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Jueves, 22 de marzo de 2012
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EL DIRECTOR ALEMAN ULRICH KÖHLER HABLA DE SU PELICULA EL MAL DEL SUEÑO, PREMIADA EN LA BERLINALE

“Los europeos fuimos colonizadores demasiado tiempo”

Ganador del Oso de Plata al mejor director, Köhler narra los cambios que marcan a un médico europeo en misión en Africa.

Por Diego Brodersen
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Köhler con su premio en el Festival de Berlín, el año pasado: “En un principio no creía tener el derecho de hacer esta película”.

Berliner Schule. En español, Escuela de Berlín. Expresión que suele escucharse reiteradamente cada vez que una nueva película de cineastas como Christian Petzold, Christoph Hochhäusler, Henner Winckler o Valeska Grisebach llega a las pantallas. Desde su hogar en Berlín, vía Skype, el joven realizador alemán Ulrich Köhler no tarda en aclarar que, a pesar de los intentos de la prensa por incluirlo en esa renovación cinematográfica con base en lo generacional –renovación que ya lleva más de una década de intensa actividad—, sus intereses y estéticas difieren de los de muchos de sus colegas. “Por otro lado, estudié cine en Hamburgo y mi primer largometraje, Bungalow (2002), fue rodado en esa ciudad.” Su nombre es reconocido en la Argentina solamente por aquellos visitantes regulares de las salas del Bafici, pero el estreno comercial de El mal del sueño (Schlafkrankheit en el original) tal vez amplíe el espectro de sus potenciales espectadores.

Dividido en dos partes escindidas por una elipsis de tres años, el film narra los cambios personales que marcan profundamente a Ebbo Velten, un médico europeo en misión humanitaria en Africa. Que Köhler haya pasado varios años de su infancia precisamente en ese continente no parece ser un dato menor a la hora de comprender las razones detrás de la génesis del proyecto. “Desde ya que la historia del film no es la historia de mi familia, pero creo conocer bastante bien ese mundo al haber crecido en el Congo (en aquel entonces llamado Zaire) durante los años ’70. A diferencia de lo que ocurre en la película, mis padres todavía están juntos, felizmente casados.” Si todo queda en familia, vale la pena aportar otro dato: Köhler está casado con la también cineasta Maren Ade, quien ofició de productora en El mal del sueño. “Maren estuvo en Africa durante el rodaje y me salvó del desastre varias veces. Se trató de un proyecto ambicioso, con una infraestructura importante”, aclara el realizador.

–Si bien el film no es autobiográfico, ¿cuánto de su historia personal, de sus recuerdos de infancia pueden encontrarse en la pantalla?

–Alejé de mi memoria durante algún tiempo esos cuatro años de mi vida en el Congo y supongo que nunca habría regresado a Africa si mis padres no hubieran vuelto a trabajar allí en los años ’90. Tal vez haya querido averiguar cuáles fueron las consecuencias de mi vida allí, y a su vez investigar qué efectos ha tenido el continente africano en otras personas. Debo decir que en un principio no creía tener el derecho de hacer esta película: los europeos hemos sido colonizadores durante demasiado tiempo y ahora deberíamos dejar que los realizadores africanos hagan sus propias películas sobre los problemas africanos. Pero, por otro lado, no creo haber hecho una película sobre los problemas de Africa, sino precisamente una película sobre un asunto bien europeo. Tuve una discusión con el director Abderrahmane Sissako (director de Waiting for Happiness y Bamako) sobre ese tema y me sentí moralmente mejor luego de esa charla.

–La problemática de la ayuda humanitaria a países necesitados está en el núcleo de la película. ¿Cuál es su postura personal al respecto?

–Seguramente sería difícil ayudar a un amigo alcohólico, tal vez la cosa no funcione en absoluto e incluso, en el peor de los casos, empeore. En un sentido amplio creo que El mal del sueño es una película sobre la intervención, sobre cómo una persona puede influir –o no– en la vida de otro ser humano. En un sentido más político, creo que es complicado y hasta peligroso viajar a un lugar con una idea precisa sobre cómo deben llevarse a cabo las cosas, esperando que eso mejore la vida de la gente. Es como generar una suerte de dependencia. Creo que la manera en la cual se ha planteado la ayuda humanitaria no ha ayudado demasiado, no ha sido muy exitosa. Pero tampoco puedo decir que no debería hacerse nada, porque hay problemas que no pueden pasarse por alto: si hay una epidemia de hambre o de virus Ebola no se puede mirar hacia otro lado y dejar que la gente resuelva los problemas por su cuenta. Existe legitimidad en muchos programas de ayuda, incluso si no son llevados a cabo de la manera que uno quisiera. En general, la intervención es muy compleja, como demuestra el caso actual de Afganistán, por poner un ejemplo.

–Como en sus films anteriores, Bungalow y Windows on Mondays, volvemos a encontrar personajes que no expresan sus pensamientos y sentimientos de manera abierta.

–No me gusta ver en el cine a personajes que explican su vida. Uno debería conocer a un personaje en una película de la misma forma en que conoce a alguien en la vida real. Al ver a alguien en la calle uno puede ver cómo está vestido, escuchar la forma en la que le dice “hola” a alguien y conocer bastante de esa persona. Los personajes que se explican a sí mismos, como en los dramas televisivos alemanes, no son muy interesantes porque son psicológicamente simples. Los seres humanos somos muy complejos y mi esperanza es poder hacer películas que no reduzcan la complejidad del mundo. Hacer cine se asemeja a la psicología conductista, no está relacionado con acentuar la introspección, sino observar el comportamiento desde el exterior para poder encontrar lo que está ocurriendo dentro. Obviamente, sin que el personaje lo esté explicando a cada rato.

–El film está marcado por cierta noción de realismo. Sin embargo, hay algo misterioso, incluso fantástico en la historia, como ese hipopótamo que se menciona en algún momento y que aparece cerca del final de la historia.

–Suelo definirme como una persona racional. No tengo tendencias místicas y me considero un ateo. La historia del hipopótamo que se cuenta en la película es un cuento que conozco desde mi infancia. Mis compañeros de juego en Africa creían que algunos ancianos del pueblo podían transformarse en algún animal. Supongo que ese aspecto fantástico es un elemento que me permitió seguir definiendo el marco ficcional del film, un mundo creado por un autor. Ahora que lo pienso, tal vez no sea alguien enteramente racional. Quizás el proceso creativo sea imposible sin cierto deseo por valores que no sean enteramente racionales o explicables.

–Durante el proceso de escritura, ¿piensa mucho sobre el personaje y luego lo ubica en una historia o, por el contrario, imagina un relato y luego ubica a ese personaje en él?

–El punto de partida de todas las películas que he realizado hasta el momento es algún universo que conozco, un ambiente en el cual la gente vive de cierta manera, con sus conflictos particulares. Ese es el puntapié inicial y a partir de allí comienzo a construir los personajes. En algunas ocasiones ya tengo delineado al personaje central desde un principio, pero usualmente parto de escenas, de situaciones. Uno de los personajes principales de El mal del sueño, el doctor negro de origen francés interpretado por Jean-Christophe Folly, fue incluido muy tarde en el proceso de escritura, luego de haber leído un libro llamado Season of Migration to the North, una novela del escritor sudanés Tayeb Salih, que me dio la idea para ese personaje. El libro es, de alguna forma, una inversión de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, al estar narrado desde el punto de vista africano. La historia de esa novela es la de un sudanés, educado durante muchos años en Inglaterra, que regresa a su país para encontrarse un extraño en su propia tierra.

–El reparto del film está integrado por actores y actrices de diversos orígenes: Francia, Holanda, Alemania, Camerún. ¿Fue difícil la dirección de actores?

–El reparto europeo fue elegido de manera clásica y en todos los casos se trata de actores profesionales, con la excepción del personaje de la hija del protagonista, quien fue hallada a partir de un casting callejero. El reparto africano fue una historia completamente diferente. Viajamos a Camerún antes del rodaje con la idea de elegir no-actores, ya que temía que los profesionales tuvieran demasiados tics derivados de su trabajo para la televisión, medio donde les exigen moverse en un registro muy sobreactuado. Pero al final optamos por un reparto mixto, y debo decir que los actores profesionales se adaptaron perfectamente al estilo no melodramático de la película. Disfruté muchísimo el hecho de poder trabajar con este reparto.

–El mal del sueño es el primero de sus largometrajes en recibir un lanzamiento comercial en la Argentina. ¿Cómo fue la recepción en Alemania y en el resto del mundo?

–En Alemania fue estrenada con veinticinco copias, mi lanzamiento más grande hasta la fecha. Hubo además un interés mayor por parte del público y tuvo más espectadores que la suma de mis dos films anteriores. Respecto del resto del mundo, Schlafkrankheit está a punto de lanzarse en Francia y ya fue estrenada en Holanda –donde Pierre Bokma es una estrella, tanto en el teatro como en el cine–, en Polonia y en Austria. Y hace poco me comentó un periodista que hay muchas copias digitales piratas circulando en China, lo cual me pone muy orgulloso (risas).

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