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Jueves, 18 de junio de 2009
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Visita inesperada, consagración del veterano Richard Jenkins

Una crónica de la era Bush

Compuesto con sencillez y hondura, con economía de recursos y una total ausencia de show off, el protagonista de la película escrita y dirigida por Tom McCarthy confirma al hasta ahora eterno secundario Jenkins como el actorazo que siempre fue en secreto.

Por Horacio Bernades
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Jenkins y el actor libanés Haaz Sleiman: la política inmigratoria como una barrera a franquear.

“¿Nos vemos la semana próxima?”, pregunta la profesora de piano, después de haberse pasado toda la clase desalentando al alumno. “No”, se limita a contestar Walter. “... Ah ¿Decidió dejar de estudiar?” “No”, vuelve a responder el principiante calvo, con ejemplar sequedad. Así es Walter Vale, y así también la película que lo contiene. Lógicamente –tácitas reglas dramáticas así parecerían imponerlo–, en el curso de Visita inesperada Walter dejará de ser ese viudo amargo, hermético y cortante. Pero no para convertirse en su opuesto, con esa facilidad tan de Hollywood que algunas películas tienen. Que en el último plano Walter siga estando solo, y furioso, prueba que Visita inesperada no es la clase de caramelo regenerativo que pudo haber sido.

Hasta aquí –yendo de Silverado a Quémese después de leerse, de Hannah y sus hermanas a la serie Six Feet Under–, Richard Jenkins había sido uno más de la legión de secundarios del cine estadounidense, que el espectador está habituado a ver y hasta a admirar. Pero nunca a reconocer. Con su primer protagónico, Jenkins no habrá ganado el Oscar al que estuvo nominado (Sean Penn y Mickey Rourke, en la misma terna, fueron demasiado para un desconocido como él), pero sí un justificadísimo reconocimiento generalizado. Compuesto con sencillez y hondura, con economía de recursos y una total ausencia de show off, Walter Vale confirma a Jenkins como el actorazo que siempre fue en secreto. Segundo film del guionista y realizador Tom McCarthy (que acaba de participar del guión de Up), Visita inesperada pone en escena un cruce de caminos, como lo hacía la anterior The Station Agent, jamás estrenada aquí.

Si allí un par de visitas inesperadas obligaba a un enano huraño a moderar su misantropía, aquí dos inmigrantes ilegales vienen a torpedear, sin querer, el bastión del protagonista. Con lo cual Visita inesperada adquiere, a la luz de la América de Bush, un matiz político que la anterior no tenía. Profesor de Economía internacional de la Universidad de Connecticut, Vale es capaz de negar a un alumno la oportunidad de rendir examen, nada más que por llegar tarde. Una circunstancia inesperada lo obliga a ir a Nueva York a presentar un paper académico en un congreso. Aunque tenga tantas ganas de hacerlo como de seguir tomando clases de piano con la profesora aquella. En su departamento de Nueva York, Vale encontrará... No, mejor no contarlo: se perdería el efecto de uno de esos raros, preciosos momentos cinematográficos en los que el espectador pierde la brújula por completo, y tarda en volver a recuperarla.

De modo azaroso Vale traba relación con Zainab, una chica senegalesa, y su novio sirio, Tarek, ambos inmigrantes ilegales, que se ganan la vida como pueden. El estado de sospecha antiárabe instalado por la administración Bush lo obligará, más tarde, a ocuparse de ambos, amenazados de deportación. “La fuerza de América: sus inmigrantes”, se lee en el cartel de un centro de detención: perfecto equivalente de aquel “El trabajo es libertad”, grabado en la puerta de entrada a Auschwitz. Que el aprendizaje del djembe (instrumento de percusión que toca Tarek) sensibilice al circunspecto profesor pone a la película al borde de la simplificación complaciente, al estilo de la alemana La vida de los otros, donde las flores musicales de Bach humanizaban al agente de la Stasi. Pero el djembe de Visita inesperada no da vuelta el ethos de Vale como un guante. Sólo lo descontrae un poco. Otro tanto podría decirse del personaje de Tarek, al que el sonriente actor libanés Haaz Sleiman arrima peligrosamente al estereotipo del buen salvaje, y que la desconfiada, reticente sequedad de Zainab contrapesa nítidamente.

Finalmente, la alarma de curación amorosa que para el viudo Walter representa la presencia de la también viuda y atractiva Mouna (la actriz palestina Hiam Abbas) es sofrenada, o pateada hacia delante, por McCarthy, que da la sensación de tratar cada zona de riesgo con el cuidado de un cardiocirujano. Construida en base a detalles, ecos y elipsis que ponen a trabajar al espectador, Visita inesperada no deja de ser, en el fondo, una historia de segunda oportunidad –esa especialidad del Hollywood más complaciente–, con un protagonista que, a gusto del público, va de menor a mayor. Es el modo en que lima sus zonas de riesgo el que permite a la película cobrar fortaleza, echándole sal a la sacarina. La denuncia de los años Bush, que McCarthy traza con las líneas justas, es seguramente más fuerte y emotiva, en definitiva más eficaz, que cualquier panfleto de airada denuncia.

7-VISITA INESPERADA

(The Visitor, EE.UU., 2008)

Dirección y guión: Tom McCarthy.

Fotografía: Oliver Bokelberg.

Intérpretes: Richard Jenkins, Hiam Abbas, Haaz Sleiman y Danai Gurira.

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