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Jueves, 22 de octubre de 2009
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Los tiempos de la vida, de Yesim Ustaoglu, premiada en San Sebastián

El largo camino de regreso a casa

Ganador del premio mayor del festival donostiarra, el film de Ustaoglu es un sobrio melodrama familiar donde el conflicto entre ambiente rural y paisaje urbano sugiere las dificultades de la sociedad turca para armonizar sus tradiciones con su presente.

Por Luciano Monteagudo
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La abuela y su nieto salvan las diferencias generacionales con ternura y comprensión.

Con la esporádica excepción de algunos films de Nuri Bilge Ceylan, como Nubes de mayo y Climas, que tuvieron estreno comercial en Buenos Aires, el cine turco no llega a los espectadores porteños si no es gracias al Bafici o a los ciclos de la Sala Lugones. El premio a la mejor película y a la mejor actriz que consiguió Los tiempos de la vida en el Festival de San Sebastián 2008 sin duda influyeron para que ahora este cuarto largometraje de la directora Yesim Ustaoglu se pueda ver (en proyección DVD, hay que aclarar) en un puñado de salas de la ciudad. Sobrio melodrama familiar, el film de Ustaoglu –que había llamado la atención del circuito de festivales con Viaje hacia el sol (1999) y Esperando las nubes (2003)– propone una suerte de pequeño fresco de la sociedad turca a través de los conflictos de tres generaciones disociadas entre sí.

Olvidada en la granja donde pasó toda su vida, la anciana Nusret (Tsilla Chelton) se pierde una mañana en los bosques aledaños. La noticia conmueve de distinta manera a sus tres hijos, radicados hace años en Estambul. La hija mayor es la primera en entrar en acción, a pesar de la cantidad de ahogos que sufre en su propio frente interno: las cosas no andan bien en casa, ni con su marido ni con su hijo adolescente, que prefiere dormir en la calle antes que soportar la férrea tutela materna. Ella misma confesará que tiene dificultades sexuales y que hace tiempo que con su esposo se ignoran en la cama. La hermana menor, en cambio, no tiene ese problema, pero ostenta otros: exceso de trabajo, una relación más que tirante con su pareja eventual y una soledad que se intuye de un profundidad incipiente. El hermano varón, por su parte, parece haberse apartado deliberadamente del modelo de una y otra: no tiene familia ni trabajo a la vista, ni quiere tenerlos. Se conforma con sobrevivir en un departamento ruinoso, rasguear la guitarra y fumarse ocasionalmente un porro.

El conflicto entre ambiente rural y paisaje urbano –que ya había explorado Bilge Ceylan en dos de sus films más celebrados, Kasaba (1998) y Lejano (2003)– reaparece ahora en el film de Ustaoglu, lo que puede dar un indicio de las dificultades de la sociedad turca para armonizar sus tradiciones con su presente. Será esa madre anciana quien abra en su familia la caja de Pandora a la que alude el título original del film. Una vez recuperada de la montaña en que se había perdido, los hijos consideran que ya no puede seguir viviendo sola y la llevan con ellos a la gran ciudad, para descubrir allí, tras varios exámenes médicos, que la señora sufre el mal de Alzheimer. Afortunadamente, el film prefiere no cargar las tintas sobre la enfermedad, sino más bien, a partir de ese recurso dramático, ir desnudando las brechas cada vez más pronunciadas entre padres, hijos y nieto.

Hay que agradecerle a Ustaoglu el haber evitado el sentimentalismo y los golpes bajos, pero no por eso el film se libra de la tiranía de un guión a la vieja usanza, de esos en los que no queda lugar para las sorpresas de la puesta en escena. Antes que vibrar con una vida propia, los personajes parecen responder a un plan prefijado de antemano, por el cual la realizadora convierte a cada uno de ellos en representante de una determinada idea. A pesar de su senilidad, o más bien gracias a ella, la abuela simboliza la sabiduría, el rechazo por la alienación urbana y la necesidad de volver a la naturaleza para la instancia final (la referencia evidente es la de La balada de Narayama, del japonés Shohei Imamura). En contraste, pareciera que sus tres hijos han perdido el rumbo de sus vidas en las calles de Estambul. Y no deja de ser idílico, por no decir demagógico, que sea el nieto adolescente quien comprenda mejor las necesidades de su abuela.

Sin llegar a ser formalista, el film sin embargo se ve afectado de cierta necesidad de agradar, en el sentido más superficial del término: por momentos hay una composición excesiva de los planos, especialmente en los escenarios rurales, en los cuales la fotografía se deja ganar por las traicioneras mieles del paisajismo.

6-LOS TIEMPOS DE LA VIDA

(Pandora’nin kutusu; Turquía/Francia/Alemania, 2008.)

Dirección: Yesim Ustaoglu.

Guión: Selma Kaygusuz y Yesim Ustaoglu.

Intérpretes: Onur Ünsal, Derya Alabora, Tsilla Chelton, Övül Avkiran, Osman Sonant, Tayfun Bademsoy, Nazmi Kirik y Emrah Tinte.

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