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Viernes, 11 de diciembre de 2009
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ANIMACION ARGENTINA EN EL FESTIVAL DE LA HABANA

Leyendas aborígenes para niños de hoy

Las aventuras de Nahuel, dirigida por Alejandro Malowicki, especialista en cine infantil y docente universitario, recupera leyendas coyas, mapuches, onas y guaraníes y las incorpora a un relato que busca la reflexión de los espectadores más pequeños.

Por Oscar Ranzani
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Las aventuras de Nahuel tiene como protagonista a un niño que se hace amigo de un gato.

Desde La Habana

La Competencia Oficial de Animación del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano es la que más películas argentinas incluye, y entre ellas figura Las aventuras de Nahuel, dirigida por Alejandro Malowicki, especialista en cine infantil y docente universitario. El film –que apunta a los espectadores más pequeños– combina el lenguaje de la animación con el empleo de títeres. El trabajo de elaboración de este largometraje, aún no estrenado en Argentina, insumió casi tres años. Se trata de una técnica novedosa que se emplea por primera vez en nuestro país. La idea de realizar esta película surgió mientras Malowicki leía un libro sobre leyendas aborígenes. A partir de ese momento, el cineasta comenzó a investigar las posibilidades de incluir leyendas aborígenes en una estructura ficcional y “que las mismas jugaran en la narrativa dramática de la película, porque lo que importaba era darle vigencia a las leyendas, es decir que hoy siguieran teniendo vigencia”, cuenta el director.

Las aventuras de Nahuel tiene como protagonista a un niño que es maltratado por su padrastro y cree que su mamá lo ha abandonado. Entonces, comienza a recorrer la ciudad buscándola. En el camino, se topa con Busca, un simpático gato que se convertirá en el compañero ideal de sus aventuras. Una noche, revolviendo en la basura, encuentran un libro que contiene leyendas aborígenes. Gracias a la imaginación de Nahuel, los dos amigos logran transportarse en el tiempo y en el espacio e interactuar con esas leyendas coyas, mapuches, onas y guaraníes. En ese recorrido, Nahuel se encontrará con una carta escrita por su mamá, en donde le comenta que lo anda buscando. Nahuel, entonces, emprenderá la búsqueda para reencontrarse con ella.

En cuanto a los criterios de selección de las leyendas que introdujo en su película, Malowicki comenta que partió de la base de que los aborígenes “formaban parte de un territorio que no era la República Argentina, ya que la misma es una división política posterior a la existencia de las culturas aborígenes. De todos modos, la realidad es que hay una delimitación política. Entonces, el primer criterio fue elegir culturas que tuvieran los cuatro puntos cardinales. O sea, una que haya tenido desarrollo en la Puna, otra en el Litoral, otra en el sur. Es decir, que las elegí geográficamente. De esa manera, yo tenía cuatro leyendas de cuatro culturas diferentes y en cuatro espacios geográficos del territorio”, subraya el director.

En Las aventuras de Nahuel quedan condensados el aspecto lúdico y el pedagógico, ya que los chicos pueden comprender parte de la diversidad cultural del territorio y, a la vez, divertirse. En ese sentido, Malowicki expresa que en la actualidad “el audiovisual forma parte del mundo lúdico de la infancia. Entonces, primero hay que lograr que ese objeto lúdico que es la película, realmente lo entretenga y lo divierta. A partir de ahí, lo educativo sale por consecuencia”. El cineasta tiene también una postura ideológica muy clara a la hora de pensar sus películas. “Mi idea es generar producciones audiovisuales donde el niño sea un espectador activo y no un espectador al que le estamos dando algo para consumir. Es decir, le estoy ofreciendo algo para pensar, entretenerse y para dialogar con la imagen. O sea que el espectador es un sujeto de derecho y no un objeto de consumo”, considera Malowicki.

Por otro lado, en la Competencia Oficial de Operas Primas se presentó la mexicana Daniel y Ana, de Michel Franco, una película muy dura pero realista. Ana y Daniel son dos hermanos: él es un adolescente y ella tiene unos veinte años. Cuando van caminando por la calle, dos hombres a bordo de un automóvil los secuestran y los asustan comentándoles que saben “todo de su familia”. Los sacan vendados del baúl del coche, los llevan a un departamento y les piden que se desnuden y que tengan relaciones sexuales entre sí para filmarlos en un video. Estos delincuentes pertenecen a una red clandestina de pornografía y no hacen otra cosa que hacerlos sufrir. Como los hermanos se niegan, uno de los delincuentes les dice: “La otra opción es que los violemos y luego los matemos”. Ana llora desconsoladamente y Daniel está muy asustado. Ante el acoso permanente y las constantes amenazas de todo tipo, a los hermanos no les queda otra salida que hacer lo indeseable. Luego, los liberan. Desde ese momento, la película se transforma en el drama interior de cada uno de los hermanos que no les cuentan nada a sus padres. Ana piensa en retrasar el casamiento con su novio Rafa, y Daniel deja de ir a la escuela. Sus padres observan el cambio de sus conductas, pero desconocen los motivos. Mientras que Ana logra recomponer su vida con la ayuda de una psicóloga, Daniel no puede superar el trauma y cometerá un acto perverso. A través de la ficción, Daniel y Ana es mucho más que la denuncia del mundo oscuro de las redes de pornografía cada vez más extendidas a partir de la existencia de Internet: ante todo pone el acento en cómo un hecho de esta naturaleza modifica y arruina la vida de las víctimas que lo padecen.

Otro film que se exhibió ayer en la Competencia Oficial de Operas Primas fue Aguas verdes, del argentino Mariano de Rosa, quien había dirigido el episodio “Vida y obra”, una de las cuatro historias que integraron el film Mala época, en el que también participaron Nicolás Saad, Salvador Roselli y Rodrigo Moreno, como correalizadores. Pero Aguas verdes es su debut como solista. La historia gira en torno de una típica familia de clase media, compuesta por un matrimonio, un chico y una hija adolescente. Todos se van de vacaciones a la Costa en el auto de Juan –gran interpretación de Alejandro Fiore–, el jefe de familia. En un momento, Juan detiene el coche en la ruta para cargar nafta en una estación de servicio. Justo, un joven extraño se acerca con su moto a conversar con su hija, Laura, pero Juan lo mira con desconfianza. Al llegar a Aguas Verdes, la familia hace la rutina típica de vacaciones veraniegas: vida de playa, videojuegos para los chicos y momentos de placer para la pareja. Pero Roberto, el joven que había conversado con Laura, irrumpe con su moto en el balneario. Allí comenzará un estado paranoico de Juan que, en principio sin mediar motivos, ve al extraño como una amenaza para su familia, mientras ésta y los amigos que conocieron días atrás lo ven como alguien agradable e intentan sumarlo al grupo. Juan persiste en su paranoia y la situación se le terminará yendo de las manos. La historia lo hace enfrentarse con sus propios fantasmas y con aquello que los seres humanos no pueden controlar. De algún modo, es también una reflexión sobre qué significa ser padre y cuándo un padre se equivoca. Claro que el film lo reflexiona en una situación extrema.

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