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Jueves, 3 de marzo de 2011
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Alejandro Montiel y el documental Chapadmalal

Vacaciones y algo más

Con la idea de revalorizar la palabra de los ancianos, el director construye un registro que apunta más a lo emocional que a lo reflexivo. “Es gente que aprendió a vivir”, destaca.

Por Oscar Ranzani
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Chapadmalal se estrena hoy en Espacio Incaa Km 0 Gaumont y en el Arteplex Belgrano.

Todavía tienen mucho por decir. Esa parece haber sido la consigna del documental Chapadmalal. El director Alejandro Montiel construyó un registro prácticamente periodístico de un grupo de jubilados que vacacionaban en esa ciudad balnearia, a través del programa de Turismo Social que lleva adelante el PAMI desde 2004. Lejos de convertirse en un video institucional, el documental –que contó con el apoyo de la obra social de los jubilados– traza un puñado de historias de vida muy diferentes pero entrecruzadas por los grandes temas del ser humano, como el amor, el trabajo, la convivencia, el paso del tiempo y por qué no la muerte. Es precisamente la primera abuela que habla frente a cámara quien se pregunta cómo será el partir hacia lo desconocido. Y se lo imagina como “un sueño eterno”. Pero si hay algo que tiene este documental, austero desde su concepción estética, es su luminosidad: quienes cuentan sus historias les otorgan un brillo especial a sus relatos, con una frescura y una espontaneidad asombrosas, que prácticamente logran vulnerar la mediatización de la cámara. Sin grandes mensajes pero con la idea de revalorizar la palabra de los abuelos, Montiel construye un registro que apunta más a lo emocional que a lo reflexivo. Chapadmalal se estrena hoy en Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635) y en el Arteplex Belgrano (Cabildo 2829).

“El tema de la vejez siempre me interesó y siempre lo tuve pendiente”, comenta Montiel en diálogo con Página/12. “Conocía a gente del PAMI y los viajes que organizan, y me dieron un espacio durante unas vacaciones, donde pude conocer a varias personas que después hablaron a cámara.” El director relata que la decisión de quiénes iban a contar finalmente sus historias se realizó en el mismo momento en que iba a comenzar a rodar. “Había contingentes de todas las provincias, que era lo que yo quería para tener personajes de distintas partes de la Argentina”, recuerda Montiel. No buscaba gente especial sino que puso la lupa en el carisma de los entrevistados y en cómo contaban sus historias personales. Respecto de si elaboró un guión previo o los temas fueron surgiendo en las charlas, el director explica que fue “un poco y un poco”. El eje era “buscar una línea de vida donde se vieran las cosas importantes de la vida”. Montiel se entusiasmó al conocer gente de la tercera edad “que había aprendido a vivir”.

–¿Qué visión tiene sobre la ancianidad y cómo buscó reflejarla en el documental?

–No tengo un punto de vista sobre la ancianidad: es una parte de la vida. Me parece que es una etapa tan importante como las demás. No creo que sea ni más ni menos importante que la infancia o la adolescencia. Pero creo que a lo largo de la historia fue perdiendo un lugar de importancia, de referencia. Como que dejó de representar a los sabios. Antes los ancianos eran los que mandaban, eran los sabios a quienes íbamos a preguntarles. Y eso es lo que yo quise hacer con el documental: ir a preguntarles a los ancianos a ver qué saben de la vida. Mi punto de vista sobre la ancianidad es optimista y yo sigo creyendo que son los que saben porque son los que vivieron. Y eso a veces no está en relación con lo que pide la sociedad hoy: a los 50 años no “sirven” mucho, no les preguntan más nada, tienen que venir los nuevos, que saben manejar toda la tecnología nueva. Me interesa obviamente la vida dentro de la sociedad, pero a veces necesito más la experiencia de vida. Haciendo el documental me di cuenta de que las personas que saben vivir, las que tienen habilidad e inteligencia, llegan bien a viejos, no los problematiza la muerte. Y lo que yo busco es aprender eso, más allá de filmar bien.

–¿Por qué muchas veces los abuelos son vistos como inactivos para el proceso productivo?

–La actividad o la inactividad dependen de cada uno y cualquiera de las dos yo las veo muchas veces en un sujeto de veinte años. Tal vez para cierto aspecto productivo no funcionan bien con la velocidad o la tecnología. Pero sí aprendieron otras cosas. Digo, no se los escucha tanto porque todo apunta a que ser productivo es lo único que tiene sentido en la sociedad actual. Si nos dicen: “Ellos ya no son productivos”, dejan de tener sentido. Y si nosotros nos creemos que nuestros abuelos no tienen sentido, no los escuchamos más, los metemos en un geriátrico y les damos medicación. A veces, la sociedad tiene algunas partes más perversas o no es perfecta y nos hace creer que el mecanismo funciona así. Yo intento salir de todo eso y darme la oportunidad de escucharlos para ver qué tienen para decir. Más allá de la experiencia, en lo afectivo tienen otra cosa para dar que en otras etapas de la vida. Lo que te da un abuelo es muy diferente. Nosotros lo sentimos en Chapadmalal. Te dan un amor de abuelo siempre, aunque no seas el nieto. Y con la peli yo intenté buscar y mostrar eso.

–¿Y también ellos quieren seguir aprendiendo?

–Sí, yo creo que hasta que no te morís querés seguir aprendiendo. Por lo menos, ése es el lugar más sano que yo encuentro: estar receptivo para aprender, más que para enseñar. Y entonces, me parece que ésa es una buena etapa de la vida para seguir aprendiendo. Quizá sea un lugar donde uno aprenda más cosas.

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