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Martes, 10 de abril de 2012
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Ricardo Díaz Iacoponi y su ópera prima Industria Argentina

Trabajadores en movimiento

Con un elenco encabezado por Carlos Portaluppi y Cutuli y que también integran Daniel Valenzuela y Soledad Silveyra, Díaz Iacoponi elaboró una ficción sobre el caso de una fábrica recuperada, pero con una fuerte base documental.

Por Oscar Ranzani
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Ricardo Díaz Iacoponi conoció las fábricas recuperadas cuando trabajaba como sonidista.

En 2004, el Movimiento de Fábricas Recuperadas, surgido al calor de la crisis post 2001, estaba consolidado, pero no todos lo conocían de cerca. Entre esas personas figuraba Ricardo Díaz Iacoponi, un sonidista que fue contratado para realizar su servicio en un documental sobre una empresa recuperada del barrio de Barracas y gestionada por sus obreros. Al encontrarse con un mundo desconocido de manera directa, Díaz Iacoponi pudo conocer de cerca la situación de este grupo de trabajadores que recién empezaban a gestionar una empresa y le impactó de manera tal que ese mismo día dijo: “Esto está muy bueno para hacer una historia de ficción”. El resultado es Industria Argentina, la fábrica es para los que trabajan, largometraje que reconstruye las sensaciones que experimentó Díaz Iacoponi, sumadas a la investigación que realizó para elaborar su ópera prima que se estrena este jueves en la cartelera porteña.

Industria Argentina se exhibió por primera vez a fines del año pasado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Díaz Iacoponi señala que la recepción fue muy buena. “La verdad es que fue bárbara porque asistieron muchos trabajadores de fábricas de todo el país. Fueron unos trescientos. Todos se conmovieron mucho con la película, se vieron reflejados en la historia”, comenta el director. Teniendo en cuenta la elección del tema, la pregunta que se impone es por qué no optó por realizar un documental. “A mí me gusta la ficción y me pareció que el tema era muy bueno para contar cosas a través de esa forma. Además, documentales ya había varios”, confiesa el cineasta que convocó a un elenco encabezado por Carlos Portaluppi y Cutuli y que también integran Daniel Valenzuela, Soledad Silveyra, Aymará Rovera y Manuel Vicente, entre otros.

Portaluppi encarna a Juan Ralde, un obrero que hace casi treinta años trabaja en la fábrica Arlumar. Junto a su mujer Laura (Rovera), quien está embarazada de ocho meses, pasan los días sin lujos pero tampoco con penuria. Al menos, hasta el momento en que el dueño de la fábrica decide dejar de pagarles a Juan y a sus compañeros los salarios y la cosa se complica. Y mucho. Primero realizan un paro. Pero cuando la fábrica baja sus persianas, Juan y un grupo de compañeros empiezan a discutir la forma de autogestionarla. Aunque no es tarea fácil: la presencia de la síndico, representante del juez que lleva adelante la quiebra de la industria, los intimida. Al menos, a Juan. No tanto a Daniel Alanis (Cutuli), un obrero que también lleva tres décadas en la empresa y dueño de un temperamento imprescindible para estos casos. Si bien la mayoría del grupo se une frente a la desesperación y busca la forma de no perder su fuente laboral, Rubén (Valenzuela) viene a ser la excepción a la regla: un obrero que se opone a las ideas de sus compañeros porque tiene otros intereses arreglados con el patrón.

–¿Cómo analiza el movimiento de fábricas recuperadas?

–Para escribir el guión tuve mucho contacto con Luis Caro, que es el presidente del Movimiento. Tuve varias entrevistas con él y lo iba a ver a medida que iba escribiendo algunos textos para que me diera su opinión sobre el verosímil de lo que yo escribía. Y, a través de él, me puse en contacto con varias fábricas. Me parece muy bueno ver lo que la gente va consiguiendo y logrando, a través de su trabajo y de la confianza que van adquiriendo. Al principio, siempre hay incertidumbre, todos tienen miedo, dudas, pero cuando ves a las empresas que ya llevan un tiempo funcionando, la verdad es que son bárbaros los resultados. La fábrica donde filmamos fue recuperada. No pertenece al Movimiento, pero también está gestionada por obreros. Es muy grande y queda en Villa Ballester. En un momento, trabajaban casi quinientas personas. Hoy son pocos, pero viven gracias a su trabajo.

–¿Buceó en el costado humano de la crisis?

–Claro, lo que me pareció más importante y que más quise resaltar fue la parte humana, la parte de los trabajadores con sus familias, del grupo en sí. También el tema de la duda, del miedo inicial. En un principio, a cada uno de ellos les pasa eso: dudan, tienen miedos, piensan en salvarse a sí mismos, pero a medida que se van dando cuenta y que van consiguiendo pequeñas cosas se van autoconvenciendo, se asocian y trabajan en equipo. Y creo que es así como salen adelante; es decir, ayudándose mutuamente y trabajando juntos. Cada realidad es distinta, pero hay compañeros que están más necesitados y los ayudan. Incluso, entre empresas: cuando hay una nueva que entra en una situación así, las que están más consolidadas las ayudan a arrancar, dándoles materiales o prestándoles plata.

–¿Coincide en que la película habla sobre la fortaleza y la resistencia ante la crisis?

–Sí, y en no bajar los brazos, en demostrar que los trabajadores son capaces de luchar por lo que les corresponde y salir adelante.

–¿Cree, entonces, que los obreros de su película representan la transformación de la desesperación en esperanza que protagonizaron quienes recuperaron fábricas en la Argentina?

–Esa es mi intención. Y, en base a la devolución de toda la gente que la vio hasta ahora, pienso que está bastante lograda.

–¿El personaje de Portaluppi es un soñador, pero le falta un poco de valentía como la que tiene el de Cutuli?

–Claro, yo quise trabajar eso. Son como dos amigos, pero yo quería trabajar los opuestos: uno es el más soñador, dubitativo, que tiene una familia detrás. Y el de Cutuli es todo lo contrario: un tipo que va para adelante y que no se fija mucho en las consecuencias. Pero son la cabeza del grupo de trabajadores.

–¿Y qué cree que tienen en común?

–Las ganas de trabajar, la esperanza y toda una vida de trabajo en la empresa. Es lo que pasa en muchos de estos casos, que la gente tiene muchos años de antigüedad y perder su fuente de trabajo es como un abismo.

–Ante la falta de oportunidades surge lo mejor y lo peor del ser humano. Por ejemplo, en su película el grupo se muestra solidario, pero el personaje de Daniel Valenzuela es, en un principio, una especie de traidor. ¿Usted lo ve así?

–Quería reflejar eso. Siempre hay gente que tiene otro punto de vista, otras ideas.

–Y otros intereses...

–Sí, también. Y me hacía falta un personaje que estuviera del otro lado. Y con el personaje de Daniel se cuenta un poco esto. Primero está del lado del patrón porque le promete cosas, piensa que quedando bajo su ala nunca la va a faltar nada. Y después se da cuenta de que está en la misma que todos y que la salida no consiste en salvarse uno solo, sino que la solución es poder salir adelante en equipo.

–¿Las historias personales de los protagonistas están inspiradas en casos reales?

–No, son cosas que yo fui imaginando.

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