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Sábado, 14 de abril de 2012
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LUIS ORTEGA, JOSE LUIS GARCIA Y JUANMA BRIGNOLE EN LA COMPETENCIA ARGENTINA

Los locales ya muestran sus cartas

Las tres primeras películas a concurso despliegan parte de la variedad que, se estima, esta competencia mostrará de aquí en más. Dromómanos muestra una Buenos Aires transfigurada, La chica del sur viaja a Corea y Mis sucios 3 tonos llega de Misiones.

Por Horacio Bernades
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La chica... marca el regreso del documentalista José Luis García tras Cándido López, los campos de batalla.

Este año en versión reforzada, tanto en términos de cantidad (dos películas más que en la edición previa) como –aseguran sus más fervientes promotores– de calidad, la Competencia Argentina del Bafici empieza a mostrar sus cartas. Las tres primeras a concurso despliegan parte de la variedad que, se estima, esa competencia mostrará de aquí en más. En Dromómanos, Luis Ortega reencuentra el mundo, los temas y estilo de su ópera prima, Caja negra, tras las disímiles búsquedas de las posteriores Monoblock, Los santos sucios y Verano maldito. Filmada en las dos Coreas, La chica del sur marca el regreso del documentalista José Luis García tras la deslumbrante Cándido López, los campos de batalla, presentada siete años atrás aquí mismo, en el Bafici. Opera prima del misionero Juanma Brignole, Mis sucios 3 tonos es la primera de varias películas argentinas de esta edición cuyo eje narrativo son los propios rituales adolescentes.

Filmada por cuenta propia, en un digital no precisamente de alta definición, Dromómanos es algo así como una versión ampliada de Caja negra, diez años después. No sólo por la combinación de actores profesionales y “gente de la calle”, sino sobre todo por su interés en registrar, con una mezcla indiscernible de documental y ficción, las zonas más marginales de una Buenos Aires transfigurada. Filmada con una cámara siempre

inestable y con escenas semiimprovisadas, Dromómanos (término que designa a quienes no pueden dejar de desplazarse) comparte con sus personajes una serie de momentos discontinuos. El “hombre-esqueleto” de Caja negra es reemplazado por una pareja de jóvenes de la calle, ambos con serios problemas óseos y de desarrollo. Se les suman un psiquiatra-gurú atorrante, abandonado y alcohólico (primo lejano del ex cura-drogón de William Burroughs en Drugstore Cowboy), un paciente del Borda con tendencia a la fuga y una chica brasileña (la cada vez más magnética Ailín Salas) que tiene a un cerdito por mascota.

No hay el menor morbo o miserabilismo en la mirada que Ortega echa sobre ese mundo que la vida cotidiana invisibiliza, sino una empatía que tal vez hunda su raíz en el concepto cristiano de piedad. De allí quizá la presencia de más de un pastor evangélico, así como el aura de santidad que parecería orlar en ocasiones a los personajes. Si Ortega no tuviera ya una película llamada Los santos sucios, bien podría haberle puesto ese título a ésta. Del mismo modo, La chica del sur pudo haberse llamado Im Su-kyong, los campos de batalla. El campo de batalla de Im Su-kyong es la línea de frontera que, diseñada al calor de la Guerra Fría, divide aún hoy en dos su país. Línea que la chica, surcoreana de izquierda, atravesó a pie en 1989, poco antes de que el Muro de Berlín cayera para siempre y con la intención de abogar por la reunión de ambas Corea. En ese momento, García se hallaba en Corea del Norte, como parte de la nutrida delegación argentina que concurrió a un festival de juventudes socialistas, de esos que la Unión Soviética solía promover.

Fascinado por la figura de la heroína solitaria, García narra La chica del sur en tres tiempos, en una primera persona que, como en Cándido López, se hace oír en el off. El primer movimiento consta de las grabaciones en Súper VHS hechas en la época; el segundo registra el viaje que el realizador hizo veinte años más tarde a Corea del Sur, en busca de la chica, ya no tan chica; finalmente, reencuentro en Buenos Aires y epílogo en Ushuaia. En ese última parte, de pronto, una de esas escenas en vivo que el rubro documental proporciona cada tanto. Escenas donde de pronto todo parece bascular ante los ojos del espectador. Lo que bascula aquí es el sentido mismo de la odisea de García, cuando el personaje (Im Su-kyong, para el caso) se rebela contra el autor, haciéndole ver, con toda brusquedad, que no sabe qué está buscando. Un documentalista cuya fascinación se vuelve ciega, un documental que duda de sí mismo, un viajero que busca y no encuentra. Como en su película previa, José Luis García filma conjeturas, contramarchas, planes llamados a fracasar.

Mis sucios 3 tonos, en cambio, quiere filmar la adolescencia, pero lo que filma son tópicos, modismos, gestos vistos en otras películas. Los protagonistas son un grupo de chicos de clase media de Misiones que no hacen nada demasiado distinto de lo que podría hacer un grupo de chicos de clase media de Buenos Aires o el conurbano. Algunos piensan en irse, otros se inician sexualmente y todos toman cerveza y deambulan, tratando de que las noches se hagan más largas que el día. Hacen un poco de skate, juegan o miran jugar al fútbol, intrusan una lancha y se imprimen unas entradas falsas para ver si logran zafar en el concierto del grupo punk Fun People, que se presenta esa noche en el club de la zona. Filmada en digital de alta definición, Juanma Brignole elige una estética que es como el reverso exacto de la de su colega Luis Ortega. La fotografía es impecable, los encuadres prolijos y los movimientos de cámara calculados. Eventualmente algo impostados, como cuando en una conversación de a tres la cámara panea de uno a otro. Ese cálculo debería contrapesarse, se supone, por el puro discurrir del devenir adolescente, la laxitud de las escenas y espontaneidad de los diálogos, la frescura de los actores. Pero no todos los actores están a la altura y las más de las veces la cámara parece no poder filmar de ellos otra cosa que la mera exterioridad. Como si a Gus Van Sant le hubieran quitado el fondo y quedara sólo un remedo de su forma.

Q Dromómanos se verá hoy a las 14.45 en la sala 1 del C. C. San Martín y el jueves 19 a las 16.45, en el Teatro 25 de Mayo. La chica del sur, hoy a las 17 en la sala 1 del CCSM y el jueves 19 a las 14, en el Teatro 25 de Mayo. Mis sucios 3 tonos, mañana a las 13 en CCSM 1 y el jueves 19 a las 13.15 en el Arteplex Belgrano.

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