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Sábado, 14 de abril de 2012
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LA COMPETENCIA INTERNACIONAL SE NUTRE DE DOS FILMS PARA LA POLEMICA

El policía y la sexópata

Policeman, del israelí Nadav Lapid, es un film político en el sentido más amplio de la palabra, un diagnóstico personal sobre su sociedad. A su vez, Hemel, de la holandesa Sacha Polak, se ocupa de una chica con incontinencia sexual.

Por Diego Brodersen
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Policeman y una acción violenta para llamar la atención sobre el estado de las cosas en Israel.

“Este es el mejor país del mundo”, es la primera frase que se escucha en Policeman (Ha-shoter), debut en el largometraje del israelí Nadav Lapid que concursa por estos días en la Competencia Internacional del Bafici. Nada más alejado de la realidad, parece decir el resto de la película, seguramente una de las más abiertas a la polémica de esta sección, integrada por 15 títulos de las más diversas nacionalidades. Quien hace esa apreciación con vehemencia es Yaron, miembro de un cuerpo policial de elite encargado de neutralizar (léase eliminar físicamente) cualquier amenaza a la seguridad nacional.

Yaron está casado y espera una hija que llegará en cualquier momento, tiene una madre, hermanos y sueños de mudarse a una casa con jardín. Ese y otros datos de su personalidad y su quehacer cotidiano conforman el núcleo de la primera parte de Policeman, en particular la exposición del compañerismo de un grupo de policías que, entre operativo y operativo, comparten asados, juegos y tardes bajo el sol. Todos ellos parecen ser un tanto (bastante) machistas y un oloroso tufo a racismo se deja entrever en más de una conversación referida a algún compatriota de origen palestino.

Cuando el film parece llegar a un callejón sin salida, anclado en la mera descripción de tipos, el realizador hace un corte abrupto para presentar a un grupo de jóvenes políticamente radicalizados y aparentemente asqueados por las injusticias sociales. No se trata de chicos y chicas árabes, sino de hijos de familias judías de clase media. Su intención se hará evidente en pocos instantes: realizar alguna acción violenta para atraer la atención de los medios sobre el estado de las cosas en Israel. Cosa que ocurrirá durante el último tercio del relato, momento en el cual se producirá el choque entre las dos piezas anteriores.

No son pocas las ambiciones de Nadav Lapid, quien de manera intransigente evita cualquier posible identificación con uno u otro bando. Las imágenes y sonidos de Policeman parecen enunciar que ambas facciones son un corolario, la forzosa y por momentos patética excrecencia de una sociedad problemática. Cercanos al automatismo, ninguno de los personajes puede o quiere elevarse por encima de un sentimiento programático de pertenencia a un grupo, a una ideología, a una manera crispada de pensar y sentir la vida. Se trata de un largometraje político en el sentido más amplio de la palabra, un diagnóstico personal sobre una sociedad. Y una sátira cuyo sentido del humor fue eliminado de cuajo para cederle el espacio a la tragedia y el horror cotidianos.

Menos expansiva, la holandesa (con algo de producción española) Hemel también se presenta en la competencia internacional. La ópera prima de Sacha Polak viene de presentarse en los festivales de Ro-

tterdam y Berlín, donde previsiblemente se destacó por la franqueza con la cual describe la vida sexual de su protagonista. Hemel –“cielo” o “paraíso” en neerlandés– es joven y atractiva y su vida gira alrededor de las conquistas amorosas como actividad deportiva. Maratónica, para ser más precisos. Es que la chica, parafraseando la famosa expresión campera, no puede evitar llevar al asador a todo bicho que se le cruce. Pero a poco de conocerla, el espectador sabrá apreciar que en esa frenética actividad sexual no hay tanto de exploración personal, de búsqueda epicúrea como de indolencia. Hay incluso algo dañino en el modo en que Hemel se relaciona con el mundo y con ella misma.

Los problemas del film de Polak comienzan pronto, cuando uno de los primeros capítulos de la historia (el relato está interrumpido por títulos, como si se tratara de un libro) señala al culpable indirecto del frenesí genital de la protagonista: su padre, galán empedernido que cambia de novias como si fueran trajes. Para colmo, sus parejas suelen ser bonitas y bastantes más jóvenes que él. A partir de ese momento, todo podría resumirse en un complejo de Electra casi, casi for dummies. Más allá de una notable interpretación de la debutante

Hannah Hoekstra, quien se entrega a su papel con una confianza ciega, Hemel se agota rápidamente por su abuso de las simplificaciones psicologistas: su epítome y apogeo explota en la escena en la cual la protagonista, en medio de lo que parece una pesadilla nocturna, es trasladada al baño por Papá para orinar, como si se tratara de un infante sin control de esfínteres. A partir de allí, al film sólo le queda acercarse a la catarsis final como quien estudia para rendir un examen.

* Policeman, hoy a las 11 y mañana a las 20 en Hoyts 9. Hemel, hoy a las 21.45 y el lunes 16 a las 12 en Hoyts 9.

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