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Lunes, 28 de diciembre de 2009
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El director Michael Haneke habla sobre su estética

La jerarquía de la violencia

“La interpretación es un trabajo para la audiencia”, asegura este cineasta inquietante, siempre más atento a dejar preguntas pendientes que a proponer respuestas. The White Ribbon, galardonada con la Palma de Oro, se sitúa en la Alemania de 1913.

Por Kaleem Aftab *
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En The White Ribbon se gesta una guerra que el espectador conoce pero los protagonistas no.

Para un director de cine que demanda tanto a su audiencia, y aun más a sí mismo, al austríaco Michael Haneke le ha llevado un largo tiempo (veinte años para ser precisos) ganar la Palma de Oro en Cannes, esa quintaesencia de la aprobación para el cine de autor. Pero quizá, como la larga espera de Martin Scorsese por el Oscar, no sea tan sorprendente. Haneke es un director que desafía, pero no satisface: sus películas, tan precisamente organizadas, atrapan al espectador con su implacable catálogo de dolores, pero al final lo dejan sin alivio, por la resolución o por la explicación. La película que ganó la Palma, The White Ribbon, tampoco se aleja de su siniestra marca. Scorsese finalmente ganó el Oscar por Los infiltrados, un trabajo por debajo de su talento. The White Ribbon está entre lo mejor que haya hecho el realizador de 67 años, e incluso algunos críticos la señalan como su mejor obra.

Situada en un pueblo del norte de Alemania en 1913, antes de una guerra que el espectador sabe que está cocinándose pero los personajes no, The White Ribbon trata sobre las relaciones, el decaimiento social y moral que hizo posible que los fascistas alemanes se convirtieran en el partido gobernante en 1930. Pero no se trata específicamente de eso: Haneke nunca es directo en sus películas. Su fría narrativa, como muchos de sus films, presenta una historia alegórica sobre el malestar que socava la sociedad. El ejemplo clásico de la habilidad de Haneke para fastidiar y confundir pasa por Hidden (2005), uno de sus mayores éxitos de taquilla. Allí, Daniel Auteuil y Juliette Binoche son una pareja de clase media acosada por misteriosas cintas de video enviadas a su casa. Nunca queda claro por qué se las están dejando en el porche de entrada, aunque en la mente de Auteuil hay un vínculo entre esos videos y su hermano adoptivo de Argelia. El sentimiento preponderante es la culpa que Auteuil siente por su pasado. Pero si el personaje no entiende las conexiones, ¿qué chance tiene el público? La puesta y la ambigua conclusión de la historia fueron vistas como un comentario sobre la culpa de la Francia colonial, y también sobre el terrorismo fundamentalista islámico en el mundo post-11/9. Pero es sólo una lectura, no una certeza.

Tras la première inglesa de The White Ribbon, Haneke señaló: “Obviamente no soy yo quien debe decir cuáles son los paralelismos contemporáneos; ése es un trabajo para la audiencia. Desafortunadamente, esta clase de cosas (el aumento de extremistas) sucede todo el tiempo, una y otra vez, en todos lados. Y dentro de diez años habrá nuevos ejemplos. Se puede hacer un film árabe sobre el islamismo y será una película diferente, pero tendrá las mismas ideas detrás”. Para él, una película no comienza ni termina con los créditos: lo que importa es que la gente se siga haciendo preguntas cuando deja la sala. Lo visible en sus películas es que sus víctimas son usualmente los miembros más débiles de la sociedad. “En la escala de poder, los niños están en el fondo de la pila, son las víctimas predestinadas. Debajo de ellos están los animales, y es por eso que hay montones de animales en mi película. Se puede ver la jerarquía de la violencia. También es por eso que las mujeres tienen los mejores roles; las víctimas son invariablemente los mejores temas, los héroes son siempre aburridos.” En Benny’s Video (1992), una mujer joven, de quien se escuchan sus gritos fuera de pantalla, es asesinada en el dormitorio de Benny. 71 Fragments of a Chronology of Chance (1994) es sobre un raid de asesinatos que se suceden sin lógica, por azar.

Otra característica en la carrera de Haneke es el modo en que amplió su lienzo y sus horizontes, de modo correlativo con su creciente reputación. Hijo del director y actor Fritz Haneke y la actriz Beatrix Degenschild, nació en Munich en 1942 y creció en el pueblo austríaco de Wiener Neustadr. Cuando falló en su intento de seguir la carrera de actuación de sus padres, viajó a Viena para estudiar psicología, filosofía y teatro, tres cuestiones que se combinan de manera formidable en su obra. Entre 1967 y 1970 trabajó como crítico, editor y dramaturgo en el canal de televisión alemán Sudwestfunk. Como muchos otros directores de fines de los ‘60, fue a través de la televisión que se encontró trabajando detrás de la cámara. Su carrera en el celuloide puede ser dividida en dos partes geográficas: sus primeras cinco películas, hasta Funny Games, eran críticas hacia la sociedad austríaca. Pero en 2000 descubrió a las actrices francesas Juliette Binoche e Isabelle Huppert, y las películas que comenzaron con Code Unknown tomaron una mirada más internacional. Su primer gran premio fue La profesora de piano, que mostró a Huppert embarcada en desagradables actos de automutilación.

Su punto de vista se volvió más europeo, hasta que en 2007 posó la mirada en Norteamérica. Su decisión de hacer una remake toma por toma de Funny Games sigue siendo una curiosidad en su carrera, una mancha en su impecable CV. Lo que puede decirse de su decisión de hacer un intento en Estados Unidos es que, mientras sus primeras películas mostraron un profundo conocimiento del lenguaje del cine, ésa fue una movida que demostró que tenía algún conocimiento del negocio del cine. Era un reconocimiento de que un film en habla no inglesa debe pelear por salir del “mercado de arte”, y que los éxitos de taquilla y los premios son de gran ayuda cuando un director busca dinero para su próximo proyecto. Tim Roth se quejó de que el poco dominio del inglés –en las entrevistas el director se maneja con un intérprete alemán– creó dificultades en el set.

Su trabajo se ha extendido el escenario: ha dirigido trabajos de Strindberg, Goethe, Bruckner y Kleist en Berlín, Munich y Viena. En 2006 realizó una puesta del Don Giovanni de Mozart en la Opera Nacional de París. Es también profesor de dirección en la Academia de Viena, donde alienta a los estudiantes de cine a crear sus propias identidades e historias en la pantalla. Con su gran barba blanca, luce como el estereotipo del conferencista. Su próximo proyecto lo reunirá con Huppert en Francia, y el actor Jean-Louis Trintignant saldrá de su retiro para ponerse a sus órdenes como un hombre que lucha con el hecho de que su cuerpo ya no responde a los impulsos de una mente aún joven. Muchas de sus películas hasta ahora han mostrado preocupación por la juventud y el daño que se le causa. Quizá la edad, esta vez, esté llevándolo a una nueva dirección.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial pra Página/12.

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