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Martes, 14 de julio de 2009
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El estreno en DVD de Katyn, lo más resonante de Andrezj Wajda

“No me interesaba personalizar”

El cineasta paradigmático del cine-arte en la Argentina pone en escena una masacre de polacos ocurrida en marzo de 1940, a cargo del ejército ruso, de la cual su padre fue víctima. “Le decían a mi madre que volvería a casa”, revela.

Por Brian Wallstein
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Andrezj Wajda obtuvo una nominación al Oscar por Katyn como Mejor Película en Lengua no Inglesa.

Uno de los cineastas más paradigmáticos de lo que podría llamarse “la era Lorraine” en la Argentina, el polaco Andrezj Wajda, fue sin duda uno de los favoritos de los circuitos de cine-arte que a lo largo de los ’60 y los ’70 proliferaron en Buenos Aires. Es difícil que un espectador informado, que ande hoy de los 50 para arriba, no haya visto películas como Kanal (1956), Cenizas y diamantes (1958), El bosque de los abedules (1971), Las señoritas de Wilko (1978), El hombre de mármol (1977) o El hombre de hierro (1978), para citar sólo algunos de sus títulos más clásicos. Sin embargo, hace un largo par de décadas que no se estrena ninguna de sus películas en la Argentina. Más exactamente desde Los demonios (1988). Y no es que este hombre de 83 años haya permanecido inactivo en todo este tiempo. En la última edición del Festival de Berlín, Wajda presentó su película más reciente, Tatarak (en la que reaparece Krystyna Janda, una de sus actrices emblemáticas) y en la página www.imdb.com figura una nueva en preparación, sin título aún y con estreno previsto para el año próximo.

Del cine reciente de Wajda, seguramente Katyn es su película más resonante. Hasta el punto de que en la última entrega de los Oscar resultó nominada al premio correspondiente al Mejor Film en Lengua no Inglesa. Una nueva distribuidora de cine de calidad, Mirada Distribution, inicia sus actividades en la Argentina, estrenándola el jueves próximo en el sistema de DVD proyectado. En su película Nº 34 (sin contar cortos, documentales y participaciones en films colectivos), Andrezj Wajda vuelve a confrontarse con uno de los ejes centrales de su obra, la historia de su país durante el siglo XX, poniendo ahora en escena una masacre sucedida durante la Segunda Guerra, bastante menos conocida de lo que debería. Se trata de la masacre de Katyn, que tuvo lugar en marzo de 1940, cuando Polonia ya había sido invadida por los nazis. Pero no fue el ejército alemán sino el ruso (que por acuerdo entre Hitler y Stalin ocupaba el este del país) el que en esa fecha fusiló, por orden directa del dictador georgiano, a más de 20 mil ciudadanos polacos, que fueron a parar a fosas comunes, descubiertas años más tarde. Wajda (cuyo padre fue uno de los ejecutados en el bosque ruso de Katyn) explica por qué la suya es la primera película sobre el tema, por qué el asunto permaneció silenciado hasta hace muy poco y por qué el suyo no es un film autobiográfico, aunque motivos para ello no le hayan faltado.

–¿En qué circunstancias se enteró de la masacre de Katyn?

–En 1943. Yo tenía 17 años. Los alemanes dieron a conocer que el ejército soviético había asesinado a 22 mil ciudadanos polacos, tres años antes, por orden de Stalin. Se excavaron fosas comunes en el bosque de Katyn, cerca de Smolensk, en la Unión Soviética, y allí aparecieron los cuerpos. No sólo de los polacos asesinados en 1940 sino también de otras víctimas de Stalin. El gobierno alemán entregó a los deudos pertenencias de las víctimas, con lo cual había evidencia concreta de la masacre. Dos años más tarde, al finalizar la guerra, los soviéticos les transfirieron la culpa a los nazis, diciendo que habían sido ellos los autores de la masacre.

–¿Asumió finalmente el gobierno ruso su responsabilidad?

–Sí, pero sólo tras la caída de la Unión Soviética. Hasta ese momento jamás se reconoció nada. En 1990, las autoridades de la URSS admitieron que la policía secreta rusa había ejecutado el crimen, y dos años más tarde Boris Yeltsin declaró que el propio Stalin dio la orden, en un documento que llevaba su firma. Es importante señalar que ese silenciamiento de medio siglo no hubiera sido posible sin la complicidad de las democracias occidentales, que callaron para no entrar en conflicto con la URSS.

–¿De qué forma lo afectó a usted ese episodio?

–Mi padre, que era oficial del ejército polaco, fue uno de los 22 mil asesinados. Pero tardamos en enterarnos de la verdad, ya que las autoridades le decían a mi madre que él no había muerto en Katyn, que volvería a casa en cuanto le dieran de alta en el frente. Hasta que finalmente descubrimos lo que había pasado, no sólo en ese campo de concentración sino en varios más, todos a cargo del ejército soviético.

–¿Katyn es la primera película sobre el tema, no?

–No sólo la primera película. Tampoco hay novelas sobre el tema. Por eso nunca dudé de que debía mostrar el crimen, por la sencilla razón de que nunca se había mostrado antes y era nuestra responsabilidad darlo a conocer.

–¿Todas las víctimas de la masacre fueron miembros de la oficialidad polaca?

–No, en absoluto. Menos de la mitad fueron oficiales del ejército. El resto, gente de la cultura y el saber: académicos, profesores, médicos, historiadores, artistas. Yo creo que fue sobre todo un crimen contra la intelligentsia polaca. En eso, los intereses de alemanes y soviéticos coincidían. Fíjese que los nazis arrestaron a los profesores de la Universidad Jagellónica, una de las de mayor tradición en mi país. Un episodio que también muestro en la película y que no tuvo precedentes, ya que la universidad siempre había sido autónoma, nunca había sufrido interferencia de los poderes de turno.

–Para reconstruir la masacre, ¿consultó documentación? ¿Entrevistó a familiares, testigos o sobrevivientes?

–Sobrevivientes no hubo. Murieron todos. Testigos, tampoco. A los familiares preferí no entrevistarlos, porque no quería cargar con el compromiso de no incluir después algún testimonio en la película, y que me lo reprocharan. En cuanto a la documentación, es una larga historia, que merecería una película aparte. Al finalizar la guerra, los alemanes cargaron toda la documentación en cinco camiones, para hacerla desaparecer. Pero antes de hacerlo convocaron como consultores a médicos forenses polacos, y esos médicos se ocuparon de copiar a mano toda la documentación, previendo que pudieran hacerla desaparecer. Esas copias son las que llegaron hasta nosotros. En cuanto a los originales, hay distintas versiones sobre su destino. Hay quienes dicen que el convoy que los llevaba a Alemania fue bombardeado, y allí toda la documentación habría desaparecido. Otros sostienen que la documentación fue capturada por el servicio secreto soviético, y que está enterrada en unos sótanos, en Moscú.

–¿Entonces no contó con fuentes informativas para la película?

–Sí, contamos con el testimonio de viudas de los asesinados. Incluso usamos muchos diálogos reales, tal como nos lo contaron.

–¿Katyn fue para usted su película más dolorosa de hacer?

–Le aclaro que la película no es estrictamente autobiográfica. No me basé exactamente en el caso de mi padre, porque no me interesaba personalizar sino dar testimonio de una tragedia que no es personal, y que afectó a un país entero. Y a más de una generación.

Traducción, selección e introducción: Horacio Bernades.

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