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Viernes, 25 de septiembre de 2009
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IL PAPÀ DI GIOVANNA, DIRIGIDA POR PUPI AVATI

Crónica de un via crucis

El primer film en mucho tiempo que se conoce aquí del director boloñés tiene su nudo durante el fascismo. Avati busca vincular lo individual y familiar con lo histórico-político, contraponiendo una pequeña locura con la locura mayor, que corroe al país entero.

Por Horacio Bernades
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La debilidad de Il papà radica en que intenta abarcar demasiados temas.

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IL PAPA DI GIOVANNA
Italia, 2008.

Dirección y guión: Pupi Avati.
Intérpretes: Silvio Orlando, Francesca Neri, Alba Rohrwacher, Ezio Greggio, Serena Grandi y Manuela Morabito.
Estreno en proyección DVD, en los cines Arteplex (Centro, Belgrano y Caballito).

A fines de los ’80, comienzos de los ’90, con Bertolucci y Bellocchio en forma, Ferreri y Fellini quemando sus últimos cartuchos y Nanni Moretti rayando bien alto, llegaron a Buenos Aires, con cierto atraso, varias películas sumamente atendibles, que un cineasta boloñés hasta entonces desconocido había filmado pocos años atrás. Se llama Pupi Avati, andaba por los cincuenta y se había pasado una década entera rebuscándoselas, en el campo del terror-spaghetti. Con esas películas de los ’80, que aquí se conocieron en reversa (Viaje de egresados, Fiesta de fin de curso, Regalo de Navidad, Historias de chicos y chicas), il signore Avati aparecía como un cineasta clásico pero no apolillado, capaz, en ocasiones (Regalo de Navidad se desarrolla casi enteramente en tiempo real, en un único decorado), de tomar riesgos y obtener los mejores resultados. Los años que siguieron lo mostraron hiperactivo, pero cada vez más amenazado por pasar de lo clásico a lo académico, e incluso lo apolillado. Presentada en la edición 2008 del Festival de Venecia, Il papà di Giovanna es, más allá de algún inadvertido lanzamiento en video (el de Il testimone dello sposo, de 1998, editada con mucho atraso), la primera película del hoy setentón Avati que se conoce en Argentina en mucho tiempo.

Il papà di Giovanna transcurre a lo largo de varios lustros, pero tiene su nudo en pleno fascismo. Toda una tradición del cine italiano –Bertolucci, Scola y más recientemente Marco Tullio Giordana lo han puesto sobradamente en práctica–, el guión, escrito por el propio Avati, apunta a vincular lo individual y familiar con lo histórico-político, contraponiendo una pequeña locura con la locura mayor, que corroe al país entero. La locura pequeña es la de Giovanna (Alba Rohrwacher, vista recientemente en Sonrisas y lágrimas), adolescente común y corriente que, según todo lo indica, una noche, llevada por los celos, habría cometido un crimen. Comienzo del via crucis para los Casali. Más que nada para el pater familiae, Michele (Silvio Orlando, actor fetiche de Nanni Moretti y ganador del premio al Mejor Actor en Venecia 2008, por este papel). Profesorcillo de Artes Plásticas en un secundario boloñés, la sobreprotección de Michele para con la timidísima Giovanna es tal que es capaz de extorsionar a un alumno para que le dé bolilla. Qué será de él, entonces, cuando Giovanna pase de casa a la comisaría, de la comisaría al tribunal y del tribunal al manicomio. Todo eso en tiempos en que la intolerancia fascista se extrema día a día...

No siendo muy originales la analogía entre lo micro y lo macro o la pintura de los tiempos del Duce, Il papà di Giovanna halla su pleno poderío dramático demasiado tarde, cuando Michele asiste, impotente, a la degradación de la salud mental de su hija, consecuencia de un típico “contagio” manicomial. Más poderosa aún es la segunda transmisión de esa locura, sobre la cual no conviene entrar en detalles, pero que la relación simbiótica entre padre e hija permite entender. Frente a ello, no termina de entenderse la extraña prescindencia de la madre (una afeada Francesca Neri, a años luz de sus antiguos papeles de sexy), que abandona a su hija cuando ésta más la necesita. Delia no abandona sólo a la hija, en verdad: sólo en un país tan misógino como la patria de Berlusconi puede concebirse un personaje así. Hasta alcanzar su núcleo duro, la película parecería no terminar de decidir qué es lo que quiere contar, rozando temas que abarcan el abuso de poder, la complicidad con el fascismo, la prepotencia del régimen, la traición de quienes lo apoyaron, la estigmatización al loco (y su parentela), el encono de clase, el límite difuso entre neurosis adolescente y psicosis... Demasiados temas, tratados como al descuido.

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