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Viernes, 9 de diciembre de 2011
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Fábula de un amor feliz, film cubano en competencia en el Festival de La Habana

La felicidad es un romance ardiente

El realizador Lester Hamlet afirma que se permitió hablar de “la Cuba de hoy, de este momento, que me preocupa, porque hay mucha prostitución: no me gusta que los jóvenes pierdan la capacidad de sueño y utopía que significa un romance”.

Por Oscar Ranzani
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Fábula de un amor feliz: las relaciones afectivas en la Cuba actual.

Desde La Habana

Cuando el realizador cubano Lester Hamlet leyó el cuento Fábula de un amor feliz, de Alberto Garrandés, lo sedujo la manera en que este escritor menciona la realidad social de los jóvenes de su país, la forma en que relata el amor y el desamor y cómo establecen prioridades entre las relaciones materiales y afectivas. Y también el núcleo de la historia: cómo construyen una historia de amor un universitario y una prostituta, alejándose de los clichés. “Siempre vemos a la prostituta desde una vulgaridad, desde una obscenidad, y al universitario siempre lo vemos como medio tonto, medio ‘niñito malcriadito’...”, dice Hamlet a Página/12. Y esos personajes que el cineasta vio en el cuento como muy reales lo llevaron a realizar Fábula..., ficción que compite en el 33º Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. El film se vio a sala llena –hubo que conseguir con mucha dificultad una butaca en el cine Charles Chaplin– y fue muy bien recibido por el público cubano.

Y Fábula... es, en su esencia, lo que Hamlet relata del cuento: una historia de amor que, en principio, parece ingenua, pero que con el correr de la historia se va degradando y enturbiando hasta límites extremos. “Por un lado, está este universitario renacentista que puede pintar, componer una canción, escribir, y también está esta muchacha que la conoce de manera bastante distinta a como se podría conocer a una prostituta, porque el joven la conoce en una biblioteca”, cuenta Hamlet sobre los personajes principales. Tanto los padres de Arturo como de Cecilia ven con malos ojos la relación. “Estos padres muestran a una generación frustrada, amargada, triste, en búsqueda de utopías que no alcanzaron y eso los ha llevado a frustraciones actuales que derivaron en el egoísmo, en la soledad, casi en el encierro.”

Fábula... es una película de amor que “no deja de serlo en ningún instante, aun cuando la historia se pone agria porque Arturo todo lo hace por amor, e intenta permanecer al lado de la persona amada”, explica el cineasta. El comienzo del film parece idílico, como si se tratara de una historia común de dos amantes por la ciudad, pero pronto se convierte en una historia con un transfondo social severo y se complejiza, incluso a nivel dramatúrgico. Fábula... también muestra las dificultades de las relaciones afectivas en la Cuba actual. “Eso me permitió hablar de mi ciudad. Si bien tiene un tono más internacional, me permitió hablar de la Cuba de hoy, de este momento, que me preocupa y es por lo que hago la película. No me gusta cómo van las cosas en ese sentido. No me gusta que los jóvenes pierdan la capacidad de idilio, de sueño, de utopía que es el romance”, expresa Hamlet, quien ve “cada vez mucha más prostitución sobre todo en la juventud y eso es una alarma porque uno está viviendo en un país donde las dificultades económicas son abundantes, pero uno no puede plegar el amor a eso. No puedes poner el amor en función de tu economía. Y ese es el llamado que hace Fábula...”, concluye el director.

Otro film cubano que se exhibió –en este caso en el concurso de Operas Primas– es Habanastation, primer largometraje de Ian Padrón, que viene de ser un éxito en su país, ya que se estrenó meses antes del festival y en tan sólo veinte días convocó a más de 300 mil espectadores. El largometraje presenta la historia de dos niños que, en principio, no tienen nada en común, excepto el compartir el aula del colegio. Mayito es un buen alumno, que vive con sus padres ricos en una vivienda ubicada en el barrio de Miramar. El chico no sólo no pasa penurias económicas, sino que su vida es un lujo. Pero su madre lo aísla de la realidad y no le permite hablar por la calle ni tener amigos. Del otro lado está Carlitos, un niño pobre que vive en un barrio marginal, cargado de violencia. La madre de Carlitos murió y su padre está preso, por lo que al niño lo cría su abuela. Casi por casualidad, ambos personajes coinciden en las celebraciones de un 1º de Mayo.

Al concluir el desfile, Mayito no encuentra a su maestra encargada de cuidarlo y toma un ómnibus que va para un lado distinto de su casa. No logra convencer al chofer de que lo deje en su casa y termina perdido en el barrio de Carlitos, quien le dice que si lo deja jugar un rato con su PlayStation –un lujo que casi nadie tiene en la isla– él le avisará a la mamá de Mayito dónde se encuentra su hijo. A partir de ese momento, surge una tonelada de aventuras y Mayito irá descubriendo el valor verdadero de la vida. Pero Habanastation también habla de otra realidad: de que aún en el sistema cubano existen marcadas diferencias sociales. Todo un mérito que habla de la libertad creativa que tienen los cineastas cubanos para expresar sus miradas sobre la realidad de su país, frente a tantos detractores que sólo ven en Cuba un régimen de prohibiciones.

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