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Domingo, 19 de julio de 2009
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MIYAZAKI HABLA DE SUS PECULIARES METODOS DE TRABAJO

“Filmo sin un guión”

El gran realizador japonés, maestro del cine de animación, explica cómo concibe sus proyectos, que suelen demandarle años. “Tengo un stock de imágenes y pinturas que yo mismo voy haciendo”, dice.

Por Chris Dickens
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“Me pongo en el lugar de los personajes”, afirma Hayao Miyazaki.

Reacio a las entrevistas, Hayao Miyazaki aceptó responder el cuestionario que sigue, en el que devela sus secretos, métodos y hasta manías creativas.

–¿Es verdad que filma sus películas sin guión?

–Es verdad. Normalmente empiezo las películas con la idea general en la cabeza, pero sin el guión terminado. Lo voy desarrollando mientras dibujo los storyboards. Generalmente la producción de la película empieza antes de que pueda tener el storyboard completo, de tal manera que nunca sabemos del todo hacia dónde va a ir la historia. Lo cual es bastante riesgoso, por cierto. No es que me guste que sea así, yo quisiera llegar con todo prolijamente terminado. Pero no sé, nunca puedo llegar a tiempo.

–De todos modos, el resultado final es asombrosamente coherente, para esa forma de trabajar.

–La clave del asunto es estimar cuánto va a durar la película. Mis películas suelen tener duraciones variables. No todas duran una hora y media o menos, que es el standard del cine para niños. Varias de ellas andan alrededor de las dos horas: Nausicaa, Princesa Mononoke, Chihiro... La cuestión es estimar de antemano qué duración va a tener cada una. Cuando planteo que hay que agregar cosas, mi productor, To-shio Suzuki, suele preguntarme si estoy dispuesto a trabajar un año más en la película, sabiendo que le voy a decir que no. Entonces empiezo a sintetizar y a trabajar más rápido.

–¿Pero cómo hace para que la historia no se le vaya para cualquier parte?

–Internamente yo tengo clara la película. La propia historia impone un orden, una dirección de sentido. Por ejemplo, antes de empezar El viaje de Chihiro me pareció que para desarrollar la historia serían necesarios unos 1200 cuadritos. Pero a medida que la iba planteando, la propia historia me impuso la necesidad de que fueran más, y terminaron siendo 1415. No soy yo quien hace la película. Es la propia película la que se va haciendo. Lo que yo hago es seguir el recorrido que se va trazando.

–Sus personajes suelen tener un grado de elaboración que no es habitual en el cine de animación. ¿Cómo los construye?

–Los construyo pensando todo el tiempo en ellos. Y pensando como ellos. Suelo convertirme en el personaje. Sobre todo cuando visito las locaciones que inspiran mis películas: allí me pongo en el lugar del personaje, trato de imaginarme qué haría, cómo reaccionaría, qué pensaría en cada situación de la película. Recién después comienzo a dibujar. Pero nunca tengo el personaje terminado: lo voy puliendo en el curso del trabajo. Para esto no hay otro secreto que no sea la repetición: pensar reiteradamente en el personaje, ponerse en su lugar una y otra vez, dibujarlo repetidamente, hasta que tome forma.

–Llama la atención que como resultado de ese método de trabajo, basado en la mímesis, la mayor parte de sus protagonistas sean niñas.

–No sé qué decirle... Será que amo profundamente a las mujeres. Por lo visto me identifico con ellas.

–Algunas de sus películas transcurren en ambientes inconfundiblemente japoneses, como Princesa Mononoke o la propia Chihiro. Otras (Castillo en el cielo, Porco Rosso, El increíble castillo vagabundo) tienen una ambientación netamente occidental. ¿Qué lo lleva a decidir el lugar de la historia que quiere contar?

–Tengo un stock de imágenes y pinturas de paisajes que yo mismo voy haciendo, con la intención de usarlas alguna vez en alguna película. Antes de utilizar un paisaje o ambiente, me documento muy a fondo sobre sus características. La idea de usar un baño público como decorado, que finalmente apliqué en Chihiro, la tenía desde pequeño, desde las primeras veces que comencé a frecuentar baños públicos. Los bosques de Mi vecino Totoro los pensé durante trece años, antes de empezar a dibujarlos. Decidí que Ponyo transcurriera en un pueblito costero después de vivir un tiempo en uno. En cuanto a lo occidental o lo japonés, no me fijo en eso. Lo que me importa es la historia, los personajes.

–Algunas de sus películas, como Chihiro, son bastante oscuras. Pero otras son sumamente optimistas, como sucede con Ponyo. ¿Esas variaciones responden a sus estados de ánimo, en el momento en que las crea?

–No necesariamente. Yo tiendo a ser una persona pesimista. Pero trato de no transferir ese pesimismo a los niños. No creo que los adultos deban imponer su propia visión del mundo sobre los niños. Creo que más bien se trata de entrar en diálogo con el modo en que los niños miran el mundo.

–Pero los más chicos no son sus espectadores exclusivos. Sus películas suelen interesarles a los adultos...

–Me encanta que sea así. Me parece que toda película para niños bien hecha termina interesando también a los adultos. Tal vez la única diferencia entre un film para chicos y uno para adultos resida justamente en el pesimismo u optimismo de la historia. Una historia para niños mira el futuro con esperanza, mientras que en las películas para grandes el pasado tiene un peso mayor.

Traducción y selección: Horacio Bernades.

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