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Martes, 13 de abril de 2010
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BAFICI La marcha de las películas que se presentan en la Competencia Argentina

Luces y sombras de la nueva horneada

Gorri (Carmen Guarini) investiga a Carlos Gorriarena; Invernadero (Gonzalo Castro) posee una rara prosa fílmica; El recuento de los daños (Inés de O. Cézar) retrata a una familia cerrada en sí misma.

Por Diego Brodersen
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Gorri, Invernadero y El recuento de los daños, las tres películas que se vieron en estos días.

A cinco días del inicio de este XII Bafici, y con seis de los trece films que integran la Selección Oficial Argentina presentados en sociedad, van perfilándose las luces y las sombras de esta nueva horneada de cine local. Dominada por la ficción pura y dura, pero también por los cruces con un registro más cercano a lo real, la sección presentó un documental clásico dirigido por una especialista en la materia, la realizadora y productora Carmen Guarini (Tinta roja, H.I.J.O.S.: El alma en dos). Gorri intenta descifrar, a partir de una serie de apuntes más bien íntimos, el legado del artista plástico Carlos Gorriarena, fallecido en 2007 y autor de una extensa obra pictórica ligada al devenir político y social de la Argentina. Guarini contó con el apoyo absoluto de su viuda, Sylvia Besco, de su hijo y de un puñado de colegas, discípulos y amigos; son ellos quienes, a lo largo de poco más de setenta minutos, construyen a partir del recuerdo un retrato humano (por contraposición a lo solemne, a lo estatuario) de quien ya no está.

Con sustancial ayuda del material de archivo que va intercalándose inteligentemente en el relato en presente –y sin el cual la película debería de haberse construido de manera distinta: desde una ausencia absoluta de la imagen y la voz del artista–, Gorri permite conocer al homenajeado a partir de los recuerdos privados y de un fisgoneo sumario sobre su obra. Al mismo tiempo, pinta un universo virtualmente desconocido para la mayoría, el mundillo de las artes plásticas en la Argentina. Carmen Guarini entrega en esta ocasión un trabajo que no se anima a ir más allá de cierto ideario expositivo, y en ese sentido se extrañan ciertas complejidades relacionadas con el proceso mismo de construcción cinematográfica, presente en gran parte de su filmografía. Pero tal vez ésa haya sido la idea: conservar a partir del respeto y el afecto el recuerdo de la vida de un artista, sin mayores adornos que su propia creación.

Protagonizada por el escritor peruano-mexicano Mario Bellatin, Invernadero en el tercer largometraje de Gonzalo Castro luego de Resfriada y Cocina, presentadas puntualmente en las dos ediciones pasadas del Bafici. En su nuevo opus, el realizador (factótum, según los títulos que acreditan su autoría en todos los rubros técnicos) continúa profundizando una particular prosa fílmica que hace de la ausencia total de conflicto y crescendo dramático uno de los núcleos de su estilo. La mayor novedad respecto de sus films anteriores es el reemplazo de una cámara movediza, inestable, incluso desprolija, por una serie de encuadres estáticos marcados por el uso de la profundidad de campo. Cambio que no altera en gran medida las virtudes y carencias de un cine que hace de los diálogos y los movimientos de los personajes dentro del cuadro tanto un medio como un fin en sí mismo.

Si Invernadero se sostiene a lo largo de todo su metraje es gracias al carisma y entrega absoluta de Bellatin, quien encarna a una suerte de alter ego de su propia persona, corolario de la estrategia literaria presente en sus últimos textos. Es él quien brilla en las escenas en las cuales dialoga con su hija y un par de amigas y colaboradoras –en su mayoría, personajes de ficción creados para la ocasión–, y en ese sentido es de agradecer la generosidad de Castro para habilitar la posibilidad de la improvisación, de mantener abierta la puerta ante lo imprevisible. Quizá más discutibles sean los desvíos del camino “narrativo” principal, bifurcaciones que, más allá de cierta belleza efímera, terminan transformándose en algo parecido al capricho. Con este cruce entre la invención dramática y el registro cuasi documental de una figura, y luego de tres films que integran una suerte de trilogía informal, Castro parece enfrentarse a un camino sin salida que, paradójicamente, le ofrece la inmejorable chance del dilema. Sólo el cuarto largometraje podrá confirmar si el estilo se transforma en mueca o florece definitivamente.

Algo similar podría decirse respecto de El recuento de los daños, tercer largometraje de Inés de Oliveira Cézar, cuyo reparto está encabezado por la actriz Eva Bianco (ya vista en esta misma competencia en el film Los labios). La directora continúa su actualización de los mitos griegos iniciada con Extranjera y aborda ahora el concepto básico del Edipo Rey sofocliano. Relato familiar donde la endogamia es llevada a límites extremos, el film se centra en la historia de una familia estremecida por la llegada de un extraño que resultará no ser tal, combinando así una estructura de tragedia clásica con un tema tan preciso y doloroso como la apropiación de niños durante la última dictadura militar.

Oliveira Cézar es dueña de un gran talento para los encuadres en pantalla ancha, que El recuento... confirma con creces, más allá de algunas evidentes referencias al Antonioni de El desierto rojo. Pero luego de una secuencia de inicio notable por su capacidad para crear sensaciones con trazos mínimos y un primer acto misterioso y perturbador, el film transita por un camino que va cerrándose crecientemente, cancelando posibles sentidos hasta ofrecer una mirada unívoca y obvia sobre el relato y sus reverberaciones. Las implicancias de la historia son terribles, por cierto. Pero el film termina ahogándose, casi hasta dejar de respirar, no tanto por el peso específico de ese genuino origen, sino como consecuencia de una exagerada impostación en su tono de gravedad, por el abuso de recursos formales como el uso del sonido o la marcación actoral.

Invernadero se exhibe el miércoles 14 a las 16.15 en el Hoyts 5 y el domingo 18 a las 14.30 en el Hoyts 8.
El recuento de los daños se exhibe el miércoles 14 a las 18 en el Atlas Santa Fe 1.

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