En 2005, el periodista Steve Lopez, cuyas crónicas sobre raros personajes reales se contaban entre las columnas más leÃdas de Los Angeles Times, conoció por casualidad a Nathaniel Anthony Ayers. Vestido como un pordiosero glam, Ayers vivÃa en la calle, usando un carrito de supermercado como vehÃculo, baulera y guardarropas. Cuando paraba de tocar el violÃn se lanzaba a un farfulleo incesante, confirmación de que algo no andaba del todo bien en su cabeza. Un dato convenció a Lopez de que detrás del orate habÃa una historia: el tipo habÃa estudiado en Juilliard, escuela de educación musical en la que se graduaron Miles Davis, Yo Yo Ma y Chick Corea. Lo que comenzó como nota terminó con el periodista como ángel guardián, procurándole a Ayers un cello, un techo, un profesor y hasta un concierto público. Eso es, al menos, lo que Lopez publicó en Los Angeles Times.
La historia del homeless que esconde en su interior a Pablo Casals y al Dustin Hoffman de Rain Man y del periodista que gracias a él podrÃa redimir de un solo golpe el puerco egoÃsmo de su profesión era demasiado para que Hollywood se resistiera. De hecho, el cine estadounidense ya habÃa narrado esta misma historia, o unas muy parecidas, en Pescador de ilusiones y Good Will Hunting. Como sus colegas Gilliam y Van Sant, el británico Joe Wright (el de Orgullo y prejuicio y Expiación y deseo) logra sacar a la pelÃcula, por momentos, del humanismo de poster que es su razón de ser, apelando a valederos medios visuales y narrativos. Sobre libro del propio Lopez y con guión de Susannah Grant (autora de En sus zapatos), Wright genera interés gracias a un ritmo sincopado, al que suma infrecuentes desfases entre imagen y sonido, que exigen del espectador una atención plena. Lamentablemente, eso sucede sólo en el primer tramo de pelÃcula. Con un problema añadido: lo que allà se narra –un accidente de Lopez en bici, una internación, unos puntos sobre la frente y una conmoción cerebral– es un mero desvÃo narrativo, sin la menor incidencia en lo que viene de allà en más.
Y lo que viene es, finalmente, la vieja fábula de genialidad trágica y redención humanista que de antemano podÃa entreverse. Que el charme visual de Wright venga de la mano del kitsch –como ciertos pasajes de Expiación y deseo hacÃan temer– empeora las cosas. No tanto por las furibundas irrupciones beethovenianas, al fin y al cabo inevitables, sino por la tendencia, perfectamente evitable, a elevar la cámara al cielo, con imágenes que parecen extraÃdas de Goo-gle Earth. Para no hablar del metafórico revoloteo de palomas que las remata. O los éxtasis anÃmico-faciales de Ayers (Jamie Foxx) cada vez que aborda una nota de Beethoven, su héroe musical absoluto. O los diálogos en los que Lopez (Robert Downey Jr.) explicita su admiración ante la capacidad del otro para ascender hasta lo más alto del alma humana. O cierto trip psicodélico, que evoca, de modo seguramente involuntario, las imágenes automáticas que generan los programas de reproducción musical, cada vez que se pone un disco en la compu.
Desde ya que la presencia de Downey ayuda a sobrellevar las cosas, por la sencilla razón de que Downey siempre parece estar actuando en una pelÃcula propia, distinta, algo más rara e indiscernible. Claro que esto conlleva también una contra, y es que Downey tiende a tapar a quienes lo rodean. A cargo de la clase de personajes que Hollywood adora, Jamie Foxx trata de salir a flote a base de gestos. No sucede lo mismo con la delicadÃsima Catherine Keener, que sobrelleva el muy desdibujado papelito de ex de Lopez con la austera nobleza que se le conoce de sobra.
5-EL SOLISTA
(The Soloist, EE.UU., 2009)
Dirección: Joe Wright.
Guión: Susannah Grant, sobre libro de Steve Lopez.
FotografÃa: Seamus McGarvey.
Intérpretes: Jamie Foxx, Robert Downey Jr., Catherine Keener, Nelsan Ellis y Lisa Gay Hamilton
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