Dirección: Roberto Testa, Pablo Osores y Nicolás Wainszelbaum.
GuiĂłn: Roberto Testa.
Producción general: Nicolás Wainszelbaum.
Música original: Rafael Arcaute. Tema “Crisantemo”, compuesto e interpretado por Luis Alberto Spinetta y Rafael Arcaute.
El Pellegrini funcionaba como un microclima de un contexto mayor, el de la sociedad en su conjunto.Si desde los ’90 comenzaron a proliferar las pelĂculas que denunciaban las tremendas consecuencias que sufrieron los detenidos-desaparecidos –muchas de las cuales permitieron conocer las miradas y pensamientos de los hijos de los militantes–, Ă©ste parece ser el año de estrenos de las producciones sobre los efectos de la dictadura en los estudiantes secundarios. AsĂ como hace unos meses se exhibiĂł La mirada invisible, de Diego Lerman, quien a travĂ©s de la ficciĂłn –inspirada en la novela Ciencias morales, de MartĂn Kohan–, ponĂa al descubierto los rigurosos mĂ©todos de control disciplinario en el Colegio Nacional Buenos Aires durante los dĂas previos a la guerra de Malvinas, ahora es el turno de Flores de septiembre, documental de Roberto Testa, Pablo Osores y Nicolás Wainszelbaum que describe cĂłmo era esa fábrica de “redisciplinamiento” en que se convirtiĂł el Colegio Comercial Carlos Pellegrini durante los años más oscuros de la historia argentina. Ambos largometrajes tienen en comĂşn que lo sucedido en las aulas y en los patios de las dos escuelas más prestigiosas del paĂs funcionaba como un microclima de un contexto mayor que involucrĂł a la sociedad en su conjunto. Y si La mirada invisible ponĂa el foco en la mirada de una preceptora, Flores de septiembre la deposita en aquellos ex alumnos que tuvieron ilusiones y sueños, pero tambiĂ©n pĂ©rdidas y tragedias.
Flores de septiembre arranca unos años antes de la implantaciĂłn del terrorismo de Estado, con testimonios de personas que ingresaron al Pellegrini en 1971. Y lo hace para mostrar el clima inicial en el que, bajo otra dictadura, los estudiantes no tenĂan relaciĂłn con los preceptores y habĂa una distancia abismal en aquella Âżconvivencia? Con el triunfo de HĂ©ctor Cámpora en las elecciones presidenciales del ’73, la cosa comenzĂł a cambiar y el colegio se tiñó de un clima de efervescencia polĂtica. Fue justamente en ese año cuando ingresaron al Pellegrini RubĂ©n Benchoam, Mauricio Weinstein y Juan Carlos Mártire. Y sobre ellos focaliza el documental: los tres fueron secuestrados en distintos operativos por los represores de la dictadura de Videla. Al cuerpo magullado y sin vida de RubĂ©n se lo entregaron a sus padres con la excusa de que “habĂa sido un error de la guerra sucia”; mientras que Mauricio y Juan Carlos están de-saparecidos. El grupo se completaba con Alejandra Naftal, sobreviviente de El Vesubio, y con Gustavo Frojan, que decidiĂł dejar de militar tras el golpe. Ambos expresan sus recuerdos sobre sus compañeros de una manera intimista y cálida, con amor y, a la vez, con profundo dolor.
Además de los relatos de ex alumnos del Pellegrini –algunos militantes y otro no–, la estructura del documental se completa con testimonios de ex profesores –uno menciona los cursos que daba el Ministerio de EducaciĂłn en los que se explicaba “el accionar subversivo”– y de ex autoridades. El relato del ex rector del Pellegrini durante la dictadura, Alvaro Cartelli, que hace una apologĂa del “orden y la disciplina” (e implĂcitamente del terrorismo de Estado), no tiene como objetivo establecer un contrapunto con los otros testimonios, como si la mirada del documental necesitara una objetividad innecesaria, sino que el espectador pueda comprender cĂłmo hasta en lo más pequeño, en lo más cotidiano y en lo más insignificante la dictadura desplegaba sus tentáculos venenosos para adormecer a una sociedad. El film tiene, entonces, una toma de posiciĂłn definida. Y clara.
El documental está dividido en capĂtulos (“Los ’70 desde el patio del colegio”, “El colegio de la dictadura” y “La bĂşsqueda”, entre otros) que ordenan los relatos y le otorgan solidez narrativa. Las imágenes en SĂşper 8 que por momentos se incorporan fueron tomadas en 1978, despuĂ©s de las desapariciones de los chicos. Y, de algĂşn modo, hacen presentes aquellas ausencias. Realizado en 2003, Flores de septiembre cobra una vigencia asombrosa en este presente de lucha estudiantil, con los alumnos de colegios secundarios peleando por sus derechos. Casualmente este estreno de ayer coincidiĂł con los 34 años de las desapariciones de jĂłvenes que peleaban por el boleto estudiantil. Bueno es recordar, entonces, como señalaba un graffiti, que “a pesar de la noche, los lápices siguen escribiendo”. Y el cine es testigo de esa lucha. Y ahĂ está, por suerte, para dejar testimonio.
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