto” del film. Como ocurriera hace varias décadas con los habitantes del pueblo de Villar del Río en Bienvenido Mister Mar-shall, la genial sátira de Luis García Berlanga, a los habitantes de Melo el paso del Papa los dejará igual o peor que antes, “clavados” con los choripanes y las tortas fritas que no serán consumidas por persona alguna. El pathos que había esperado agazapado se hace carne en el protagonista, que sufre sus buenos quince minutos de suspenso con el inodoro salvador atado firmemente en la bicicleta o montado en su cansado hombro, mientras el Papa comienza a desgranar un breve discurso.

En una secuencia de tintes publicitarios que congela el desastre en un puñado de tableaux vivants minimalistas, la precisa fotografía gestada hasta ese momento por el codirector César Charlone (director de fotografía de Ciudad de Dios y El jardinero fiel) gira radicalmente a los tonos contrastados y adquiere un concepto de encuadre preciosista que, más allá de cierto tono irónico, termina alentando el patetismo obligatorio.

Pero esa concesión al estado de pobreza como objeto de consumo estético, gran mal contemporáneo de los cines producidos en países no centrales, termina siendo, afortunadamente, más tropezón que caída. Un resbalón del cual El baño del Papa termina levantándose gracias a su sentido del humor (la mentada secuencia del inodoro es rematada por un gag tan efectivo como risueño) y a la sensación de que los realizadores no pretenden ni abarcar el estado del mundo ni solucionar todos sus problemas en noventa minutos.

6-EL BAÑO DEL PAPA

Uruguay/Brasil/Francia, 2007.

Dirección y Guión: Enrique Fernández y César Charlone.

Fotografía: César Charlone.

Montaje: Gustavo Giani.

Música: Gabriel Casacuberta y Luciano Supervielle (Bajofondo Tango Club)

Intérpretes: César Troncoso, Virginia Méndez, Virginia Ruiz, Mario Silva, José Arce, Henry de León, Rosario Dos Santos.

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