Imprimir|Regresar a la nota
Domingo, 26 de diciembre de 2010
logo espectaculos
AIDA BORTNIK, LA ACTUALIDAD DE LA FICCION EN TV Y LOS TALLERES DE GUION

Esa magia eterna del guión

Guionista de infinidad de películas importantes del cine argentino, Bortnik echa un vistazo al estado de las cosas: “Es mentira que no se haga ficción en TV porque sea más cara, aunque sí, es más cara que poner un monigote escandaloso”.

Por Mariana Mactas
/fotos/espectaculos/20101226/notas_e/ww31fo01.jpg
Alentada por el éxito de su primer taller junto a Campanella, Bortnik está iniciando un nuevo curso de guión.

La gente se asombra de encontrarse con ellos. Se enteran de que Juan José Campanella y Aída Bortnik dan un curso de guión, pero llaman sin ninguna esperanza de que sean realmente ellos los que dictan las clases. Es una de las primeras sorpresas que guarda la experiencia docente compartida entre el director de El secreto de sus ojos y “la” guionista del cine argentino, inaugurada este año. Aunque ella es la escriba detrás de La tregua, Tango feroz, La historia oficial, Cenizas del paraíso, Gringo Viejo y un largo etcétera de títulos exitosos, apenas requiere presentaciones. El suyo es uno de los pocos nombres del cine argentino vinculados con el guión con rango de estrella indiscutida.

Por eso el taller intensivo cuya inscripción cierra en pocos días, este 27 de diciembre ([email protected]) es una pequeña gran noticia que trasciende el mundillo cinéfilo. Y lo mismo pasa con su curso 2011, que arranca en abril (hay que inscribirse desde febrero en [email protected]). Por eso y porque la escritura de guiones es la pata débil en la formación que ofrecen las escuelas de cine. “La materia guión existe, pero nadie escribe –precisa Bortnik–. Y no preocupa, porque parece no ser necesaria en lo que se llama, por enésima vez, el nuevo cine argentino. Suponen que todos los directores son Bergman, Woody Allen: todos autores de sus libros. Entonces escriben algo más o menos general, los actores improvisan a pedido del director, completamente huérfanos, no sólo de letra sino también de historia. Y así salen las películas. Por algo la gente no va a verlas, porque la gente quiere que le cuenten una historia. A Juan (Campanella) y a mí esto nos preocupaba, por eso empezamos los talleres. A mí hay cosas que me dan vergüenza. He dado clases en la FUBA, posgrados en la Universidad del Cine, he sido docente de gente que llevaba años estudiando, con cuatro o cinco años de guión entre las materias, y ninguno había escrito nunca en las clases. Sólo habían recibido clases de teorías. La FUC tiene la preocupación de Antín por la formación artística de la gente, pero de escribir poco.”

Bortnik da los talleres en su casa. Y celebra los primeros resultados de la experiencia. A diferencia de Campanella, que da las clases en base al análisis de una película, ella se concentra en la escritura para grupos de no más de quince personas. “Para aprender a escribir hay que escribir –dice–. Porque ya sabemos que enseñar a escribir no se puede, es algo que ya hizo tu maestra, o tu mamá. Tampoco puedo enseñarte a escribir como Shakespeare, porque yo tampoco pude. Se trata entonces de ayudar a que la gente encuentre sus propios temas, su lenguaje, sus personajes. Enseñarles, primero, a descubrir qué quieren contar y, segundo, a continuar por allí. Yo les doy un pretexto y cada uno lo resuelve como quiere. No les doy un tema ni les digo cómo son los personajes, como máximo les digo entre qué edad tienen que estar. Lo hago a propósito para que se acostumbren a pensar desde adentro de gente de distinta edad, género, posición social, los que están en distintas posiciones frente a la vida.”

–¿Ese es el ejercicio fundamental del guionista?

–Del escritor. Porque algunos descubren que tienen más armas que otros frente a la narración, pero escribir es escribir. Yo estudié toda mi vida teatro, y empecé haciendo teatro (Soldados y soldaditos, de 1972, con Víctor Laplace interpretando quince personajes distintos) y estoy escribiendo teatro ahora. Y Juan empezó haciendo un largo en súper 8 que también protagonizaba. Después él y Fernando Castets, su coguionista en todas las películas excepto en El secreto de sus ojos (estaba en España escribiendo Pájaros de papel, la ópera prima de Emilio Aragón), hicieron una pieza teatral off Corrientes.

–¿Qué relación tiene con la televisión? ¿Hay diferencias entre la escritura para cine y TV?

–No, pero en la TV de hoy ya está amasada la idea y después se llama a un grupo de gente, pero no ya para que cada uno escriba un programa, como hacen los norteamericanos o los ingleses, sino para que cada uno escriba una parte. En los demás países, televisión es el reino del autor en ficción. El autor es el más importante. Aquí era así también, en los años dorados. Hace mil años que no hago televisión, no podría trabajar con estos condicionamientos y presiones. Lo último que hice fue Vientos de agua, con Juan.

–¿Y qué pasa con la ficción en la grilla de la TV de ahora?

–Es poquísima, es mentira que no está porque sea tan caro hacerla. Es, sí, más caro que poner a un monigote escandaloso a llenar horas con exhibiciones más o menos vergonzosas del ser humano. Hay que pagar actores, escritores, a veces hay que hacer decorados. Pero eso se hizo siempre y se sigue haciendo. Esta televisión, con algunas excepciones, está realmente mal. Aunque casi no la miro. Veo algunas ficciones de afuera. La ley y el orden, vi al principio Dr. House y me gusta muchísimo el actor. También vi todo The West Wing, El Ala Oeste, que es excelente. La idea original, el argumento y el productor que escribía algunos guiones era Paul Attanasio, que es un genio. Pasan cosas mucho más interesantes en ficciones para televisión como estas que en el cine estadounidense que invade las salas de estreno. Porque allí pueden contar historias en lugar de ceñirlas a la entrega número seis de una remake de un dibujo de los años sesenta, que hasta esto ha llegado la falta de buenas ideas, de buenas historias.

–¿Y con el cine argentino que se está haciendo se lleva mejor?

–Creo que sí. Me gustó mucho Dos hermanos, la de Burman. El trabajo de los dos actores (Graciela Borges y Antonio Gasalla) me pareció realmente bueno, que era una creación lo que cada uno de ellos había hecho con su personaje. Después, El hombre de al lado, para mi gusto, tardó mucho en interesarme, tardó en empezar. Pero es una buena película.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.