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Lunes, 5 de abril de 2010
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Entrevista al actor francés Louis-Do de Lencquesaing

“No trato de interpretar sino de ser”

Ha trabajado con Michael Haneke, Olivier Assayas y Jean-Luc Godard. En la película que presentó en Pantalla Pinamar, El padre de mis hijos, encarna a un productor de cine-arte atosigado por las deudas, de inevitable resonancia con el presente.

Por Ezequiel Boetti
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“Esta película sirve para mostrar las dificultades que se tienen para llegar a algunos proyectos.”

La lista de películas que el francés Humbert Balsan produjo durante sus casi cuatro décadas de carrera resulta al menos dispar y ecléctica. Allí conviven desde L’intrus, de Claire Denis, y Sobreviviendo a Picasso, de James Ivory, hasta Manderlay, del danés Lars Von Trier. Atosigado por las deudas, se quitó la vida en febrero de 2005 dejando huérfanos varios proyectos, entre ellos la ópera prima de la actriz y crítica de la prestigiosa revista Cahiers du Cinema Mia Hansen-Love, Tout est pardonné (vista aquí en el Bafici 2008). Cuatro años después, la parisina de 28 años le rinde homenaje en El padre de mis hijos, el opus dos de su carrera de inminente estreno en Buenos Aires. Ganadora del Premio especial del Jurado en el último Festival de Cannes, la película narra el derrotero de Grégoire Canvel, esposo de una bella mujer, padre de tres hijas y cabeza visible de Moon Films, una productora de cinearte imbuida en un farragoso terreno repleto de deudas y pedidos de quiebras. Igual que Balsan, la única salida que vislumbra es el suicidio. “Grégoire siente que si se detiene, se muere, entonces continúa hasta explotar. El trabajo es un escape, una huida”, razona Louis-Do de Lencquesaing cuando define al atribulado personaje que interpreta. “El proviene de una familia con muchos recursos económicos. Sabe que detrás tiene un respaldo, pero también sabe que el orgullo le impedirá usarlo”, explica el actor, que acompañó el preestreno de la película en la última edición de Pantalla Pinamar y Les Avant-premières.

Paradoja temporal o simple capricho del destino, la ficción se entrecruzó con la realidad en plena producción. Tres días después de filmar el desenlace del personaje, De Lencquesaing perdió a su padre. “Fui a enterrarlo mientras estábamos rodando, pero yo ya estaba muerto cuando el murió. Por eso esta película es muy importante para mi vida”, asegura este francés de 46 años, que divide su tiempo entre la pantalla grande y el teatro, donde también dirige. Menos dramático pero igual de emotivo fue compartir el set con Alice de Lencquesaing, su hija tanto en la ficción como fuera de ella. “Establecí una relación muy profunda con ella, pero no más que con las otras dos protagonistas. Creo que no la privilegié, pero fue muy emocionante tanto para mí como para ella. Cada vez que la veía actuar, desenvolviéndose en el set como una joven mujer, se me llenaban los ojos de lágrimas. Cuando vi la película pensé que para ella será más fácil mi muerte”, confiesa el actor de Los destinos sentimentales, de Olivier Assayas, film donde también participó la por entonces adolescente Hansen-Love. “El actor no entra en un personaje sino que es uno mismo y el personaje surge solo. Me cuesta imaginar un personaje que venga de afuera, que no sea yo mismo. Si uno se interpreta a sí mismo, la esencia de la interpretación está más cerca. No trato de interpretar sino de ser”, reflexiona.

–La película está basada en un caso real. ¿Cómo influyó esto en la creación del personaje?

–Estudié el texto con mucho tiempo de anticipación, pero no entrevisté a ningún familiar ni me asesoré sobre su personalidad, sino que trabajé directamente sobre el guión y la presencia. Mia me pidió que fuera muy luminoso y alegre, que no trabajara directamente sobre la depresión sino que lo mostrara alegre y vivo. Uno trabaja solo, compone en soledad, y después no se trata de limitarlo. De esa forma llegué a comprenderlo muy íntimamente. Sin embargo, sus conocidos dicen que me encuentran parecido.

–Usted dijo que la única pasión de su personaje era el trabajo. ¿La familia era un aspecto secundario?

–El le da mucha importancia a la familia, gracias a ella puede seguir viviendo. Pero cuando el equilibrio entre ambos se quiebra, ya no queda nada por hacer.

–¿Interfirieron los sentimientos personales a la hora de actuar con su hija?

–Algunos meses antes habíamos hecho un corto donde yo era el padre y ella mi hija, por lo que teníamos afianzado ese vínculo en pantalla. Para ella, que tenía mucho miedo de no poder llorar en cámara, fue importante mi presencia para darle autenticidad a ese sentimiento de pérdida. A mí, como padre, me emocionó verla trabajar como una persona adulta. Resultó una experiencia muy grata, ya que salió de lo cotidiano.

–Usted trabajó con directores experimentados como Michael Haneke, Olivier Assayas, Nobuhiro Suwa y Jean-Luc Godard, entre otros. ¿Cómo varía la forma de trabajo cuando se trata de una directora prácticamente novel?

–Cuando yo vi la primera película de Mia, me di cuenta de que era una gran directora. Ella tiene mucha atención para con los actores, es muy precisa en sus pedidos y cuidadosa en cada puesta de cámara al momento de transmitir lo que ella quiere. Busca algo muy íntimo y sobre eso posa la mirada. Tiene intuiciones que no son conscientes, antenas especiales para formar un equipo armonioso. Si la película es tan sutil y tan íntima sobre la naturaleza humana es porque ella atrapa esas verdades personales. Los grandes directores hacen un documental sobre los actores.

–¿Trató de aconsejarla desde la experiencia teatral que usted tiene?

–Cuando un director es actor, es muy actor. Lo que pasa es que es muy difícil ser director. Yo tengo muy en claro cómo se compone un plano y se construye la imagen, pero ella es alguien que sabe muy bien qué es lo que quiere, por lo que sólo me dediqué a seguirla.

–¿Hasta qué punto Moon Films representa la realidad la industria francesa?

–Es una productora pequeña que defiende un cierto tipo de películas, un cine arte alejado de las grandes industrias, donde el rol del productor es ver nacer y crecer cada proyecto, hacerlo llegar a la visión particular de cada espectador. No es un empresario que hace películas para tener un gran crecimiento financiero, sino que debe abocarse a la traducción de aquello que no se entiende para que salga a la luz.

–Pero con la actual crisis económica estas productoras han sido las más golpeadas.

–No tanto en Francia. Es muy difícil encontrar el dinero para hacer este tipo de films. Pero es justamente una película para mostrar las dificultades que se tienen para llegar a esos proyectos. En realidad esa película no trata de traducir el cine en sí, sino que es un homenaje a una persona. El suicidio no está ligado a una situación global sino a una cuestión personal. No está mostrando el trasfondo de un cine en Francia. Es un film sobre la muerte, el duelo y la transmisión.

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