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Viernes, 3 de abril de 2009
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LA COREANA DAYTIME DRINKING Y LA AUSTRIACA MARCH

Crónicas de viajes y duelos

Las últimas películas exhibidas en la Selección Oficial Internacional del festival proponen, desde la mirada oriental, un tono humorístico y ligero y, desde la europea, una experiencia tan ominosa como asistir a un velorio.

Por Horacio Bernades
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Daytime Drinking acompaña el recorrido liviano e hilarante de su personaje.

“La película coreana nunca te va a dejar de a pie”, reza uno de los lemas esenciales del Manual del Asistente a Festivales, y el Bafici volvió a demostrar que no falla. Más allá de algún premio ganado en el Festival de Locarno, Not Sool (que para su distribución internacional se conoce como Daytime Drinking) no venía cargada de antecedentes, y si uno lee la sinopsis, es difícil que deje todo lo que estaba haciendo y salga corriendo a verla. Sin embargo, ahí está: no es perfecta, no es genial y hasta le sobran unos cuantos minutos, pero –como buena película coreana– es una de esas en las que el espectador nunca sabe del todo qué va a pasar, cómo va a seguir, de qué manera reaccionará cada personaje en la siguiente escena. En ese sentido, la austríaca März (March, en inglés) es un poco lo contrario, ya que no describe un recorrido sino un estado de cosas, que se extiende como mancha de aceite.

Por lo visto, Noh Young-Seok, director debutante de Daytime Drinking, es de la Escuela de Cine de Robert Rodríguez: escribió el guión, la produjo, hizo cámara, compuso la música, se ocupó del sonido, la editó y en los ratos libres atendió también el diseño de producción. Terminada en digital HD (y proyectada en el Bafici en ese formato), nadie que esté más o menos familiarizado con el cine coreano podrá dejar de pensar en Daytime Drinking como una versión menor, más ligera y adolescente, de alguna de Hong Sang-soo. Como en Turning Gate o Woman in the Beach, hay aquí un protagonista bastante desorientado, que viaja a un lugar apartado y libra allí una serie de encuentros, amorosos sobre todo, ninguno de los cuales será definitivo.

La diferencia está dada, en tal caso, por la edad del protagonista, que en las películas de Hong Sang-soo suele andar por los treinta y pico o cuarenta, y aquí es un chico que acaba de terminar el secundario. De allí deviene el tono, más humorístico y ligero que en las películas del realizador de La mujer es el futuro del hombre: por su edad, Hyuk-Jin sabe o intuye que le sobra tiempo para corregir hasta las peores metidas de pata.

Y vaya si la mete. O se la hacen meter, aprovechando su infinita candidez. Proveniente de Seúl, Hyuk-Jin llega a un pueblito remotísimo, donde se citó con amigos para asistir a una feria local. Los amigos no están, no es día de feria, uno de ellos lo manda a un hostel, se aloja en el hostel equivocado, confía en la gente que no debería. Termina en medio de la nieve, a un costado de la ruta, en calzoncillos y sin la billetera, ni el bolso ni nada. Si alguien respeta al protagonista, a pesar de que parecería hacer todo lo necesario para que todos lo tomen para el churrete, es el realizador. De allí que le obsequie largas e ingentes borracheras compartidas, en rituales maratónicos de soju y de cerveza, que son de los que habla el título. Hyuk-Jin no es tonto sino adolescente, y su errancia, con toda la carga de torpeza e indecisión que presupone –pero también de curiosidad, de disposición y deseo– traza un mapa de la edad. En este sentido, Daytime Drinking parece también una pariente coreana de la mexicana Lake Tahoe, el film de Fernando Eimbcke que pudo verse en la última edición del Festival de Mar del Plata, y cuyo protagonista describía círculos semejantes.

La austríaca March practica la anatomía de un duelo. En un pueblito, tres amigos veinteañeros acaban de suicidarse, y lo que hace el realizador Händl Klaus es filmar la cotidianidad de los miembros de las tres familias, para quienes el episodio parecería funcionar a la manera de una bomba de fragmentación, disparando esquirlas de dolor en todas direcciones. Incluyendo la propia forma narrativa, en la que todo –personajes, relaciones, parentescos– se presenta aislado, sin vinculación aparente, obligando al espectador a anudar, de a poco y con paciencia, los hilos que arman ese orden dinamitado. Todo un modelo de narración elíptica y de asordinamiento tonal, March también lo es en términos de construcción dramática a partir de ínfimos detalles. Pero también es cierto que su uniformidad de tono, su falta de crecimiento, su ine-vitable gravedad, pueden hacer de ella una experiencia tan ominosa como un velorio.

Daytime Drinking, hoy a las 16 en Hoyts 9 y el domingo a las 20.30 en el Teatro 25 de Mayo. March, hoy a las 17.15 en Hoyts 8 y el domingo a las 15.15 en el Atlas Santa Fe 2.

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