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Domingo, 21 de febrero de 2010
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TERRY GILLIAM Y EL IMAGINARIO MUNDO DEL DR. PARNASSUS

“Puede ser una autobiografía, pero ahora ya no sé de quién”

El director de Brazil refuerza en su nuevo film su condición de cineasta maldito. El protagonista, Heath Ledger, murió en medio del rodaje. Pero Gilliam no se rindió y lo reemplazó por tres estrellas. “La película es un intento de traerlo de nuevo a la vida”, dice.

Por Horacio Bernades
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Ledger en su última aparición. La película se estrenará este jueves.

Si hubiera que aplicarle a algún cineasta en actividad la etiqueta de maldito, no hay duda de que para esa rifa Terrence Vance Gilliam es el que tiene más números sacados. Categoría muy en boga en ámbitos de la cultura francesa durante buena parte del siglo XX, la de artist maudit se aplicó, en el terreno del cine, a realizadores tan disímiles como Luis Buñuel, Orson Welles, Nicholas Ray, Herschell Gordon Lewis (inventor del gore), el marionetista dark checo Jan Svankmajer y el parisiense Philippe Garrel. En las últimas décadas del siglo pasado el término fue entrando en desuso, por la sencilla razón de que hasta las muestras de rebeldía habían pasado a ser productos de marketing. En ese sentido, puede considerarse a Terry Gilliam el último mohicano, el representante tardío de una raza desaparecida. El realizador de Brazil y 12 monos es un verdadero artista maldito, en todos los sentidos posibles de la palabra. Lo es por la cantidad de fracasos que produjo, por la naturaleza anómala de sus proyectos, por la acumulación de emprendimientos interrumpidos y también por la cantidad de desgracias que se abatieron sobre él a lo largo de su carrera. Su película más reciente, El imaginario mundo del Dr. Parnassus –cuyo estreno porteño se anuncia para el jueves próximo– tiene la peculiaridad de expresar tanto esa condición esencial como la capacidad y tenacidad de Gilliam para superarla y seguir adelante.

Si otras de sus películas estuvieron a punto de irse a pique (o se fueron) por problemas presupuestarios, falta de confianza de los inversores, pleitos con las aseguradoras, accidentes en el set y hasta inundaciones (como sucedió durante el rodaje de su mil veces fracasada The Man Who Killed Don Quixote), El imaginario mundo... debe su condición de maldita a que el protagonista murió en medio del rodaje. Se trata, claro, de Heath Ledger, hallado muerto en Nueva York en enero de 2008, justo un mes después de la primera orden de acción dada por Gilliam a su película número diez. ¿Cómo solucionó Gilliam el problema? Alla Ed Wood en Plan 9 del espacio sideral, cuando se le murió Bela Lugosi en medio de la filmación. En otras palabras, convocando a otros actores para representar el mismo papel.

“Primero pensé que sin Heath no tenía sentido seguir –afirma Gilliam–. Pero después pensé que al contrario, sería un bello homenaje a él terminar su película póstuma. Como en la historia había un espejo mágico y el personaje pasa tres veces a través de él, eso me llevó a imaginar el posible reemplazo de Heath por tres actores.” Claro que quedaba un problemita por resolver: en términos financieros, la existencia misma de Dr. Parnassus dependía enteramente del protagonismo de Ledger, que tras la nominación al Oscar por Secreto en la montaña atravesaba su pico absoluto de popularidad. Si no hubiera sido por él, nadie en Hollywood habría apostado un chelín por un nuevo delirio del loco de Las aventuras del Barón Munchausen y Miedo y locura en Las Vegas.

Tres por uno

¿Cómo hacer entonces para no perder a los inversores? Muy sencillo: remplazando a Ledger con tres de sus amigos. ¿Amigos anónimos? No precisamente, como que se trataba de Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell, todos ellos habiendo tomado la decisión de donar sus salarios a la hija del amigo muerto. Gracias a ese power trio el rodaje de Parnassus se reinició en febrero 2008, se completó en abril y terminó estrenándose en el Festival de Cannes, un año más tarde. Previamente al estreno Gilliam se había partido la columna al ser atropellado por un ómnibus de línea. Habituado a lidiar con asuntos más complicados, el hombre simplemente se paró y siguió.

Fantasía desbordada de las que tanto gustan a su autor, escrita junto a su viejo colaborador Charles McKeown (coautor de Brazil y Munchausen), El imaginario mundo... transcurre en el ambiente de los circos ambulantes. Christopher Plummer encarna al tal Parnassus, líder de la troupe. Tiempo atrás Parnassus ha logrado la inmortalidad, tras un pacto con el diablo (encarnado por Tom Waits). Pero el pacto entraña la entrega de su hija, y para rescatarla Parnassus pide ayuda a un forastero que se ha sumado a la troupe (Ledger, Depp, Law y Farrell, según el caso).

Como era de prever, la película está llena de grandes angulares, máscaras, transformaciones y grandes profundidades de campo que caracterizan el estilo del autor. Después de las justamente castigadas Los hermanos Grimm y Tideland (editada en DVD en Argentina, con el título Tierra de sueños), menos previsible era que El imaginario mundo... obtuviera una buena respuesta de crítica. Aunque se le han señalado desbordes, irregularidades y la clase de caos creativo que ya parecería una marca de fábrica, muchos coinciden en que se trataría de lo más logrado de Gilliam durante la última década.

Parnassus en diálogo

Aquí, un puñado de extractos de un largo encuentro que Gilliam mantuvo con la prensa, en ocasión de la presentación del film en Estados Unidos.

–¿Cómo fue volver a trabajar con Charles McKeown, con quien había escrito Brazil y El barón Munchausen?

–Fue buenísimo. Yo venía de filmar adaptaciones literarias y guiones ajenos, y andaba con ganas de crear de nuevo algo desde cero. Le escribí a Charles y él se puso a hurgar en sus cajones, en busca de materiales e ideas que hubieran quedado sin desarrollar. Vía mail empezamos a intercambiar ideas, hasta que de a poco se fue armando una historia que nos gustaba a ambos.

–Es imposible no ver en el Dr. Parnassus un alter ego suyo, en la medida en que vive en un mundo imaginario.

–Yo pensaba lo mismo, pero resulta que Charles también ve al personaje como un desplazamiento de sí mismo, así que ahora ya no sé la autobiografía de quién es... De hecho, en la película hay sorprendentes referencias al final del propio Heath. Digo sorprendentes, porque son cosas que estaban escritas antes de que ocurriera lo que ocurrió. La película empieza con Heath colgando de un puente, hasta que alguien lo rescata y vuelve a la vida. Así que Parnassus puede verse también como eso: como el intento de traer a Heath de nuevo a la vida.

–Usted empezó como ilustrador y por largos momentos los encuadres de El imaginario mundo..., complejos y llenos de detalles, parecen páginas de un libro ilustrado, más que planos cinematográficos.

–Para esta película volví a hacer storyboards, que es algo que al comienzo de mi carrera hacía y después me vi obligado a dejar de lado. Disfruté enormemente de ello, es una parte del proceso cinematográfico que me encanta. De hecho yo no releo los guiones, sino que los reescribo en base a mis dibujos. Así que recuperar ese placer perdido me hizo muy feliz.

–¿En qué basó la estética de ese mundo imaginario?

–Me basé en muchas fuentes. Una de ellas son los teatros de juguete, hechos con trozos de cartón recortado, que eran muy comunes en la época victoriana. Esos pequeños teatros a escala siempre me resultaron muy misteriosos. Así que viajé especialmente a Londres para ir al Museo de la Juventud, donde sabía que tenían esa clase de modelos antiguos. Saqué fotos y después me puse a reinventarlos por Photo-shop. En la película incorporamos también símbolos herméticos, tomados del esoterismo, que es otra cuestión que me produce mucha fascinación.

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